“El espectáculo artístico no es una extensión de la realidad cotidiana, sino, en todo caso, una extensión de la realidad subjetiva del artista y del espectador, en la medida en que es una objetivación del contenido ideológico y emocional del hombre”.

texto Dialéctica del espectador, la recuerdo a propósito de Soledad, segunda temporada de la puesta televisual Bajo el mismo sol (Cubavisión, lunes, miércoles y viernes, 9:00 p.m.), la cual motivó reflexiones de los públicos sobre la falta de comunicación, el desamor, la intolerancia y la violencia, entre otras actitudes que generan conflictos en la sociedad contemporánea.

Esta lúcida aseveración del cineasta Tomás Gutiérrez Alea, Titón, en el

Los propósitos de denunciar, plantear análisis individuales y colectivos, impedir ocultamientos conscientes o inconscientes de que existe violencia doméstica y no podemos vivir a espaldas de esta situación, dinamizan presupuestos de la obra, con guión de Freddy Domínguez y dirección de Ernesto Fiallo, que en el mensaje lingüístico y la polisemia de las imágenes -mantiene una fuerte cadena flotante de significados- remarcan intenciones explícitas en demasía, recurrentes en llamados de atención, con excesos de didactismo.

Sin duda, resulta impostergable interesar a diferentes generaciones, colocar en el debate hogareño temas, conflictos, circunstancias, abordados en Soledad; no obstante, faltaron matices en la trama, lo que repercutió en la representación de personajes, en el desarrollo y soluciones de conflictos.

Para escenificar el ciclo en que transcurre la violencia, no basta con alargar una acción subordinada -Saúl(Julio César Ramírez) versus Odalys (Tamara Castellanos), estelares en sus desempeños-, se precisa aprovechar en toda su magnitud la repercusión que tuvo en el personaje masculino, la nefasta relación entre los padres, cómo trasciende su actitud en la formación de la hija; una mayor eficiencia dramatúrgica permitiría la deconstrucción del patriarcado, su expresión machista desde la niñez y la prevención de la violencia de género.

Miedos, angustias, frustraciones, originaron sensaciones apabullantes en varios capítulos, en los que prevalecieron escenas caracterizadoras, en franco olvido de la necesidad de los telespectadores de ver la historia en acción, esta no se limita a secuencias de actos violentos; se relaciona con el cambio de equilibrio, a partir del enfrentamiento de bandos en pugna.

Hubo actuaciones memorables, entre ellas las del primer actor Raúl Pomares (Simón) y el niño Abdel Castro (Rudy), Aseneh Rodríguez (María) y Emar Xor Oña (Lázaro); personajes e interpretaciones que aportan a la relación abuelo-nieto y madre e hijo, calidez, entendimiento, amor, sentimientos imprescindibles en las relaciones familiares.

Soledad demostró que la violencia, la pérdida de valores, la incomunicación son malas consejeras, y cómo el arte audiovisual alerta, promueve el diálogo, conmociona, en beneficio del ser humano.

 

Tomado de Bohemia

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