El tiempo va acumulando percepciones y perspectivas sobre cualquier fenómeno y un día descubrimos que muchos presupuestos se han constituido en verdades absolutas y poseen solidez inconmovibles pese a no constituir una verdad objetiva.
Al igual que muchos ámbitos, la televisión --esa zona de la producción simbólica imbricada ineludiblemente a nuestra cotidianidad-- ha asimilado y a la vez resistido tenaz y renovadora la hegemonía de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información, y a la vez se ha valido de ellas para crear nuevas formas de expresión.
Ya se hizo tradición encasillar como romántica, melodramática y folletinesca a las telenovelas, aunque desde su surgimiento en Cuba (La Habana, 1952) también reflejaron el contexto social en sus imágenes, temas y diálogos. Lo más común es que se le identifique y encasille en aquellos rasgos vinculados a estas matrices milenarias que la nutrieron de sus recursos y códigos esenciales, y que además resultan los más evidentes aunque provinieran de sus predecesores el cine y la radio, por solo citar los más relevantes.
Les aseguro que a esta altura del partido, la mayoría de esos recursos y códigos no son privativos de los seriados. Aunque muchos afirmarían que estos elementos de la dramaturgia y de la narración electrónica amorosa solo aparecen en las telenovelas, sin embargo, un ligero muestreo de los más variados proyectos televisivos contemporáneos revela la apropiación de los rasgos que las identifican, especialmente de algunos que han sido objeto de crítica durante décadas.
Entre otros, aparece la reiteración múltiple de diálogos y situaciones como recurso dramatúrgico, práctica condicionada desde sus orígenes por la estructura en bloques de la narración electrónica que permitía insertar cuñas o spots publicitarios y que impuso tras el mensaje comercial, retomar el dialogo precedente para ubicar en situación al televidente.
El análisis de los documentales, informativos e incluso los de resultados investigativos variados que predominan hoy en la pantalla global conjugan el concepto de espectáculo con una dramaturgia que mucho se parece a la de una telenovela.
Si observamos los reportes de investigación policial o forense, muchos documentales “científicos” sobre personajes o animales mitológicos, o los documentales sobre la biodiversidad y el medio ambiente encontraremos su estructura en bloques, la reiteración sostenida del resultado de la pesquisa a la usanza de un relato tradicional, la recapitulación periódica del resultado obtenido en cada momento, la asignación de roles como el héroe, la víctima y el villano, animales u objetos inanimados e incluso el uso del suspenso en el montaje de imágenes y textos.
A este fenómeno se adiciona otro elemento vital. La fusión entre la realidad y la ficción.
Los productos comunicativos y culturales orientados hacia audiencias masivas surgidos con la era industrial desarrollaron dicha relación desde siglos anteriores.
En las últimas décadas las infinitas posibilidades de la digitalización alcanzan a toda la producción televisiva y convierten a la información y a la noticia --supuestamente sustentadas en la verdad, la realidad y los hechos objetivos-- en un montaje dramatúrgico, ficticio que a partir de algún elemento real genera una situación imaginaria o manipulada visualmente con tal fantasía e ilusión engañosa que nada tendría que envidiarle a las telenovelas latinas.
En tiempos cuando la fusión y la hibridez parecen inundar como práctica habitual todos los géneros o tipos de creación artística, o simbólica al espectáculo se suman la progresión dramatúrgica para crear una realidad virtual que en muchos casos nada tiene que ver con el hecho objetivo.
Se tergiversan en muchas ocasiones hechos históricos, descubrimientos científicos, sucesos y realidades. No es baldío apuntar que cuando estas prácticas se producen en el entorno de una producción audiovisual dominada por unos pocos emporios globales --ya sean del entretenimiento o de la información noticiosa-- y ello contribuye a que esta rutina productiva se expanda, los presupuestos teóricos configuren un estilo, una forma de hacer que se va creando tradición y que por añadidura es replicado una y otra vez por otros países.
Así las cosas, como otros recursos, el proceso de replicar y manipular la realidad, atributo que por decenios se le endilgo a la telenovela, hoy constituye la práctica común de la moderna producción televisiva que ha realizado una reconversión de los modos de contar la historia y los resortes más exitosos de la ficción telenovelesca.
El fenómeno alcanza tales proporciones que no sería vergüenza afirmar que en algunas telenovelas actuales hallamos más realidad de la que existe en los propios ámbitos informativos y noticiosos.
Unas y otros como productos simbólicos masivos, muestran una visión, mirada, perspectiva, un peculiar reflejo de la realidad que ya muchos saben que puede construirse desde situaciones reales o imaginarias de la vida cotidiana.
Hay mucha tela aún por donde cortar sobre este tema, pero les prometo que en algún momento lo retomaremos.