Darle vida a un objeto inanimado desde los resortes del arte es un acto de fe, amor y valentía por parte de los artistas que deciden anular su presencia para favorecer la del muñeco que los ha de acompañar hasta el fin de sus días. El arte titiritero en Cuba ha tenido momentos de esplendor y emergencia de grandes manipuladores de figuras que han llevado la técnica a su máximo esplendor.

Quizás, una de las etapas más definitorias de la manipulación de figuras fueron las décadas de los 40 y 50, con la aparición de artistas preocupados por expresar, desde los títeres, fenómenos y problemáticas universales, necesitadas de otros presupuestos estéticos para calar en los públicos. Artistas como Vicente y Raquel Revuelta, Erdwin Fernández, los hermanos Camejo, entre otros, le dieron un nuevo sentido al quehacer titiritero cubano, con espectáculos pletóricos de cubanía y alto vuelo artístico.

Para finales de los cincuenta, nace de la pluma de la escritora y poetiza Dora Alonso, el títere más criollo y auténtico de los campos de Cuba: Pelusín del Monte, al que reconocemos como el títere nacional, por los valores y cubanía que guarda este pequeño niño rubio, guajiro, amante de la naturaleza y de su abuela Doña María Pirulí. Hay en Pelusín una marcada intención de afianzar en el teatro de títeres nacional lo que nos define como cubanos; noción esta muchas veces extraviada en tiempos de la Neocolonia.

La maestra Dora Alonso y nuestro títere nacional, Pelusín del Monte (Foto: Tomada de Internet)

Esa impronta de una vanguardia artística criolla llegó también a la televisión, para hacer de los títeres un vehículo comunicativo imprescindible. En la década de los 50, programas como Titerelandia, Títeres Criollos o Tío Vivo —estos dos últimos para un público adulto— demostraron la fuerza en el discurso de seres de “trapo” representando lo mejor y lo peor de una república bananera infestada de corrupción, incontables vicios e injustica social.

Muchos otros programas protagonizados por titiriteros y sus muñecos se produjeron de manera regular en la televisión de entonces, por los canales URTV y CMQ TV. Todos estos proyectos pioneros contaron con una gran calidad en la confección de las marionetas que propiciaban un diálogo directo con el público, fundamentalmente el infantil.

Al triunfo de la Revolución, los programas infantiles con participación de títeres se multiplicaron, reforzando el corte didáctico y formativo de los mismos. En 1962, un fenómeno audiovisual sin precedentes nace para el agrado de los niños y sus padres: Amigo y sus amiguitos, el cual se mantuvo al aire por dos décadas. Amigo, el simpático muñeco, al que daba vida con su voz la inolvidable actriz y conductora Consuelito Vidal, hilvanaba historias con música infantil del patio y enseñanzas siempre pertinentes para las primeras edades.

Amigo y sus amiguitos se mantuvo al aire por dos décadas para el beneplácito de la familia cubana, en especial los niños (Foto: Tomada de Internet)

En esta misma década, otro inolvidable programa se cuela en los corazones de los niños cubanos. Tía Tata cuenta cuentos se mantuvo en la parrilla de la televisión durante 23 años, contribuyendo a la formación y entretenimiento de varias generaciones. Dentro del programa se hacía sentir con mucha fuerza la participación musical del combo Los Yoyo que, animados desde la técnica de marionetas con hilos, lograban una conexión con el público infantil, ávidos de escuchar los pegajosos temas musicales llenos de cubanía y sabor.

El popular combo Los Yoyo (Foto: Tomada de Internet)

La manipulación de títeres no dejó de contar con la preferencia de los pequeños, que quedaban fascinados ante la imaginería y profesionalidad de hombres y mujeres entregados en cuerpo y alma al mundo de los muñecos. En los ochenta, seriados titiriteros como Toqui, Las aventuras del viejo Jotavich o el Mago del Cachumbambé, reafirmaron la creatividad de atrecistas, escenógrafos, directores, actores y otros especialistas, preocupados por hacer arte pese a los mínimos recursos. En tiempos donde internacionalmente los proyectos televisivos de Jim Henson eran toda una sensación, nuestra televisión también contaba con grandes espectáculos titiriteros que son recordados a día de hoy. 

Toqui, un inolvidable personaje que acompañó a varias generaciones de cubanos (Foto: Tomada de Internet)

En 1987 inició uno de los proyectos infantiles más entrañables de todos los tiempos. Arcoíris Musical, dirigido por Jesús Caldas, ocupaba 27 minutos de televisión, en donde canciones infantiles de todos los tiempos eran graficadas con diferentes técnicas titiriteras y de animación. Dos maestros de ceremonias muy especiales conducían temáticamente el programa entre canción y canción: Alegrina y Tristolino, muñecos de varillas diminutos que eran movidos desde un retablo en forma de Arcoiris por sus manipuladoras, que también daban voz a las fantasiosas criaturas.

