Pacazo, ese fue el nombre con el que bautizamos sus amigos las alegres tertulias en su casa, donde la verdad y la polémica juntaban fuerzas arrolladoras para que la lumbre fuera tan auténtica y valiente como la anfitriona: Paquita Armas. Esta vez no hubo arroz con vegetales (su afamada receta) y el hogar fue ese otro espacio, suerte de segunda morada, La sala Villena de la UNEAC.

Allí estuvimos esta mañana para agradecer, compartir anécdotas, y entre risas y emociones evocar la presencia de una mujer de inconmensurable dimensión. A la cubana periodista, crítica de televisión, escritora, intelectual revolucionaria, marxista y fidelista. La amiga que en tono maternal (y nadie dude de la severidad de una madre justa) supo sembrarnos a cada uno ese modo en que se nos queda, para que sigamos andando la senda comprometida. A la vecina querida, a la respetada cuestionadora, a la persona que supo unir tanto bueno sin importar idiomas, distancias, ni aparentes diferencias.

Para la Paca hoy la gratitud de su UPEC en el reconocimiento que le hiciera el presidente nacional de la organización Ricardo Ronquillo, al apuntar sobre su capacidad de aupar a los más jóvenes sin temer a las diferencias generacionales (“tengo sangre para la juventud…” solía decir sonriendo, con orgullo de su relación con los muchachos). También fue ese el testimonio de Yasel Toledo, vicepresidente de la Asociación Hermanos Saíz y director de la revista El Caimán Barbudo, publicación a la que ella consagrara una parte valiosa de su energía vital, y que él reciprocara con amor de hijo, así como el resto de los equipos y redacciones de la Casa Editora Abril: los hermanos de tantas batallas por amor a Cuba: Iramis, Yamilet, Joaquín, y la joven Beatriz que, hoy fueron allí todos ellos.

Fue emotiva la descripción del rigor necesario, como calificara Rudy Mora, al modo imprescindible con el que acompañó su obra, la palabra reveladora de Marino Luzardo que provocó la carcajada del auditorio, y que aseveró su capacidad para ver los detalles de los que nadie se percataba en una transmisión en vivo. Tal era su amor por la televisión y su dominio de ese medio.

El respeto y el cariño de la UNEAC a una compañera entregada, exigente, indetenible y justa, a la que sentí sonreír al escuchar a nuestro presidente Luis Morlote, y a la jefa de la Sección de Cine Radio y Televisión Lourdes de los Santos. Entre los intelectuales y artistas ella era una autoridad, se lo ganó y había que oírla, comentó la vicepresidenta de esta organización, Magda Resik, que condujo con su elocuencia habitual este hermoso encuentro.

 La Premio Nacional de Edición, Neyda Izquierdo, quién fuera la editora de su título más reciente Con el corazón en el mano dedicado a reconocer a los protagonistas de la cirugía cardiovascular en Cuba, una suerte de recuento histórico y testimonio de una paciente muy especial, aportó la paz camaraderil de sus encuentros con Paquita, que no siempre era mar embravecido.

“Unía y fundaba, peleaba y reía. Rara vez, es la más estricta verdad, rara vez no tenía toda la razón”. Por WhatsApp llegó el mensaje del periodista Humberto López “su muchacho” que, sin descuidar el deber, encontró el modo de estar como lo hizo siempre que ella lo necesitó.

Fidel Díaz Castro puso la nota cubanísima, y entre risas y acordes de una guitarra que la homenajeada se sabía de memoria, cantó a Silvio, y nuestro coro lo acompañó contra las sillas peligrosas que nos inviten a parar a los que hayamos escogido el buen camino. Eso ella no nos los perdonaría. ¡Sí amiga, este Pacazo también te quedó muy bueno!

 

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