La gestión, producción y emisión de contenidos mediáticos son procesos esencialmente multidimensionales imbricados estrechamente con la historia, la política, la economía, el mercado, la tecnología, la información, la comunicación, el arte, la política y la ideología. Sus contenidos impactan significativamente en la percepción de los públicos, en la memoria colectiva popular y en el imaginario simbólico de sucesivas generaciones.
Por sus singularidades y polisemias, los medios de comunicación electrónicos devienen portadores excepcionales de disciplinas, ámbitos y funciones simbólicas, artísticas, comunicativas e ideológicas expresadas en prácticas, formatos y contenidos que reflejan una visión específica de la realidad circundante.
En Cuba, quien decida acometer la arqueología radial-televisiva desde una perspectiva teórica – histórica enfrenta la casi total inexistencia de las fuentes primarias de información, es decir, los archivos oficiales de las empresas o instituciones fundacionales.
Entre las fuentes secundarias de información destacan las dispersas e incompletas colecciones de publicaciones periódicas mediatizadas por las visiones y perspectivas sociales, políticas e ideológicas de los comunicadores y publicaciones de la época y, aun así, registros públicos de invaluable valor.
Las entrevistas a sus protagonistas como testimonios, vivencias y remembranzas nos proveen claves esclarecedoras para despejar muchos enigmas históricos. [1]
En Cuba, pese a la avidez de los públicos por estos temas, muchos escriben sobre los artistas de la radio y la televisión. Incluso algunos abordan aspectos conocidos de nuestra historia mediática, sin aportes que reduzcan las lagunas históricas existentes. Sin embargo, sobra una mano para enumerar los investigadores con enfoque o perspectiva teórica – histórica integral que socialicen en publicaciones nuestra historia.
En temas tan vastos, polifacéticos y poco tratados –o conocidos por la mayoría- un autor y una obra no bastan, máxime cuando la rigurosa pesquisa impone al investigador: identificar y contextualizar, de manera recurrente, los personajes, acontecimientos o procesos. Solo la sumatoria de investigaciones y publicaciones permitirá aproximar a las nuevas generaciones a una época distante y esencialmente diferente que aún es virtualmente desconocida por los grandes públicos.
Tal ignorancia nos ha llevado frecuentemente a la generalización y consolidación de percepciones sociales erróneas que distorsionan los sucesos y prácticas culturales de la historia real. Lo desconocido es ignorado y en consecuencia no se rescata o conserva. En nuestras manos está evitar el vacío histórico.
Las pasadas y sombrías décadas de percepción reduccionista y prejuiciada solo vieron las manchas del modelo y de las prácticas de la radiodifusión con fines mercantiles. Al anular su valor histórico, cultural y simbólico ignoraron el infinito patrimonio creado en Cuba y fuera de fronteras, por nuestros hombres y mujeres.
La revalorización cultural de nuestra radiodifusión permite analizar toda la historia desde una visión holística que revele la mixtura reveladora de cada momento histórico-concreto a través de su estructura de propiedad, modelo de radiodifusión, tecnología, protagonistas y las relaciones entre actores y agentes sociales que forjaron sus singularidades, matices y aportes.
Los registros sonoros y audiovisuales de la radiodifusión cubana mermaron significativamente desde su fundación debido a factores objetivos como su gran volumen, las prácticas tecnológicas, la severidad del clima, las condiciones físicas de almacenamiento o conservación, los sucesivos cambios de formato -fílmicos o video tape-, la carencia de soportes audiovisuales, las limitaciones financieras y ¿por qué no decirlo? factores subjetivos como los limitados conceptos de lo patrimonial, que tanto daño han hecho. [2]
Nuestro patrimonio precisa su urgente digitalización, incrementar las investigaciones teórico-históricas y publicarlas en nuestra editorial EN VIVO y plataformas digitales. Solo el esfuerzo aunado de investigadores, especialistas, ejecutivos, editores e instituciones rescataría el invaluable patrimonio latente en el remanente de la obra radial-televisiva que conservamos.
El valor patrimonial de la memoria de la radiodifusión cubana no solo radica en su multiplicidad de ámbitos, disciplinas, prácticas y protagonistas. Su singularidad esencial consiste en su carácter simbólico, ideológico y cultural que se inserta a través de sus producciones en la vida cotidiana de los públicos de varias generaciones.
La nuestra, por sus valores y calidades, se inscribió a perpetuidad en el imaginario y memoria colectiva de Cuba, Iberoamérica y Las Américas.
En un descomunal y complejo proceso de continuidad-ruptura, la radio y la televisión realizada a partir de 1959 reconvirtieron las prácticas mediáticas precedentes y forjó, paso a paso, el camino hacia el servicio público. Esta gigantesca reconversión y transición histórica, mediática, simbólica, cultural e ideológica, aún espera por su revelación colectiva.
[1] Quienes tuvimos el privilegio de intercambiar durante años con algunos de sus fundadores agradeceremos por siempre sus aportes.
[2] Gran parte del caudal significativo de archivos audiovisuales emitidos hasta mediados de los años 70 pasados, se perdió en la emisión directa al aire desde nuestros estudios o locaciones exteriores; donde simultaneaban la realización y difusión de televisión. Por añadidura, la mayoría de sus copias corrieron por otras razones; la misma suerte.