En el ultimo cuatrimestre de 1950, Brasil, México y Cuba, inauguran oficialmente sus primeras televisoras y ofrecen desde ese instante, transmisión habitual e ininterrumpida de programas habituales.

Mientras,  España y Portugal, esperaran aun varios años para  establecer sus primeras plantas que, en balbuceos experimentales,  solo brindan  transmisiones aisladas e intermitentes.Las nuestras; propulsadas por las firmas electrónicas norteamericanas y la burguesía nacional aplican una monumental estrategia de posicionamiento y proyección nacional e internacional de los capitales, tecnologías y productos del sector de las telecomunicaciones y de los bienes de consumo. Así se garantizan su  infraestructura, modelos, prácticas y por añadidura; el financiamiento regular de la operación de esas televisoras.

Las investigaciones de mercado de las publicitarias marcaron las pautas de la programación. Por ello no extraña que junto al mimetismo natural de la experiencia norteña y de las versiones de sus productos; se produjera en tanteo perpetuo, la estructuración de propuestas sustentadas en las matrices y expresiones culturales autóctonas e iberoamericanas que en nuestro país, poseían mayor arraigo.

Considerando las diferencias económicas-culturales de los  mercados de EE.UU., y Cuba y ante la necesidad de incrementar  televidentes y anunciantes  a partir de la aceptación de los públicos. Con celeridad asombrosa,  en tanteo perenne y mixtura monumental, se combinaron los productos norteños y sus versiones con los proyectos emanados de la latinidad.   A su favor, tres décadas de ejercicio radiofónico en el más pujante sistema fuera de EE.UU., convertido en polo regional de habla hispana y portuguesa en América latina.

La radio acrisolo la producción y cultura mediáticas y logro la reconversión de lo anglosajón en lo latino. El boom de nuestros creadores, interpretes, productos y formatos en los años cuarenta; demostró la eficacia del modelo gestado en Cuba, que tras su expansión, devino paradigma mediático, comunicativo y cultural.

La feliz circunstancia de que las dos primeras plantas de televisión las establecieran  empresas que regenteaban radioemisoras acelero el proceso. La fortaleza radial financio a la televisión cuando carecía de cadenas nacionales, infraestructura básica, cifra de equipos receptores, audiencias estables y anunciantes.

En menos de tres años ya había cuatro plantas en el Vedado habanero y la cifra siguió incrementándose en el resto del decenio. Como consecuencia, el sistema televisivo cubano creo una alta competitividad sustentada en las nuevas tecnologías, las estrategias de marketing y de comunicación, el sistema de estrellas y la programación.

Así, en monumental y perpetua prueba mercantil, mediática, comunicativa y cultural, los programas, géneros y formatos se ensayaron, rectificaron y renovaron diversificando contenidos, lustrando el oficio y generando ganancias para todos los involucrados.

Desde entonces, no siempre con todos los recursos disponibles, los cubanos aprendimos a hacer televisión, haciéndola y a buscar soluciones operativas para disminuir las debilidades y amenazas.

El triunfo de la Revolución y la posterior reconversión de los medios electrónicos de privado a estatal y de comercial a servicio publico, desde 1960, fue otro momento de  reto monumental.

La televisión de servicio publico ttuvo a su favor los saberes acumulados en nueve años de televisión comercial pero enfrenta una tecnología ya obsoleta, un sistema disperso en las capitales de provincias que generaba grandes zonas de silencio, la falta de liquidez financiara para su renovación en función de los nuevos objetivos y una programación que necesitaba reevaluar muchos de sus contenidos y mensajes acorde con  las nuevas realidades.

La generalización gradual de las nuevas tecnologías – ya experimentadas en La Habana de los cincuenta- tuvo que esperar: El sistema de video tape, comienza a aplicarse en el área educativa desde 1975, y de color y la transmisión de las señales fuera de fronteras, a mediados de los ochenta.

