Durante la última década, los veranos de la televisión cubana se han iluminado gracias a una revista juvenil empeñada en conectar, desde el audiovisual y la ficción, con uno de los públicos más difíciles y exigentes: los adolescentes.

Una calle, mil caminos ha tenido el buen tino de escarbar en nuestra realidad desde un ángulo diferente y los resultados casi siempre han superado las expectativas de los públicos y de la propia televisión.

En tiempos donde los espacios juveniles escasean o no complacen del todo a sus consumidores, Una calle…se ha vuelto un oasis del que todos quieren beber. Los más experimentados guionistas y realizadores han probado fórmulas para el espacio y rostros noveles de la actuación se han dado a conocer en el mismo, antes de despegar sus carreras.

Pero Una calle…no es simplemente el telefilme. Sus diferentes segmentos, nutridos con materiales en sintonía con la temática a tratar, y las muy oportunas entrevistas a especialistas o público adolescente, son las que redondean el mensaje didáctico.

Esta nueva temporada del espacio ha llegado con algunos cambios, no siempre para bien. Ese marcado interés de reconectar con las audiencias mediante actores de una serie tan popular como Calendario en principio suena bien, pero la práctica es una cosa muy diferente.

La conducción tiene reglas, códigos muy precisos y, aunque los actores posean las herramientas para asumirla, se necesita primeramente estudiar el espacio y su historia. Las anteriores conductoras habían creado un sello y una empatía con las audiencias; empatía difícil de alcanzar si en cada semana los conductores cambian. La intención es muy legítima e interesante, pero el resultado en pantalla aun no acaba de cuajar.

Los telefilmes de estreno de esta temporada francamente no están a la altura de ediciones anteriores. Aunque con resultados visuales muy atrayentes, los materiales han carecido, en su gran mayoría, de buenos guiones, buena resolución de los conflictos, porque una premisa no hace una buena historia; eso solo lo logra una competente escritura. Las reposiciones de telefilmes de años anteriores siguen siendo superiores en cuanto al abordaje de los temas.

La columna vertebral del espacio –el guion– también ha sido ligeramente alterado. Su función principal, que es la de aglutinar coherentemente todos los materiales, luce esta vez impostada, artificiosa, con evidentes prisas en su confección.

No obstante a estos detalles por pulir, Una calle, mil caminos continúa siendo el espacio más esperado del verano por los adolescentes y la familia cubana en general, que ha encontrado en sus contenidos, las claves para entender su realidad y la de “sus muchachos”, esos con mil caminos por los que transitar, pero con un mismo punto de partida, una misma calle: Cuba.

 

 

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