Los muñecos Alegrina y Tristolino eran los anfitriones del gustado programa infantil Arcoíris Musical (Foto: Tomada de Internet)

A inicios de los 90 surge Dando vueltas, programa que fusionaba actores reales con marionetas, niños en el estudio, magos, bailarines, videos clips y todas las locuras habidas y por haber. El programa fue un punto de inflexión interesante en las maneras de asumir los títeres en televisión, mucho más cercanos a proyectos internacionales como Los Muppets o Plaza Sésamo, ambos creados por Jim Henson.

Con una factura sencilla pero funcional, que ha llegado a nuestros días cambiando más de una vez su nombre, Mundo Mágico, la cartelera infantil de los domingos, nos permitía ver la hermosa relación entre la lindísima Yovalis González y el gato Bartolito, interpretado por el animador Angelito Giménez. Tiempo después, el gato alternaba su participación con la presencia de simpático conejo de nombre Chispa, animado por el talentoso y carismático actor titiritero Rigoberto Rufín.

El Camino de Los Juglares, dirigido por Julio Cordero, aparece a finales de esta década para traer a la pantalla lo mejor de la oralidad, las tradiciones y costumbres cubanas. Un güije enamorado y pendenciero, una jicotea sabia, una jutia campesina, una cotorra presumida y un majá haragán eran los habitantes regulares de este camino mágico que recibía a personajes pintorescos interpretados por grandes figuras de la actuación en cuba. El camino… contaba con una depurada escenografía y un eficiente diseño de marionetas, que mezclaba técnica de títeres de varillas, con títeres de guantes y otros recursos expresivos.

El güije, un personaje que quedó en la memoria de muchos cubanos, por sus ocurrencias, dicharachos y auténtico humor criollo (Foto: Tomada de Internet)

En los 2000, Sopa de palabras cubre, en cierto sentido, el vacío que había dejado la desaparición de Dando vueltas. Los dos programas se asemejaban en la fusión de títeres con actores reales. Sopa… se valía, además, de la ortografía y la riqueza del lenguaje para articular los temas del programa cada semana. Superó así la prueba del tiempo y supo adecuarse a cada generación de niños que se sentaba los lunes a tararear “dicen que los guapos no toman sopa, pero yo estoy viendo que la cosa es otra”. Titiriteros como Sara Miyares (Guañiña) Arneldy Cejas (Pangacho) o Erduyn Maza (Masabito) se ganaron el cariño del público infantil por el humor y la honestidad en sus interpretaciones.

Masabito, uno de los títeres que amenizaban el programa infantil Sopa de Palabras (Foto: Tomada de Internet)

Muchos programas infantiles de varios telecentros del país invadieron por varios años nuestras pantallas con la magia de sus títeres: Barquito de Papel (TVYumurí), Colorimágico (Solvisión), De Caramelo (Telecubanacán), entre muchos otros, son perfectos ejemplos de la profesionalidad, talento y entrega de los artistas titiriteros esparcidos por el territorio nacional. El diseño de los títeres de gran parte de estos proyectos poseía una factura más teatral que televisiva, por la consabida carencia de recursos, pero eran igual de funcionales y atractivos para los niños y sus padres.

Un personaje como Pelusín del Monte, considerado nuestro títere nacional, no podía faltar en la concepción de programas infantiles en nuestra TV. Por eso en el 2006, de la mano de Julio Cordero, se llevó a cabo Despertar con Pelusín, un programa breve, trasmitido en las mañanas por la revista Buenos Días, que convidaba a los pequeños de casa a comenzar el día con entusiasmo y deseos de aprender cosas nuevas.

Y es Pelusín, actualmente, un personaje recurrente en las mañanas de los sábados, gracias a la revista musical infantil Corazón Feliz, liderada por los actores del grupo matancero Teatro de las Estaciones. Entre música, diálogos chispeantes y una teatralidad que se agradece en demasía, Corazón Feliz renueva la imagen de nuestro títere nacional y lo acerca de manera orgánica a las nuevas generaciones.

El Show de Falco y Fabricio es uno de los más recientes proyectos del canal Cubavisión (Foto: Archivo Portal de la TVC)

Programas recientes como Entre el Naranjal y el cielo, Retablo de Sueños o El Teatrino de Diego, producidos por los estudios de animación del canal Cubavisión, han desbordado creatividad y buen gusto desde diferentes presupuestos estéticos y técnicos. El saber emplear bien los medios con que contamos ha sido vital para que el arte titiritero en televisión no perezca.

Otro de nuestros actuales programas infantiles es El Show de Falco y Fabricio, un proyecto sencillo, dinámico, que potencia a las mil maravillas la gracia y colorido de Fabricio, su única marioneta, en constante interacción con el actor Falconerys Escobar, en una suerte de dúo cómico que nos recuerda a parejas legendarias al estilo de El Gordo y el Flaco.

Los títeres en televisión hoy tienen un gran reto relacionado a la imparable invasión de productos audiovisuales de gran factura a los que están expuestos nuestros niños y jóvenes. Diseñar marionetas atractivas, con técnicas de manipulación novedosas y adecuadas a los tiempos que corren, garantizarán una continuidad del arte titiritero en el audiovisual. Esas figuras tras el cristal seguirán construyendo caminos de fantasía e ilusión, siempre que nuestros pequeños así lo pidan.

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