Ninguno de esos factores negativos impidió la reestructuración del sistema televisivo a escala nacional, en progresiva expansión hasta las zonas más recónditas de nuestras serranías y la programación asumió cada vez más, un rol de orientación, formación, educación y elevación del ámbito espiritual de todos los cubanos.

Paso a  paso; con los frutos generosos de la red de telecentros y áreas productivas en  toda nuestra geografía, diversificamos los contenidos y mas tarde derrumbamos las  fronteras físicas, cuando la mayoría de nuestras plantas, irrumpieron con su programación en tiempo real,  por Internet,  a todo el mundo.

Mucha agua ha pasado bajo el puente desde entonces y hoy son otros los retos:

Hoy estamos en transito hacia otro significativo cambio tecnológico: la ineludible digitalización integral de todos los procesos productivos y difusivos que impedirá nuestro aislamiento mediático, optimizara la  interactividad con todo el orbe y producirá un salto en la definición, resolución, herramientas y capacidades expresivas y la estética de nuestros productos y servicios. Ello requerirá de una inversión colosal, que dadas las reglas reinantes en el mercado actual, no serán definitivas a mediano plazo, porque esta marcada por una temprana obsolescencia.

Pero la renovación tecnológica, realizada una vez mas en medio de una crisis económica, no lo es todo La televisión vive nuevos tiempos y exige nuevas perspectivas:

La rentabilidad económica del sistema productivo-difusivo no debe atentar contra la calidad y el tratamiento diferenciado que motive a creadores, técnicos, especialistas y artistas; a dar lo mejor de su talento y de su creatividad.

La importante y necesaria eficiencia de la gestión creativa –productiva debe considerar junto al eficaz flujo organizativo, la disciplina tecnológica en todos los eslabones del sistema.

La calificación de nuestra propuesta pasa también por una real valoración técnico-cultural de los programas; de una factura que integre profesionalmente a todas las disciplinas en cada segundo en pantalla;  por un mayor conocimiento técnico-cultural de los decisores; por una formación sólida y coherente de las especialidades y por el ineludible transito ascendente de uno a otro ámbito o jerarquía.

Hacer televisión en las condiciones que la hacemos, constituye un milagro cotidiano que emana de la calidad del capital humano que hace la televisión.

El volumen y continuidad de la oferta televisiva demanda entrega, perseverancia y sacrificio. Eso nos sobra.

Pero la filosofía que genera una actividad como esta y el compromiso de nuestra misión,  exigen además: la actualización y elevación perenne de nuestro horizonte técnico-cultural para ofrecer un mejor resultado; mucha sensibilidad humana –artística; amor y  sentimiento compartido.

Es ineludible prescindir de quienes sean incapaces de crecer, de algunos que solo anhelan la notoriedad del reconocimiento publico, la ampliación de sus relaciones y esencialmente, sus propios beneficios. Solo así,   a las funciones decisoras accederán ejecutivos, asesores y realizadores, verdaderamente calificados.

La modernización de la pantalla rebasa el uso del diseño de imágenes surgidas en sistemas computarizados, de la práctica de los recursos expresivos que anulan los parámetros tradicionales del audio, la  imagen o la composición de los planos.

La renovación y hasta la experimentación solo son posibles cuando se domina el oficio y cada programa,  se planifica y agota todas sus posibilidades de enriquecimiento.

Estos tiempos demandan verdaderas actitudes y aptitudes  para cambiar todo lo que debe ser cambiado; para que el facilismo, la incompetencia,  la mediocridad estética y artística no generen hasta la saciedad;  las mismas propuestas, historias, formatos, programas, creadores e interpretes.

Sesenta y dos años de televisión no han sido baldíos.  En ellos; miles de hombres y mujeres de la televisión hallaron en ella un sentido para sus vidas y al crecer día a día;  se han ganado el respeto y el cariño del destinatario de su labor: el pueblo.

Somos capaces de perfeccionar nuestro quehacer cotidiano y finalmente, lograr la televisión que queremos tener.

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