Por su capacidad fundacional, el periodista, actor, pedagogo y acucioso investigador Renaldo Infante Uricazo, Premio Nacional de Radio, despunta como teórico de la comunicación y promotor del arte contemporáneo.

 

La historia de la televisión comienza el 24 de octubre de 1950. El mandatario Carlos Prío Socarrás pronuncia una alocución originada en el Palacio Presidencial, a través del Canal 4, Unión Radio-Televisión, propiedad del español Gaspar Pumarejo. Cuba se convierte en la tercera nación de América Latina en disponer del medio, precedida por México y Brasil.

El 18 de diciembre se instala el servicio experimental de CMQ-Televisión Canal 6, perteneciente a los hermanos Mestre. Tras la apertura, sale al aire, a las 8:30 p.m., el dramatizado de suspenso Tensión, escrito por Marcos Behmaras, creador del humorístico Detrás de la fachada, uno de los más populares a partir de 1958 y durante varios años.


Con la intervención estatal de CMQ-Televisión en septiembre de 1960, y el nacimiento del Instituto Cubano de Radiodifusión el 24 de mayo de 1962, —que en 1975 cambia su nombre por el de Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT)—, surgen ambos sistemas de servicio público, en función educativa, cultural, formativa y de entretenimiento para la sociedad.

Primeros planos

Sin el arte de voces, rostros emblemáticos, talentos que crecieron en los estudios, nombres imprescindibles de escritores, directores, camarógrafos, técnicos de grabación y sonido, musicalizadores, efectistas, asesores, entre otros cultores de diversas disciplinas, sería imposible escuchar y ver musicales, aventuras, cuentos, teatros, novelas radiales y televisivas, donde sentaron cátedra actores y actrices primerísimos.

Basta una breve retrospectiva, sin límites de espacio, ni de tiempo de vida, para traer al presente figuras paradigmáticas, que nunca se han ido definitivamente.

Resplandecen en el complejo universo de las artes escénicas Raquel Revuelta y Gina Cabrera, ambas fundadoras de la “catedral de la imagen” en nuestro país y merecedoras del Premio Nacional de Televisión, estrellas capaces de convencer en diferentes escenarios. Desde sus particulares estilos, temperamentos, carismas, sensibilidades, brillaron en la interpretación de todos los géneros dramáticos, así como en la docencia.

Suave, profunda, dúctil, de timbre cálido, Ofelita Núñez, Premio Nacional de Radio, se destaca por su sensibilidad y estilo en el panorama actoral de la nación.

Maritza Rosales, también Premio Nacional de Televisión, célebre por sus desempeños, asumió dos personajes en la primera telenovela cubana, Historia de tres hermanas, trasmitida a mediados de los años 50 con frecuencia dominical.

Para Margarita Balboa, Premio Nacional de Televisión, primera imagen y voz que apareció en la pequeña pantalla en 1950, la radio fue un desafío mayor. Aportó su maestría en la conducción y como actriz en La novela de las dos, Tu novela de amor, Agente especial, Clave 830, entre otros espacios de Radio Progreso.

Inolvidable la simpatía de Natalia Herrera, Premio Nacional de Humorismo y de Televisión. Segura, convincente, orgánica; atributos que demuestra Marta del Río en la excelencia de cada representación. ¿¡Cómo olvidar su desempeño en Si no fuera por mamá, y en caracterizaciones eficaces por su energía comunicativa!?

Similar realce alcanzan Verónica Lynn, Asseneh Rodríguez y José Antonio Rodríguez, artistas notables que dominan una verdad personal en la piel de otros seres humanos y en la interacción con diferentes personajes, sobre todo iluminan por el raro misterio de hacerlo todo bien. Abiertos o contenidos; intensos o sutiles; provocadores o desconcertantes, convencen en escena, exaltan relatos y puestas.

Espectáculos rutilantes lograron los directores Antonio Vázquez Gallo, Manolo Rifat y Erick Kaupp, por solo mencionar algunas firmas imprescindibles al rememorar grandes musicales, teatros y cuentos en vivo, aventuras de capa y espada, corsarios y piratas, reyes y damas glamorosas; nunca olvidaron que la belleza de la televisión está en su propia evidencia, en sugerir por medio de su expresión veraz, inmediata.

Resulta difícil evocar a personalidades dueñas de un estilo irrepetible, del secreto de no parecerse a nadie en el acto creativo de hacer sentir que lo real está ahí, en la espesura del bosque, la playa soleada o el duro set de la guerra. Difíciles conflictos, riesgos insospechados, circunstancias límites, afrontaron Enrique Almirante, Alejandro Lugo, Julio Alberto Casanova, Raúl Selis, y muchos otros que fueron galanes, médicos, ingenieros, marineros, mecánicos; vivieron como propias existencias ajenas.

Varias familias forman parte de séquitos que iluminan las historias de la radio y la televisión: Coralia Fernández, Ramón Veloz, sus hijos y nietos; Salvador Wood, Patricio Wood y Yolanda Pujols; Amaury Pérez y Consuelo Vidal; René de la Cruz, padre e hijo; Sol y Germán Pinelli; Iván y Héctor Pérez Ramírez; tantos relevantes artistas hacen posible la magia del sonido y la imagen.

“Publicista, redactora, actriz, docente, investigadora, guionista, pocas especialidades le resultan ajenas a Mirta Muñiz Egea, quien ha participado en importantes cambios y procesos de consolidación de la televisión cubana, de la cual es fundadora y Premio Nacional.

En este enlace cómplice, los públicos participarán con anécdotas, moralejas, experiencias, que comparten en solitario o acompañados ante la pantalla o pendientes de la emisión radial. Seguro alguien mencionará las series En silencio ha tenido que ser, Su propia guerra, Día y noche, Algo más que soñar, volverán de pasada Tavo; Julito, el pescador; Reinier, David… Innumerables espacios y sus protagonistas sobreviven al olvido, entran en casa como viejos amigos, de esos que nunca abandonan, conmueven intensamente.

No faltarán quienes al mediodía y a la hora de la cena, recuerden chistes, enredos y situaciones de un programa símbolo de Radio Progreso, Alegrías de sobremesa (1965), gran show humorístico musical, donde personajes con larga y corta vida nos han hecho reír, entre ellos: Rita (Marta Jiménez Oropesa), Paco (Idalberto Delgado), Simeón Alderete (Enrique Arredondo), Rufo (José Antonio Rivero), Maggie (Maggie Castro), Leo (Diana Rosa Suárez), Chacho (Carlos Moctezuma), Estelvina (Aurora Basnuevo) y Sandalio El Bolao (Mario Limonta).

La memoria deviene un asidero potente e irrevocable, para no perder el rumbo a partir de lo que hemos logrado, hacia un futuro promisorio, con los sueños y los pies bien puestos en la tierra, sin despegar la oreja de la radio, ni desviar la atención de la pequeña pantalla.

 

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