La televisión pública cubana asimiló y potenció un potente legado de transmisiones de espacios musicales que sigue en la preferencia de los públicos

Desde los orígenes de nuestra radiodifusión, la música sustentó nuestra programación y creo una íntima relación entre la trayectoria personal de los creadores e intérpretes y el devenir de la radio y la televisión.

La sustitución de la propiedad privada por la del Estado en nuestros medios de comunicación impresos y electrónicos, acaecida entre 1959 y 1960, trajo consigo una sucesión acelerada de esenciales trasformaciones en nuestras prácticas mediáticas, comunicativas y artísticas.

Entre ellas destaca la eliminación de los mensajes de comunicación mercantil, que sustentaban la gestión y las estrategias de estimulación de compra de productos o servicios.

 

Asimismo, en medio de transformaciones sociales raigales se reconvirtieron los objetivos de la radiodifusión mercantil en servicio público, priorizando la información, la propaganda, la formación, la prevención, la educación y la recreación. Ello tuvo como objetivo elevar el nivel político, ideológico y cultural de los segmentos poblacionales.

Por otra parte, la tecnología dispersa en empresas independientes y competidoras se fue concentrando nuevas redes, que expandieron las señales televisivas hacia zonas geográficas hasta entonces no priorizadas.

La intervención o disolución de las agencias publicitarias desplazó a sus exclusivos  creadores e intérpretes -especializados en dramaturgia, música, danza, diseño o creación de formatos, géneros y programas- hacia las estructuras radiales y televisivas restantes, donde aquellos e unieron a los colegas que bajo contrato mediático realizaban similares funciones.  

En los años 70´s, las flamantes agencias artísticas subordinadas al Ministerio de Cultura asimilaron a los creadores e intérpretes de las artes escénicas generando otro gran cambio.

Desde entonces, los contratos temporales de los artistas con los medios de comunicación se sustituyeron por un régimen independiente, parcial y ocasional, centrado en la participación en cada programa.

El sector mediático-cultural se segmentó en escenarios independientes y excluyentes, así resultaron confinados los artistas en la radio, la televisión o el teatro; limitando extraordinariamente sus flujos tradicionales.1

En esta gran masa laboral se produjo un profundo desarraigo. Recordemos que tradicionalmente recibía un tratamiento preferencial por identificar de diversas maneras las estrategias comunicativas y los productos de empresas rivales; además, poseían un elevado sentido de pertenencia hacia los ámbitos mediáticos donde muchos simultaneaban la  música, la actuación, la conducción, el modelaje comercial, la dirección escénica o los guiones. En la mañana, hacían radio y en el resto del día, televisión, publicidad, cinematografía, teatro o espectáculos.

Por su fuerte imagen pública y reiteración ante las cámaras televisivas, los actores, actrices, cantantes, bailarines -y algunos concertistas instrumentales- perviven más tiempo en la memoria colectiva. Los más relegados en el imaginario colectivo y en los homenajes simbólicos institucionales suelen pertenecer a las disciplinas artísticas aparentemente no protagónicas, es decir, las que sirven de apoyatura al producto simbólico. 

Cuarenta y cinco años después de estos cambios radicales, muchos olvidan que entre los creadores e intérpretes subordinados a estas agencias también existen fundadores de nuestra televisión, que se apropió de los mejores talentos del país.

Como resulta imposible en este espacio abarcar la amplia gama de prácticas y figuras de la música cubana y foránea presentes en la evolución de nuestra televisión, permítanme solo apuntar algunas de sus aristas:

ElCanal 4 (Unión Radio TV) se inaugura oficialmente el 24 de octubre de 1950 y el Canal 6 aparece el 18 de diciembre del propio año.

Nuestra primera televisora, al carecer de estudios profesionales, realizó sus primeros  shows en teatros rentados, donde junto a los consagrados debutaron cantantes noveles como Maruja Calvo, acompañada al piano por el compositor y pianista Mario Romeau, quien además dirigía musicalmente la planta y finalmente, lideró su orquesta.

Ya en diciembre, de los primeros proyectos musicales, Ritmos en TV se difundía cada martes, jueves y sábados a las 12:15 p.m. Allí debutaron entonces, en el audiovisual, el Trío Taicuba e insignes compositores, intérpretes y directores de agrupaciones.

En el Canal 4, Ernesto Lecuona y Mario Romeau protagonizaron los dos primeros conciertos a cuatro manos de nuestra televisión.

 

Al carecer de orquestas y cuerpos de baile propios, las televisoras contrataban famosas agrupaciones instrumentales o bailables, solistas y compañías danzarias, provenientes de la vasta red de cabarets existentes en La Habana. En más de una ocasión, sus espectáculos transitaron por nuestros estudios o nuestras cámaras realizaron controles remotos desde locaciones tan famosas como Tropicana. 

