Con una larga y fructífera carrera contó con el cariño, respeto y admiración de su pueblo.
El pasado 24 de agosto estuviera celebrando un aniversario más de su nacimiento en 1944, este actor excepcional que fue Rogelio Blaín. En una entrevista, hace algunos años, nos contó muchas de sus experiencias en algunos de algunos trabajos de su destacada carrera. Hoy compartimos algunos comentarios que en aquella ocasión nos hiciera Blaín junto a su esposa Rosa, en breve encuentro concertado en su casa, ya arrastrando algunos problemas de salud y el peso de los años.
Comenzó diciéndonos:
«Comienzo como aficionado en 1966. Humberto Solás, quien había tenido mucho éxito con Manuela, buscaba actores para hacer Lucía, y fui seleccionado para el elenco. Realice un importante papel: el Antonio, del segundo cuento.
En las tablas conoció a sus entrañables colegas que más tarde serian sus amigos, hermanos, compañeros: Enrique Molina y Enrique Almirante…
«Teniendo en cuenta que mis inicios fueron como aficionado de las FAR, sin ningún tipo de entrenamiento ni escuela –todo era empíricamente–, cuando ya como profesional llego al cine, la radio y la televisión, el trabajo junto a actores ya con vasta experiencia en estos medios, fueron mi mejor escuela.
«No obstante, pasé determinados cursos en los años 1960 que se habían creado por la televisión. El trabajo diario, la dedicación y la disciplina me fueron formando en el trabajo actual.
«Por supuesto que yo mismo encuentro grandes diferencias entre mis primeros trabajos y el actual.
«Son muchas cosas que tiene que tener en cuenta un actor: voz y dicción, movimiento corporal, adentrarse en los personajes, utilizar la memoria emotiva que, claro está, mientras más años uno va adquiriendo y va acumulando, y esto nos sirve para interpretar personajes negativos, positivos, escenas dramáticas y por qué no, también escenas, digamos que alegres.
«Hice una novela bajo la dirección de Xiomara Blanco, donde interpreté un padre de familia con grandes problemas de comunicación con sus seres queridos. También realicé seriales policíacos como Tras la huella, donde interpreté a un delincuente.
Blaín junto a su esposa Rosa en su residencia en La Habana (Foto: Luis Casariego)
«Hay dos personajes que recordaré con gran cariño. El primero fue Enrique de Lagardere, el cual me dio la oportunidad de hacer dos personajes en el mismo espacio: Lagardere y Esopo. Fue la primera aventura que se grabó en video y que me hizo muy popular. El otro fue Lucio Contreras en la gran novela Tierra Brava, de Xiomara Blanco; un personaje donde un actor se puede desempeñar en todas las facetas de la actuación. Estos personajes me dieron muchas satisfacciones, pero a pesar de eso, considero que me quedó mucho camino por andar y mucho que aprender en mi trabajo actoral. Esta es una profesión que, considero, nunca se llega al final.
«Aunque siempre dije que tengo predilección por el cine y la televisión, es en esta última donde mejor me desenvolví, debe ser porque por más de 40 años es en donde me he desempeñado y más me ha dado a conocer.
«A simple vista existe una gran diferencia entre la televisión en vivo y el video. En la televisión en vivo había pocos ensayos, había que reaccionar de inmediato, no podías equivocarte, tenías que ejercitar la memoria, construir el personaje en todos los aspectos y en muy poco tiempo. Se trabajaba con más tensión, esto por supuesto, al cabo de los años da un entrenamiento que no sólo se revierte en profesionalismo, sino también en disciplina, estudio y mucha voluntad.
«El video te da cierta confianza, trabajas más relajado, toda vez que hay mayor preparación. Además, si algo quedara mal o no le gustó al director se puede repetir. Esto no quiere decir que sea más fácil, porque siempre que un actor sale a escena tiene que dar todo de sí como si fuera en vivo.
