La televisión cubana  en seis décadas de servicio público ha potenciado  progresivamente sus horas de transmisión diaria, televisoras y soportes informáticos y la promoción informativa, científica y cultural, con el gran esfuerzo que significa  hacer televisión con recursos limitados. Pero no todas sus carencias o ausencias se relacionan con las limitaciones financieras o tecnológicas.

Entre los decenios del  sesenta al sesenta nuestra tecnología norteamericana era en su mayoría,  obsoleta. La inexistencia del videotape, complejizaba la realización, producción y  difusión televisivas; las pocas cámaras en operación eran enormes, pesadas y carecían de las posibilidades actuales; las luces eran monumentales y lo que hoy llamamos efectos especiales eran artilugios de puro oficio sustentados en las leyes ópticas como las maquetas que creaban la ilusión de grandes edificaciones, ríos y mares montados a escala reducida en los estudios.

En esas condiciones, nuestra televisión alterna puestas fastuosas y practicas racionales de la representación clásica y moderna. Es cierto que televisión actual es muy costosa y que se produce en medio de una crisis global. También lo es que nuestra vasta infraestructura de sistema público cubre toda la geografía del país y el ciberespacio y que ella misma y algunos géneros específicos, visto desde esa óptica, precisa mayores recursos financieros y tecnologías.

Pero hay mucho más. Existen enfoques y conceptos artísticos que encasillan a determinadas expresiones culturales en marcos limitados, marcando tendencias a las que nos aferramos como principios inalterables. Ello hace que los musicales de horario estelar generalmente incluyan escenas humorísticas o que formatos tan diversos como los promocionales incluyan siempre una interpretación musical o un video clip.

Las expresiones de las Artes Escénicas no escapan de este karma, pus solo se concibe la representación de zarzuelas, operas, operetas y obras de teatro nacionales en producciones complejas con  ambientes de aproximación realista y detallista. Ante las limitaciones para producirlas en esta variante las anulamos de las prácticas cotidianas y se convierten en grandes ausentes de nuestra programación.

En los primeros decenios de nuestra televisión espacios habituales recrearon fielmente y con magnificencia  estas obras y en paralelo, numerosas revistas musicales variadas presentaban frecuentemente a   las más famosas divas y tenores cantando los lieders mas notables y con ello, estas expresiones culturales amplían sus segmentos de públicos. Lo mismo sucedía con los solos,  duetos y pequeños formatos de ballet clásico y otras variantes de música y danza de Ibero América.

Hoy cuando el teatro lírico nacional se revitaliza, la televisión queda a la zaga en la expansión del meritorio repertorio cubano que posee relevancia de patrimonio universal… por ello nos preguntamos. ¿Cuantos jóvenes conocen la obra de Lecuona, Prats, Roig, Guzmán y el resto de los pilares de la cancionistica nacional?

Las mismas razones productivas que anularon en la pantalla las versiones audiovisuales de  zarzuelas,  operas, operetas; desterraron a la novela  literaria y al  teatro clásico universal que ocupaba espacios regulares y extendían a todos los ciudadanos el reservorio inagotable de la cultura mundial y de la propia.

Aunque la modalidad tradicional de estos géneros sea costosa habría que repensar si la  importancia y efectividad comunicativa-cultural de algunas obras no amerita explorar nuevas alternativas, incluso la coproducían con entidades del Ministerio de Cultura que aligeren sus costos y den por resultado un producto digno con múltiples propósitos, incluso,  el de base material de estudio para la enseñanza artística nacional.

Si el género lírico se incluye hoy en espectáculos celebrados en colosales estadiums o programas habituales contemporáneos donde tenores de talla mundial prescinden de escenografitas, vestuarios y ambientación epocales; solos ante el micrófono… ¿Que impide que podamos hacer algo similar en la televisión? Me niego a aceptar que no existan modalidades que los devuelvan a la pantalla de una manera eficiente y con racionalidad económica.

Mientras, comencemos a derrumbar los muros de la topología de programas impuestos a contrapelo de nuestras propias tradiciones e incluyamos a toda la música o la danza  en escenas independientes o interpretación de números específicos en los programas musicales no especializados.

Entre otros ejemplos están el circo, la música y danza campesina nacional, la autóctona de otros países iberoamericanos y el movimiento coral:

La primera, ha tenido por décadas, a Palmas y cañas, como único reducto de la televisión nacional que la esparce por toda Cuba, olvidando que Coralia Fernández, Ramón Veloz, Eduardo Saborit y Jesús Orta Ruiz, entre otros de sus adalides, se hicieron famosos durante decenios porque transitaron por los más diversos formatos televisivos.