El fortalecimiento del sistema televisivo garantizó finalmente la creación de estructuras vocales, instrumentales y danzarias propias y la contratación estable de algunos compositores-intérpretes.

Gradualmente, algunas plantas alcanzaron la logística necesaria para escenificar vertientes más complejas como la ópera, la opereta y las populares zarzuelas. La diversificación de la programación permitió alternar los conciertos vocales e instrumentales con las  orquestas de música bailable, los recitales, las revistas variadas y hasta los concursos de aficionados al arte, que descubrieron nuevos cantantes. 

Desde 1951, las rudimentarias cadenas televisivas enlazaron varias provincias y los cubanos residentes en el oriente del país pudieron disfrutar estas manifestaciones.  

En nuestra radiodifusión mercantil, la música potenció, además de la programación habitual, la singular línea creativa de los jingles usados en los mensajes comerciales televisivos. Así, nuestra comunicación comercial creó un importante valor agregado que la distinguió.   

Eduardo Saborit, reconocido compositor e instrumentista de la música campesina y de la cancionística cubana- compuso más de 200 de estas pequeñas piezas musicales, muchas de las cuales fueron vendidas a televisoras de Estados Unidos, España y América Latina. Por ello se ganó el apelativo de “El rey del jingle cubano”.

Muchos jingles fueron, por ejemplo, orquestados por músicos como Adolfo Guzmán, desde la Orquesta Riverside, y cantados por  tríos como Los compadres, Taicuba, Las hermanas Lago u orquestas como la de Benny Moré. 

Nuestra música tributó también a la potente industria discográfica norteña, entonces liderada por la RCA Víctor -patrocinador histórico de nuestra radiodifusión nacional- y a sellos nacionales como Puchito.

Luego, emisoras como Radio Progreso y el emporio CMQ crearon sus propias infraestructuras para grabar discos.  

La inmensa acogida a nuestros músicos y cantantes en el exterior la potenciaban los   estrechos nexos entre las principales cadenas norteamericanas y las cubanas, que estimulaban el intercambio cultural.  

En 1957, el afamado Show de Steve Allen2 dedicó una edición especial a Cuba, donde participaron El Trío Taicuba, el cuarteto Las D´Aida, las bailarinas Sonia Calero y la pareja Ana Gloria y Rolando, Víctor Álvarez, las sopranos Marta Pérez, Alba Marina, Magdalena Valdés y la orquesta del cabaret Sans Soucci.

En nuestro sistema televisivo comercial, los canales más estables fueron:  Canal 4 (pese a transitar  por diversas empresas y dueños), Canal 6 (el único de los fundadores que se mantuvo entre 1950 y 1959, en manos de la misma entidad, el mayor emporio mediático de la nación), Canal 2 (Telemundo, del italiano Amadeo Barletta, quien nutrió su programación con las realizaciones de la productora Escuela de televisión, bajo la dirección de Gaspar Pumarejo Such, el fundador de nuestra primera televisora). 

Nuestros músicos e intérpretes recorrieron todos los canales, incluso, algunos devinieron anfitriones de espacios audiovisuales, donde entrevistaban a músicos que hacían sus ejecuciones o interpretaciones en pantalla. El bar de Osvaldo Farrés, fue uno de ellos.         

Las primeras transmisiones del Sistema sobre el horizonte3 realizadas en Cuba por los norteamericanos desde 1957, permitieron ver, en tiempo real, entrevistas, eventos deportivos y musicales realizados en otro país, cuando no existían los satélites de comunicación.  

El 19 de enero de 1958, una audiencia potencial calculada en 35 millones de norteamericanos vieron en sus hogares el Show de Steve Allen, que mostraba en vivo, el espectáculo musical que inauguraba en la Habana el suntuoso Hotel Riviera.

La televisión pública cubana asimiló y potenció este potente legado hasta nuestros días, cuando sigue en la preferencia de los espectadores más diversos.

 

Notas:

1 Por mucho tiempo, la radiofonía o el audiovisual de servicio público tuteló a los artistas del ballet, la orquesta, el coro, los guionistas y los diseñadores. Finalmente, las dos últimas profesiones también se  excluyeron de las nominas tradicionalmente llamadas “de personal fijo”. 

2 Difundido cada domingo, a las 8:00 p.m., desde la planta de la NBC en New York,  con alcance de costa y costa de Estados Unidos.

3 Donde la aplicación de variadas tecnologías combinadas se apoya en la cercanía física entre ambos países.

 

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