La contribución integral realizada por la Radio a la Televisión cubana constituye aún una asignatura pendiente. El estudio de la programación orientada a los públicos infanto juveniles demuestra que la radiofonía devino matriz cultural del audiovisual al cual fluyeron  géneros, formatos, historias, códigos, autores, realizadores e intérpretes que enfrentaron los retos del desconocido video y asumieron la reconversión de todas las prácticas escénicas que ya habían integrado a la programación radial.

Poco tiempo después de inaugurarse la 2LC, por Luis Casas Romero, el 22 de agosto de 1922, aparecieron las primeras narraciones de historias literarias y cinematográficas  destinadas a los niños y las niñas, proceso desarrollado en paralelo en muchas provincias. Incluso, en fecha tan temprana como 1933, en una provincia tan distante de la capital como Santiago de Cuba, un radio aficionado atrapado por el encanto del arte de narrar, estrenó con “Las aventuras de Chelín y Bebita”, la narración episódica dedicada a este segmento poblacional y la primera en el formato de continuidad para estos públicos en América Latina. Esta línea productiva alcanzó un vasto caudal en la Radio del cual luego se apropió la  Televisión.

Hoy recordamos especialmente al querido Antonio Vázquez Gallo (imagen), maestro que  alternó la enseñanza con el arte de los guiones y la dirección de programas radiales y televisivos  desde Unión Radio, la célula matriz, de nuestra primera televisora Unión Radio TV, Canal 4. Allí, el pedagogo creó y comandó a fines de los años 40, la escuelita del “Maestro Pulgarón”, cuyos personajes centrales, “Timoteo” y “Cantimplora”, a menos de un mes de inaugurarse nuestra primera planta televisiva, ya aparecieron en la pantalla chica.

Vázquez, entre otros aportes a nuestros medios de comunicación electrónicos, fue el promotor y autor de las primeras aventuras episódicas en la Televisión cubana, durante el primer quinquenio de la década del 50. Iniciadas en su variante cómica, fueron protagonizadas por los excéntricos españoles Gaby, Fofó y Miliki y luego continuadas por sus coterráneos  Papo, Pepe y Pipo.

De esta semilla germinó, en la primera mitad de la década del 50, las obras precursoras de las aventuras heroicas, protagonizadas entonces por Enrique Almirante. Aunque este género tuvo su momento cumbre desde los años 60 con las obras universales y cubanas en dos ediciones diarias, estas escritas pro Vázquez Gallo, aportaron los códigos básicos del género.

Con esta variada programación nuestros pequeños se sentaron por vez primera, mientras caía la tarde, ante el equipo receptor de TV, primero en La Habana y luego en otras provincias.  El surgimiento de varias televisoras en los tres primeros años de los años 50,  diversificó la oferta y poco a poco, sin saberlo configuraron nuestra historia televisiva.  Entre las propuestas más populares estuvieron las escuelitas, modalidad que colmó nuestros estudios televisivos:

En 1951, Alberto Vilar convocó a los alumnos de planteles  e institutos habaneros. En  1952, por  CMQ TV, Canal 6 de los hermanos Mestre Espinosa, surgió la animada por Rosendo Rosell y en su mañana dominical,  en actividad perdida en el olvido, locutores famosos como Germán Pinelli y Eddy Martín se unieron a actrices como Verónica Lynn para atender una de ellas.  En 1953, una de las más famosas fue la “Escuelita Salutaris”, que transmitió el Canal

Ya desde 1952, una vez más nuestra primera televisora,  inauguró las narraciones con  “Los cuentos del abuelito”, a cargo del actor y director Eduardo Casado, lamentablemente fallecido en esa década. Luego vendrían disímiles competencias donde niños y jóvenes demostraban sus conocimientos y habilidades en estudios y en exteriores mientras que “Los chicos Siré”, en el canal 6, CMQ-TV, su eterno competidor, elegía un ganador semanal y otro mensual. Para 1953, el Canal 2, Telemundo, estrenó el “Jurado infantil”, que María Antonia Fariñas llevó a  “El país de las maravillas” del Canal 11 y más tarde al  “Club infantil” donde realizaba “El jardín de las maravillas” culminado en 1954, por el Canal 4.

