Entre tu y yo
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- Escrito por: Ivón Peñalver
- Categoría: Entre tu y yo
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La voz de la actriz Aimée Despaigne resulta imprescindible en la radio, mientras su paso por el teatro y la televisión, siempre convincente, la convierten en un nombre necesario dentro de la escena actoral cubana. La mesura en su expresión, casi melódica, hace que primero cale ese sonido y, poco a poco, nos volquemos hacia su rostro.
Ella es de las actrices que vive cada personaje, por eso, al compartir los conflictos que “defiende”, facilita que el espectador comparta ese maravilloso entorno de fabulación y constante búsqueda.
A Despaigne quisimos llegar hace algún tiempo y, afortunadamente, es ya una realidad que mucho agradezco; sobre sus personajes y significados conversaremos un poco.
¿Por qué actriz Aimée, cuando sé que en casa primaba la locución?
“Algo me viene de cuna, mi madre Conchita García era locutora, actriz y cantante; a mí me ayudó mucho esta profesión a perder la timidez. Decidí estudiar actuación, simultaneándola con otra carrera, y encontré la manera ideal de expresar y decir, a través de los personajes, lo que no era capaz de hacer o decir por mí misma”.
Han sido muchos los personajes en la radio. ¿Cuáles le han marcado más?
“A la radio le tengo un cariño especial. Han sido muchos los espacios que he protagonizado, y muchos los personajes; pero si voy a mencionar alguno es a Chavela, la catalana, de la novela Aires de ingenio, de Ángel Luis Martínez.
“En mi vida como actriz he rechazado pocos personajes, por lo general, cuando no asumo un trabajo es por falta de tiempo; no me gusta quedar mal. Cada medio tiene una manera y un tiempo diferente para preparar. Me encantan los retos y los personajes que más se alejan de lo que soy”.
Su primer personaje en la TV, ¿cómo lo recuerda? ¿Qué significa este medio para usted?
“Lo primero que hice en este medio fue de muy niña, y aún recuerdo lo enorme y la impresión de terror que me provocó un estudio de televisión.
“Como profesional, mi primer trabajo en televisión lo realicé bajo la dirección de mi padre Jorge Suárez Moure, en el programa Convivencia, y desde ese momento me enamoré del medio como mismo del teatro, que es el lugar al que siempre quiero volver.
“La televisión, como cualquier otro medio, requiere dedicación, y lidiar con el cambio de imagen que, aunque aquí no se ve mucho, es algo que me fascina”.
Con el deseo de poder encarar una película de terror, Aimée Despaigne se encuentra inmersa en estos momentos en las funciones de la obra de Agnieska Hernández, El diario de Ana Frank, apnea del tiempo, bajo la dirección de Miguel Abreu, con LUDI teatro.
Y es que para Aimée, la firme entrenadora del teleplay Pasos firmes, la Zoila madre angustiada en el caso “Acceso limitado” de Tras La Huella; Luisa en la telenovela La cara oculta de la Luna, por solo mencionar estos roles que descubrimos desde la pequeña pantalla, no hay distinción en cuanto a rigor entre personajes protagónicos y secundarios.
Ella es muestra de cuanto esconde el alma de una actriz cuando de vivir otras existencias se trata. El aplauso hacia su quehacer desde la luneta o desde casa, es la mejor respuesta.
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- Escrito por: Valia Valdés
- Categoría: Entre tu y yo
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Doris Gutiérrez es una actriz cubana, nacida en la provincia de Las Tunas, que recientemente recibió el Premio Omar Valdés como reconocimiento a la obra de la vida, entregado por la UNEAC. Casada con un ciudadano francés hace casi 49 años, nunca imaginó que ese idioma le reabriría las puertas de la televisión cubana.
Teatrista de larga trayectoria, Doris devela, al Portal de la Televisión, aspectos que nos permiten conocer a esta avezada actriz y directora que ha llamado la atención de los espectadores desde el primer capítulo de la telenovela Tan cerca y tan lejos en su personaje de Dominique Lafont.
¿Cómo te interesaste por el arte?
- Nací en el central Jobabo. Desde que recuerdo ya yo estaba interesada en la actuación. No levantaba dos cuartas del piso y ya me pasaba la vida disfrazada, pintada con lo que encontraba y soñando con ir a Hollywood a actuar en películas.
“Mi padre trabajaba como mecánico en el ingenio y por las noches como proyeccionista del cine del pueblo. Crecí viendo películas y ese era mi juego preferido. En mi imaginación, lo mismo filmaba una película, representaba una comedia, que montaba un espectáculo de circo y payasos delante del espejo, que era mi cámara.
“Siempre dije que iba a ser artista. Así que después de la Alfabetización, cuando nos convocaron a Ciudad Libertad para las becas y me preguntaron qué quería estudiar, yo dije: Arte. De ahí me subieron en un ómnibus con otros estudiantes y nos llevaron para el Country Club, el que convirtieron en sede de la Escuela Nacional de Arte. Fui de los primeros 15 alumnos que llegamos a aquel lugar de ricos, yo venía de un pueblo azucarero de familia pobre, de obreros”.
Cuéntame sobre tu proceso de aprendizaje en la Escuela Nacional de Arte y tus inicios profesionales.
- Mi ENA fue maravillosa, viví esos 6 años intensamente. Además de la selección primera para estudiar allí, tenías que aprobar la especialidad y también la escolaridad. Si suspendías alguna de las dos eras dado de baja. En mi año empezamos dos grupos de actuación de 25 alumnos y terminamos 5, todas mujeres. Había mucha exigencia, hasta disciplina militar tuvimos.
“Cuando me gradué comencé mi vida profesional en Joven Teatro, el grupo que formamos los graduados, e hicimos el servicio social en unidades militares y campamentos agrícolas. Al terminar esa etapa ingresé en Teatro Estudio y allí pasé toda mi vida hasta 1994, cuando mis intereses por la dirección me llevaron a la Compañía Hubert de Blanck”.
¿Cuál fue el impacto de los directores de Teatro Estudio en tu formación profesional?
- Para hablar del impacto formativo de los directores que allí laboraban, tengo que mencionar lo que aprendí con ellos: disciplina profesional, rigor artístico, ética del artista, exigencia de calidad estética y, algo que a mi juicio se ha perdido mucho en los actores, el buen decir.
“Teatro Estudio fue una gran escuela, donde los directores artísticos eran grandes profesores y cada uno tenía su estilo y estética. De todos aprendí mucho: Vicente Revuelta era un actor-director-maestro, pero prefería que lo viéramos como guía. Nunca estaba conforme con lo logrado y se empeñaba en motivar a los actores tocando las células más recónditas de su instinto, dejando un gran margen de libertad.
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