Los artistas y profesionales que aparecen ante las cámaras y micrófonos de los medios de comunicación, en los escenarios de las Artes Escénicas y en disímiles actividades masivas, sean o no artísticas, son figuras públicas.
Primero fue la industria cinematográfica. Luego, cuando la radio y la televisión devinieron plataformas de entretenimiento cotidiano, incorporó a los creadores y especialistas que desde el anonimato sustentan a estas voces y rostros
; es decir, guionistas, directores, musicalizadores y otros que se unen en la realización de las producciones mediáticas o las del tradicionalmente denominado ámbito cultural. Gradualmente involucró, además de las estrellas mediáticas o artísticas a las del deporte, la política y hasta la religión.
Este protagonismo es la columna vertebral de un vasto sistema cultural donde las figuras circulan y participan constantemente en diversas empresas, productos, soportes y roles; gracias al sistema de estrellas, el espectáculo, el show y la publicidad; en merchandising descomunal, en la conocida como Industria Cultural.
Estas figuras y su imagen pública profesional ―incluso la privada― sustentan su gestión económica-mercantil, comunicativa y cultural y los convierte en símbolos visuales, iconos y mitos de la sociedad.
En 1958, cuando La Habana vivía su apogeo como polo radiofónico-televisivo de América Latina; por nuestros estudios circulaban los protagonistas más renombrados de la cinematografía, la música y la actuación regional. El triunfo revolucionario genera una transformación raigal y este universo no es ajeno a los cambios. Los medios de comunicación cambian sus objetivos comerciales en los de servicio publico; desaparecen de ellos la publicidad, ―actividad creativa y gestión económica propulsora de la industria de la cultura y del entretenimiento― el sistema de revistas especializadas afines, las numerosas páginas patrocinadas por las empresas mediáticas en las publicaciones periódicas y aquellos estudios fotográficos que la complementaban y alentaban.
Así, por una etapa muy prolongada, se desplazan el protagonismo individual hacia lo colectivo basado en los argumentos de la incongruencia ideológica y la lucha de clases y se subvaloran a estas figuras tanto en lo profesional como en lo personal. No obstante, el tiempo, el alto compromiso social y el ejemplo de muchos de estos hombres y mujeres en el nuevo proyecto social, demostró que tras el vilipendiado oropel del estrellato, sus cacareadas banalidades y superficialidad; había mucho más.
Pasó el tiempo y pasó el águila sobre el mar… y en las últimas décadas presenciamos una revalorización de estos profesionales y de sus roles, humanizándolos ante nuestros ojos.
Ya es común que la radio, la televisión e incluso la industria cinematográfica, incrementen progresivamente las producciones de secciones o programas radiales-televisivos que abordan sus trayectorias de vida, aportes y logros. De igual forma, en nuestras editoriales aparecen cada vez más títulos dedicados a contar sus vidas y en la actividad cotidiana del sector cultural, pululan las peñas y homenajes frecuentes.
Mucha agua tuvo que pasar debajo del puente para producirse el cambio de la perspectiva social de estos agentes culturales. Muchos errores y deslices se cometieron hasta que interiorizamos que por encima de vanidades personales propias de cualquier ser humano, en los éxitos y logros que configuran sus historias de vida hallamos también la historia de la radio, la televisión, el cine, el teatro y la cultura nacional, en su acepción más amplia.
Pasó el tiempo y como el águila siguió volando. Hoy son muchos los convencidos de que al honrarlos y dignificarlos; también honramos y dignificamos al importante acervo y reservorio de nuestra nacionalidad y rescatamos una zona importante del patrimonio y memoria colectiva. Pero suele suceder en ocasiones, que los excesos pueden malograr las buenas intenciones.
Si en el camino de las historias de vida llegamos a la saturación mediática y editorial; si la inundación de entrevistas, ensayos, documentales y libros similares solo surgen por el impulso favorecedor de la moda o con un enfoque superficial, lamentablemente pudiéramos retomar otra espiral negativa que aliente la desvalorización del concepto, del fenómeno en sí.
Para honrar hay que investigar, conocer; documentarse y prepararse. Solo por este camino se llega al respeto y a la admiración. Lo contrario, es irrespeto.
La inserción de estas historias en el momento histórico en que se desarrollaron, la revelación de los hipervínculos y relaciones dialécticas entre el rol del individuo, su entorno y sus circunstancias, serían otros elementos que pudieran alejarnos de excesos que pueden minimizar nuevamente su real valía.