El título del programa televisivo sigue sonando en los medios de comunicación porque sus competidores y entrenadores se presentan lo mismo en Villa Clara que en Pinar del Río, donde sus seguidores “pueden tocar” a los cantantes de sus preferencias que siguieron por varias semanas.
Más allá del logro indiscutible de un altísimo nivel de gusto y de teleaudiencia como no se conseguía en nuestro país desde hace años, Sonando en Cuba ha devenido un proyecto cultural que defiende en primer término la música de la mayor de las Antillas, y ha conseguido que una buena cantidad de jóvenes conozcan autores de los que sólo solían hablar como hitos “viejos”.
Su puesta televisiva contemporánea, con el despliegue de luces y pantallas que requiere un espectáculo de esta naturaleza y realizado con una adecuada concepción estética (recuérdese que espacios como Megasábado tuvo similares recursos), han hecho exclamar a algunas personas: “¡es caro!”. Yo digo que carísimo, no en el sentido monetario sino en el de “querido”, porque la televisión es cara y por tanto hasta el producto más barato, utiliza recursos que si son bien empleados como en este caso, bienvenidos sean.
Opino que sus aciertos se pueden resumir en:
—Se mantuvieron los logros de la primera temporada: la puesta en escena y visualidad, el logotipo tan sencillo como identitario; dar a conocer lugares de Cuba, aunque no de la misma forma que se hizo la primera vez y la razón de ser del programa: la competencia.
—Esta vez el casting fue hecho por tres zonas geográficas, lo cual propició que mayor cantidad de aspirantes pudieran presentarse en ciudades más cercanas a sus territorios de residencia; y no fueron totalmente aficionados, de ahí una mayor calidad.
—Asistieron como invitados para una breve entrevista figuras importantes, de diversas generaciones y cultores de distintos géneros, quienes alabaron el programa en tanto muestra de cubanía y de los mejores valores del pueblo cubano.
—Al filmarse, ensayarse, recibir clases, en el teatro Astral, acondicionado como foro para este tipo de espectáculo, se pudo grabar programa a programa, lo que permitía corregir el tiro.
—Se estableció el premio de la popularidad, “un buen gancho” para que el público premiara al concursante más popular, que no siempre coincide con el mejor. También, por etapas se permitió a los televidentes “salvar” a su aspirante preferido para que continuara en la lid. Curiosamente, si no me equivoco, sólo en una oportunidad una de las tres finalistas fue a la “zona caliente”
—Fueron incluidos todos los géneros de nuestra música y se cantaron piezas de compositores de diversas generaciones.
—Los 24 finalistas tuvieron tres entrenadores que cumplieron muy bien su función: prepararon a los muchachos, junto a otros músicos, para que se robustecieran como cantantes y aprendieran a moverse en un escenario, porque hubo hasta clase de bailes. Haila, Mayito y Paulito se crecieron y despertaron la admiración, como maestros, en el público que los sigue.
—Peinado, maquillaje, y el vestuario fueron en general muy bien escogidos, para los entrenadores, los concursantes y los invitados.
—La estrategia de comunicación incluyó, entre otras acciones, programa radial homónimo por Radio Taino, página web con videos y constantemente actualizada, visitas a diferentes lugares, votación, afiches, pulóveres, presencia en el programa Al Mediodía en TV, y descargas de información en los celulares.
Para las próximas entregas tendrán que valorar la forma de la competencia, que sea por regiones con un entrenador para cada zona, lo que estimula la competencia; pero cuando queden tres finalistas por área, por ejemplo, que un jurado ajeno a la preparación, juzgue y seleccione paulatinamente a la representación cubana: recuérdese que el venidero será un espacio de Cuba y Puerto Rico.
Filmarlo semana a semana, permite hacer un guión apegado a la actualidad, guión que los conductores deben respetar, para evitar improvisaciones que le restan calidad al espectáculo. Y cuidar que en el programa final, desde el principio se muestren todos los afiches de quien triunfe, para que luego no se diga que el premio se conocía de antemano.
Y, bueno, voy al título de esta nota: ¿Es Sonando en Cuba nuestra voz? Sí, en tanto proyecto de defensa de nuestra cultura, pero no como copia de los programas homónimos de diferentes latitudes. Además, antes de este espacio, en Cuba existieron La Corte Suprema del Arte, Todo el Mundo Canta y otras entregas televisivas de participación. ¿Habría que copiar al carbón a Todo el Mundo Canta? ¡No! El despliegue tecnológico actual haría de ese programa una propuesta obsoleta.
Pero, además, el popular programa no es la VOZ porque en sus pantallas led estuvo nuestra bandera, sino porque los concursantes fueron a hogares de ancianos y de niños sin amparo filial, a hospitales, a Baracoa a raíz del desastre de Matthew, a tirarle flores a Camilo en el mar o escucharon atentamente las clases de Argelia Fragoso y de otras tantas personalidades del mundo musical que le ofrecieron su magisterio a los finalistas.
El programa cumplió con su bien pensado eslogan: música para ganar. Hayla, Mayito y Paulito se merecen no sólo el disco que se les grabará, sino el respeto de una teleaudiencia que los vio semana tras semana, haciendo crecer a sus pupilos y teniendo que ir eliminándolos uno a uno.
Respeto que se hace extensivo a los otros músicos que durante todo el certamen se dedicaron a la enseñanza y a los que ofrecieron clases magistrales, todo esto posibilitó que Sonando… no sólo tuviera un empaque visual sino musical.
Y aplausos para Manolito Ortega, los camarógrafos, sonidistas, escenógrafos, maquillistas, peluqueros, vestuaristas, choferes, productores; todo un colectivo que por su cohesión y profesionalidad, contribuyó además, junto a los mentores, a que 24 jóvenes, todos con posibilidades, entablaran una amistad más fuerte que la rivalidad existente entre ellos. Todos harán giras por Cuba y ya de hecho se están presentando en diferentes escenarios.
Las palmas también para RTV Comercial, hasta ahora un Rey Midas: ha producido Conducta de Ernesto Daranas, Penumbras, de Charlie Medina, Esteban de Jonal Cosculluela, entre otros filmes. Tiene en su haber las series Habitat, dedicada a la flora y la fauna de Cuba, dirigida por Randol Menéndez; De amores y esperanzas, de Raquel González; Duaba, la odisea del honor y UNO, ambas dirigidas por Roly Peña. En fin, que vengan más Sonando… aunque ahora tendremos un Bailando en Cuba.