“El arte no es un monólogo, es un diálogo”. Recordé esta aseveración del dramaturgo y notable poeta turco Nazim Hikmet (1901-1963), a propósito de la amplia cobertura de la televisión al 23er Festival Internacional de Ballet de La Habana, con transmisiones en vivo y diferidas, desde varios escenarios teatrales, donde actuaron compañías cubanas y extranjeras, del 28 de octubre al 7 de noviembre.En el siglo XXI, no se puede pensar ni comprender la sociedad, su entorno y complejidades, sin la comunicación. Cada vez más resultan imprescindibles programas que aporten sólidos contenidos mediante realizaciones artísticas, para contribuir a la construcción de conocimientos, revelar valores, desarrollar el intelecto, educar el gusto y entretener.
En ocasiones, se simplifica el impacto del medio, su capacidad de persuadir al entrar en el espacio íntimo, donde espectadores heterogéneos, participativos, conceden disímiles significados a lo que ven en pantalla. Esta interpretación trasciende al intercambio, motiva compartir preferencias y apreciaciones, las cuales aportan inteligencia lectora de signos y lenguajes diferentes.
La entrada del ballet en casa propició el diálogo con los públicos. Dicha práctica merece presencia sistemática en la tv, donde el programa La danza eterna (Canal Educativo, miércoles, 10:00 p.m.), con guión y presentación de Ahmed Piñeiro, mantiene una mirada valorativa sobre personalidades, aportes coreográficos, tendencias e ideas que alumbran esa manifestación artística.
Transmitir en vivo obras clásicas y contemporáneas requirió de una puesta para la televisión, la cual se enfrentó al desafío de ubicar cámaras en teatros no habilitados para estos fines, y adaptarse a la iluminación preconcebida en el montaje escénico. Captar ejecuciones, desplazamientos, instantes irrepetibles, la pasión de individualidades relevantes, exige maestría y sensibilidad por parte de directores responsabilizados con el registro de un arte efímero en formatos tecnológicos.
Hubo aciertos notables respecto al acompañamiento de complementos informativos: noticieros, entrevistas, audiovisuales, textos escritos, que influyeron en la recepción televisual como espacio de creatividad social.
José Ramos Artigas y Roberto Ferguson, creadores de probado magisterio en estos tipos de espectáculos, utilizaron primeros planos de evidencia en la medida que lo permitieron las condiciones técnicas restringidas —apenas cuatro cámaras— y la limitación del espacio en teatros, donde espectadores interesados en el hecho artístico, lógicamente no toleran la perturbación que provocan artefactos ajenos al discurso in situ.
Como creación colectiva la tv demanda saberes, disciplina, ingenio, de los técnicos y artistas que intervienen en el programa. El ballet requiere del camarógrafo la capacidad de expresar la evidencia de lo real, y la realidad de la evidencia, con plena conciencia de que capta movimiento y música para la vista y el oído, instantes únicos. Sin duda, este arte requiere especialización, gusto por él, sensibilidad exquisita, en el sentido de comprender la levedad, el éxtasis, que alcanzan valor de eternidad a través de los atributos referidos en cada toma.
En el Festival, algunos desaciertos, sobre todo planos largos reiterados, afectaron la visualidad de detalles. No obstante, especial realce logró la puesta televisiva de Giselle, del diestro realizador Ferguson, con dominio de las leyes de tensión psicológica y progresión dramática de la obra, y experiencia en la dirección de noticieros en vivo, que requieren seguridad en secuencias informativas y de emotividad.
En gran medida, en la TV el Festival de Ballet reveló lo invisible de la verdad escénica a través de la imagen poético-estética de discursos artísticos que retomaron el diálogo con entendidos, subyugaron a desconocedores e iniciados en el descubrimiento de compositores, músicas, coreografías e intérpretes de talento y fama internacional.
Hay que aprovechar las potencialidades de la televisión como espacio de producción cultural, desde la sabia apreciación del renombrado maestro Stanislavski (Moscú, 1863-1938): “No solo existen actores de talento, sino también espectadores de talento”.