«A Caricatos lo vi nacer. Fui y he sido testigo de la seriedad y el rigor con que sus directivos y especialistas trabajan para el bienestar de sus representados. En cuanto pasé a la jubilación, decidí formar parte de esta agencia que nos representa. No obstante, desde tiempo atrás me sentía parte de ella, no sólo porque su director Enrique Almirante era un hermano para mí, sino por las buenas relaciones de amistad y compañerismo que prevalecen con todos sus integrantes.»
Nos contaba Blaín, que siempre le llamó la atención las novelas que su familia escuchaba por la radio; su papá le compró una guitarra y él trató de cantar, pero descubrió que eso no era su fuerte. Aunque nació en Bauta, su familia se mudó a La Habana en el año 1952 y descubrió la televisión donde veía todos los seriales de la época como Patrulla de Caminos, Rin Tin Tin, El Zorro y otros tantos; ahí decidió que quería ser actor, pero no sabía cómo.
Ya adolescente se empleó en una fábrica de tabacos con un tío y allí con el lector de tabaquería se entusiasmó con los personajes y de vez en cuando le pedía que lo dejara leer y sin darse cuenta se metía en el papel y casi lo escenificaba…
En la tabaquería se montaban obras de teatro para los trabajadores y al ver su interés le preguntaron si deseaba participar con un pequeño papel y aceptó; era de sereno y apenas tenía dos bocadillos. Un día el que hacía de cazador no llegó a tiempo, le preguntaron si se atrevía a asumir su papel y lo hizo, pues se sabía de memoria toda la obra. Ganaron un primer premio.
Lo llaman al SMG, aunque ya era figurante en el ICAIC y comienza a participar en los Festivales de aficionados de las FAR donde actuó con: Manuel Porto, Juan Julio Alfonso y Arístides Estévez en la obra Farsa y Justicia del señor Comendador y en donde volvieron a ganar otro primer premio.
En una ocasión lo llama el político de la unidad y le dice que está en un listado para trabajar en el ICR, aun siendo recluta, dice él que se sintió el “rey del mundo”, aunque solo ganaba siete pesos; lo aceptaron y comenzó a filmar Marco Polo, bajo la dirección de Erik Kaupp. También hizo en radio Sector 40 y Móvil 8 con ese otro grande de la TV, Luís Alberto Ramírez, el famoso teniente Amaury. También trabajó en la radio con Alejandro Lugo en un programa que se llamó Vivimos en Campo Alegre y en las aventuras de Nguyen Sun, el guerrillero, con Julio Lott.
Hizo aventuras, grandes novelas, teleplays y todo lo que tuviera que ver con los medios televisivos. En cine protagonizó un español que se pasa a los mambises y le pusieron de nombre “el galleguito”.
Xiomara Blanco, esa mujer gigante de las telenovelas cubanas, un día se le acercó y le dijo: «Blaín estoy haciendo una adaptación de Media Luna, de la escritora Dora Alonso y he pensado en ti para el protagónico de Lucio Contreras». Nos comentó que fue una razón más para sentirse seguro en sus afanes de actor. Nos contaba en esa ocasión una anécdota muy interesante: Montando a caballo para la novela se cayó y le produjo un esguince y posteriormente sufrió un infarto, pero él no quiso que nadie los sustituyera y es por lo que, a partir de ahí, Lucio Contreras apareció el resto de la novela sentado en una silla de ruedas.
Este actor se mantuvo en magnífica forma física hasta su jubilación; dijo: «que no sería retirado y que, si lo llamaban nuevamente, estaba dispuesto a volver ante las cámaras porque ya las consideraba parte de su vida».
Recibió la distinción Artista de Mérito de la Radio y la Televisión cubanas. Título honorífico en la edición del Premio Enrique Almirante (2015). Este gran actor, que el 24 de agosto hubiese cumplido 79 años, falleció hace cinco años en La Habana, el día 13 de mayo de 2018.