Al surgir nuestra televisión, en octubre de 1950, Cuba ostentaba el liderazgo radial y publicitario en el universo de habla hispana. En ese entorno, nuestro sistema televisivo fundacional estableció numerosos hitos:

- Desde el último trimestre de 1950, junto a televisoras de Brasil y México, integra la trilogía de plantas que inauguran la emisión regular de contenidos televisivos.

-En su primer trienio, La Habana fue la capital de América Latina con mayor cifra de televisoras por habitantes. Para 1958, en nuestra capital habían operado siete plantas.    

-Tres de las cuatro primeras televisoras cubanas devinieron plantas matrices de cadenas de televisión por redes de microondas extendidas hacia las provincias más distantes de nuestra capital. 

-La cadena de microondas de CMQ TV (Canal 6) fue la primera red televisiva extendida hacia otras provincias cubanas y la primera en Iberoamérica.

-En nuestros primeros ocho años de televisión, cinco de las siete televisoras habaneras emitieron sus  señales desde el Vedado -  barriada cuyo perímetro geográfico no excede los dos kilómetros. (Solo dos plantas radicaron de manera consecutiva en el Nuevo Vedado). 

En un corto periodo, nuestra televisión estableció numerosas primacías tecnológicas.

Tras una corta reproducción mimética de los géneros y formatos de programas norteños, reconvertimos los formatos y contenidos del audiovisual norteño en función de nuestra visión e idiosincrasia histórico-cultural. El dominio acelerado de la dramaturgia y de la relación contenido-forma nos permitió alcanzar un estilo propio de realización.

La intensa concentración de televisoras, señales y contenidos existentes en nuestra capital produjo una competencia exorbitante entre diversas empresas propietarias de canales televisivos, que se disputaban las audiencias y los anunciantes mediante los géneros y formatos de programación, el sistema de estrellas y las estrategias artísticas, comunicativas y simbólicas.  

La Habana devino el mayor mercado televisivo de la Industria Cultural de habla hispana; donde se diversificaron y ensayaron -en un intenso y dinámico proceso de prueba y error- los más variados atributos,  códigos y prácticas de sus géneros y formatos.

La geografía habanera –y en algunos casos la de otras provincias- devino un descomunal laboratorio mediatice que uso a la programación habitual como herramienta básica de una monumental, simultánea e indirecta encuesta audiovisual, que identificaba los gustos y preferencias de las audiencias.

La radio-telenovela que los cubanos creamos a partir de la soap opera [1]norteña devino el género paradigmático de nuestra transculturación simbólica-comunicativa. Sus nuevos códigos no surgieron en un proceso único sino en un tanteo fundacional progresivo que configuró este género televisivo.

La  prensa  impresa de la época apenas alude a los códigos dramatúrgicos y prioriza las prácticas productivas-difusivas de las televisoras, empeñadas en marcar la diferencia en comparación con las propuestas de sus competidoras.  

En sus orígenes, la telenovela tuvo en común ciertas generalidades:        

  • La mayoría de los guionistas y realizadores, cuya experticia provenía de la radio, la publicidad y el teatro. .
  • Desde su origen en nuestra pantalla coexistieron las adaptaciones de relatos exitosos en la literatura, el teatro, el cine y la radio, y los relatos originales para el video.

La amplificación del horario de difusión televisiva y el incremento en la cifra de televisoras permitió alternar continuamente sus indicadores productivos y difusivos:

  • Difusión entre lunes y viernes, sábado o domingo.
  • Horario matutino, vespertino o nocturno.
  • Frecuencia única o varios días a la semana.
  • Si la historia culminaba en el mismo capítulo (formato unitario) o si la trama mantenía el suspenso con una trama proseguida capítulo tras capítulo (formato seriado).
  • Si el ambiente era contemporáneo o de épocas y periodos pasados en Cuba o en lugares foráneos exóticos.
  • Si se difundían en tiempo real o si grababan sus capítulos antes de salir al aire.
  • La duración del relato o de los relatos incluidos en un espacio habitual específico.

Como en un artículo resulta imposible identificar todos los espacios de telenovelas emitidas entre 1952-1960, identificamos los atributos básicos de los dos primeros espacios de telenovelas cubanas:

  • 1952-1953. Canal 6 (CMQ TV). Espacio: SENDEROS DE AMOR.

Este primer espacio habitual de telenovelas cubanas fue considerado un experimento.

Emitió -aproximadamente por un semestre- cinco relatos originales para la televisión, escritos y dirigidos por Mario Barral López; en formato seriado que estrena el género en el horario del mediodía,  donde no se difundía programación.

Excepcionalmente, sus escenas exteriores se filmaron en cintas de kinescopios. En el momento de su emisión estas se mezclaron con las imágenes de las  escenificaciones realizadas en los estudios de las televisoras, los efectos sonoros y la música.      

  • 1954: Canal 4 (TELEVISIÓN NACIONAL).

Espacio: LA NOVELA DE LAS 7 o LA NOVELA DE LA TARDE.

Entre noviembre y diciembre de ese año emitieron varias historias en tiempo real.

Estas obras fueron las primeras adaptaciones de novelas literarias llevadas a la pantalla chica cubana. Una de ellas fue la célebre Doña Bárbara de Rómulo Gallegos, protagonizada por la actriz Raquel Revuelta Planas.  

Sus historias también adoptaron el formato seriado de continuidad, pero esta vez se difundieron en el horario vespertino tardío, de gran demanda en las audiencias.   

Desde entonces, las telenovelas priorizaron el formato de continuidad en espacios que ofrecían diferentes historias, de uno o varios autores, identificadas generalmente por el nombre de la marca patrocinadora. Cada propuesta renovaba las prácticas precedentes.

La circulación del género telenovela por un sistema televisivo integrado por televisoras rivales produjo un vasto proceso de experimentación integral. Hasta 1960, en los numerosos espacios habituales dedicados a las telenovelas, se aplicaron todas las variantes posibles.

En la consolidación de sus categorías se forjaron,  paso a paso, las variantes, invariantes y modalidades del modelo latino de las telenovelas, que luego se generalizarían en América Latina y hasta en Estados Unidos.

Pero ya esas son otras historias.   

 

[1] Recordar que esta locución anglosajona designaba tanto a la novela radial como a la novela televisiva en Estados Unidos.

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