Fue CMQ TV, en 1953, quien gestó las “Pandillas Cabeza de Perro”, patrocinada por una marca homónima de cerveza, que durante un año permitió, cada domingo a las 7 p.m., el encuentro de muchachos de otras provincias que por añadidura conocían a La Habana  mientras los de esta ciudad se trasladaban a otras provincias e incluso se presentaron en la emisora “Onda Musical de Oriente”.

José Sanabria, el famoso actor del bufo, interpretó en la pequeña pantalla a un simpático anciano en “Los amiguitos de Chichí”, que el Canal 6 difundió entre lunes y sábado a las 6: 00 p.m., a la par que, en otra modalidad aparecía en “Estampas infantiles de Chichí”,  los  domingos. Estos proyectos  luego se renovaron en el Canal 2, Telemundo e hicieron muy popular a ese personaje famoso con un traje oscuro y el clásico sombrero de pajilla plano que se multiplicó en actuaciones fuera de los estudios en tiendas, cines y teatros.

La estrategia comunicacional mercantil de la época y su promoción sistemática en escenarios cotidianos popularizó a estos programas y hasta se crearon muñecos con la imagen de este anciano simpático, práctica extendida a otros personajes televisivos famosos entonces como la “Cachucha”, aquella mujer rubia con un alto moño en la cabeza interpretado por Manela Bustamante y el “Trompoloco”, ese payaso sui generis creado por Erdwin Fernández.

A fines de 1954, el Canal 4,  inauguró el “Teatro infantil”, donde aparecían los personajes de “Cachucha” y “Ramón”, actuados por Manela Bustamante e Idalberto Delgado, espacio que tiempo después fue dirigido en el Canal 2, por nuestro inolvidable Erich Kaupp. Desde 1955, en las “Estampas Infantiles”  de CMQ, Eduardo Muñoz, “El Sevillanito”, potenció la danza y el canto tradicional descubrieron nuevos talentos mientras que en el Canal 4, María Antonia Fariñas condujo cada domingo “Titirilandia” y se diversificaron las temáticas incluso con los concursos de disfraces.

Fue tal el auge que aquellos niños y adolescentes que cantaban, danzaban o actuaban para las  compañías infantiles se volcaron de diversas maneras a la Televisión. Muy pronto, los más avanzados integraron los elencos de los formatos dramatizados para adultos y hasta las protagonizaron las telenovelas. En 1955, el Ministro de Comunicaciones prohibió a los menores de edad  actuar en la pantalla.

El triunfo revolucionario expandió los objetivos didácticos y culturales de los Medios de Comunicación y gracias al talento de otros innumerables hombres y mujeres esta programación se continuó y amplió en carpas circenses, títeres, concursos de canto y baile y disímiles expresiones de la programación infantil.

Este solo ha sido un pretexto para recordar estas prácticas televisivas inaugurales y homenajear a Antonio Emilio Vázquez Gallo, a Erich Kaupp, Premios Nacionales de Televisión, maestros de la magia y la fantasía. Desde entonces, otros creadores dieron sus mejores años al trabajo para niñas y niños en la  Televisión cubana y en otros escenarios educativos y culturales cubanos. En ese gran reservorio hoy destacamos a los admirados y queridos Luciano Mesa, Virginia Wong e Iraida Malberti, galardonados en fecha reciente con el Premio Nacional de Televisión.

Larga sería la lista de creadores que innovaron y aportaron esta tradición televisiva desde los la década del 60, del pasado siglo. En esos proyectos crecimos muchos de nosotros, pero eso será motivo de otro encuentro.


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