Entre tu y yo
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- Escrito por: Abel Castillo Noriega
- Categoría: Entre tu y yo
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Alberto Corona habla con una voz clara e inspirada que va modulando al ritmo de sus pensamientos, en los que se entrelazan las motivaciones que lo llevaron a perseguir su sueño. Nunca tuvo dudas sobre la profesión a la que quería dedicarse y desde que veía en su casa la televisión reafirmó que su vida tenía que estar ligada a la actuación.
Su anhelo de superación, su capacidad creativa unida a su perseverancia, lo llevaron a perseguir ese sueño de juventud que materializaría cuando se le dio la oportunidad de trabajar en el teatro.
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- Escrito por: Abel Castillo Noriega
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Fidel Betancourt ha tenido una importante presencia en el arte y la cultura de nuestro país. Actor de fuerte temperamento dramático ha brillado a lo largo de su recorrido por esta profesión, dejando su impronta en decenas de personajes en teatro, cine y televisión.
Este amor por la actuación se fragua a partir de las experiencias que ha recolectado en películas como Chamaco, Habana Blues, Madrigal y en las obras de teatro Roberto Zucco, Vida y Muerte de Pier Paolo Pasolini y Morir del Cuento de la mano de los directores Carlos Celdrán y Alberto Sarraín.
Oportunidades que alcanzó aprovechando las propuestas que se le presentaron en el camino y manteniendo los sueños de aquel joven que se escapaba de clases para ver obras de teatro y se imaginaba dentro de una película.
¿Desde el principio tuviste claro que querías ser actor?
- Nunca tuve un interés marcado por la interpretación, era un mundo ajeno a mis deseos profesionales, me gustaba el arte, la pintura, la música, pero de manera aficionada, jamás pensé que podría acabar siendo actor.
“Irme a estudiar actuación a la capital, en el Instituto Superior de Arte (ISA), tan lejos de casa, fue una verdadera sorpresa en mi vida; tenía claro que quería conocer el mundo, explorar nuevos caminos, que en mi natal Santiago de Cuba no podía.
“Conseguí una plaza para estudiar en La Habana y esa decisión cambió mi vida por completo. No tenía claro a dónde iba, ni qué iba a encontrarme, tenía curiosidad y ganas, pero todo era un viaje a lo totalmente desconocido. Así comenzó mi vida en el arte.
“Los primeros años en la Universidad fueron muy extraños, me gustaba lo que me rodeaba, pero no entendía nada; el comportamiento tan liberal de todos, sus maneras de pensar tan altas y sus desenfados me confundían todo el tiempo. ¿Era realmente este mi lugar?, me preguntaba.
“Pero fui dejando correr mi suerte e intentando adaptarme y avanzar en lo que me había llevado hasta allí, que era aprender a actuar; y poco a poco me fui convirtiendo en uno más del grupo. Cuando terminé el primer año de la carrera y regresé a mi ciudad, me di cuenta de cuánto había cambiado. Guardé a mi querido Santiago en un lugar bien seguro y decidí mirar hacia adelante”.
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