En lo referente a los coros, se produce una gran paradoja. Son frecuentes las entrevistas a sus líderes en nuestros estudios televisivos cuando obtienen numerosos lauros internacionales o en ocasión de sus eventos pero su interpretación ante las cámaras, salvo casos aislados,  esta ausente. Por su valía y tradición, merecería una estrategia progresiva que reactivara su recepción en el audiovisual; ello evitaría el rechazo que produce programar, en horario estelar,  un programa completo de media hora dedicado a una sola agrupación coral, tras décadas de ausencia.

La reiteración o saturación de los mismos recursos, temáticas y lecturas en los géneros y formatos de la producción dramatizada  tradicional también genera distorsiones y ausencias. Pese a que ello se atribuye a la depresión económica general, el otro fenómeno complejo.

Antaño, la pantalla ofrecía un espacio semanal de cuentos, teatros, series y aventuras que esparcían la narrativa y la dramaturgia clásica propia o universal y muchas de estas escenificaciones;  solo precisaron de un telón,  – generalmente sustituido por un modesto backing de  color adecuado- algunas luces y actores y actrices de altos kilates que derrocharon actuaciones que hicieron vibrar a los televidentes.

Hoy muchos de estos formatos aparecen ocasionalmente. Como resultante, todo el peso del sistema de formatos sustentados en el drama y la comedia; recae en los unitarios y en las telenovelas. Los primeros –los mal llamados tele play- solo se emiten como programación de estreno en algunas temporadas o en reposición durante los periodos vacacionales o festivos y cubren una hora de programación en un día del año; aunque tienen a su favor que por su baja producción permiten una mayor elaboración artística.

La telenovela concentra el mayor presupuesto pero puede resultar una odisea  donde no siempre el barco de Ulyses  llega en buenas condiciones al puerto añorado y carga la pesada misión de suplir un amplio espectro temático, epocal, genérico o estilístico de formatos con rasgos muy diferenciados.

En las últimas décadas su producción se ha centrado, salvo excepciones, en situaciones de la vida cotidiana actual, reiterando los mismos o similares escenarios capitalinos, conflictos y personajes tipos y locaciones; practica replicada en los proyectos dramatizados de orientación social, los de mayor peso específico cuantitativo en la semana y en otros. Como resultante se excluyen  zonas importantes de nuestra sociedad.

Cuando en aras del reflejo de la realidad en la ficción,  un volumen considerable de obras repite las problemáticas y conflictos  de familias,  parejas, individuos o generaciones; se estructura  inconscientemente una imagen deformada de la Cuba actual,  en tanto obvia otras zonas de la cotidianidad.  Habría que alternar además de ambientes y épocas, lo contradictorio y conflictivo con lo que no lo es, lo trágico y lo cómico,  lo viejo y lo nuevo, lo conservador y lo tangresor; lo formativo y lo lúdico. En esa mixtura, hallaremos la aproximación a la realidad concreta.

Cuando el televidente rechaza un tema, personaje o conflicto en una de ellas y lo reencuentra en otras, se provoca un efecto domino potenciado exponencialmente, lo cual pone en peligro su  efectividad comunicativa-persuasiva y por ende, la económica. Una planificación equilibrada a largo plazo evitaría que la insatisfacción lleve al rechazo y de ahí al desinterés.

La única y esperada telenovela cubana de estreno anual,  difundida en horario estelar en días alternos, pretende satisfacer las necesidades, gustos y preferencias de toda la población en todos los géneros dramatizados. Ello, mas que utopía,  alcanza visos de quimera onírica. Bienvenida la modernidad mientras no anule la creatividad en las rutinas productivas y no genere la monotonía tan cercana al acomodamiento.

Nos falta aun mucho en la comprensión de que la diversidad es un eje vital para mantener el interés en cada proyecto y en el diseño de programación integral. Así, se abarcarían diversos segmentos de público y se renovarían las miradas e intencionalidades.

En estas ausencias hay muchas percepciones subjetivas que atentan contra el talento, la creatividad,  el oficio y la profesionalidad.

Por su importancia comunicativa-cultural,  bien vale la pena, alternar otros los recursos mecanismos y valorar otras perspectivas.

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