Sesenta años atrás surge una institución que agrupa la gestión de dos importantes actividades de nuestra sociedad: la radio y la televisión.
Hasta entonces, nuestros gestores artísticos, comunicativos y simbólicos impactaron tanto en América Latina que nuestras empresas, géneros, formatos y personalidades lideraban el universo radial, televisivo y publicitario de la América de habla hispana.
Desde 1959, las leyes del Gobierno Revolucionario provisional provocaron una conmoción social tan descomunal que transformó radicalmente el sector de la comunicación y la cultura mediática.
Los sistemas radiales y televisivos hasta entonces respondían al modelo de radiodifusión con fines comerciales, cuyos proyectos y emisiones se financiaban con la renta de espacios de emisión para insertar mensajes publicitarios o con el sistema de patrocinio mercantil-comunicativo de los más importantes productores de bienes de consumo de la nación y de las marcas transnacionales estadounidenses establecidas en Cuba.
Nuestro Instituto de radiodifusión, fundado el 24 de mayo de 1962, dio continuidad a la integración de la radio y la televisión, acaecida desde 1950. El nacimiento de esta entidad gubernamental no constituye un hecho aislado o arbitrario, sino una consecuencia directa de las transformaciones raigales de nuestro país, entre 1959 y 1961:
Tras la nacionalización de las poderosas transnacionales norteñas en Cuba, el Gobierno Revolucionario acometió la masiva estatalización del sector privado nacional, lo que conmovería hasta sus cimientos nuestra radiodifusión financiada hasta entonces por productores y anunciantes.
Muy pronto, los sectores económicos más afectados organizan acciones subversivas desde los medios de comunicación. Para enfrentar esta intentona surge el FIEL -Frente de Emisoras Libres-.
Caso particular lo constituye el consorcio CMQ, donde progresivamente se intensifican las acciones de resistencia a la Revolución, en particular de sus dueños, respaldados por la pujanza, cobertura e imagen pública de sus radioemisoras y televisoras, el propio apoyo de Abel Mestre –uno de sus condueños y presidente de la asociación de radiodifusores cubanos-, y de manera indirecta el prestigio acumulado por su hermano Goar, quien durante décadas lideró las principales instituciones de la radiodifusión, la publicidad y la cinematografía continentales.
La intervención estatal de nuestro sector fue un proceso dinámico y progresivo que comenzó a inicios de 1959, al descubrirse en la bóveda de un banco habanero los documentos probatorios de las acciones de Marta Fernández de Batista –esposa del dictador- en el Canal 12 TELECOLOR, cuyo propietario y director general era Gaspar Pumarejo Such.
La intervención de todas las propiedades de este empresario fue el preludio de la vasta relación de empresas radiales y televisivas con participación directa o indirecta de Batista, sus prestanombres o incondicionales.
La segunda oleada de estatalización del sector se produjo cuando importantes propietarios-ejecutivos emigraron del país, dejando a su suerte sus empleados y actividades estratégicas, en medio de una gran polarización ideológica, actividad subversiva y crisis económica.
Tras la salida de Abel y Goar Mestre Espinosa del país, la estatalización de sus propiedades devino asunto estratégico ineludible:
En octubre de 1960, el Gobierno Revolucionario intervino el mayor concentrado radial-televisivo de la región (uno de los mayores emporios de la Industria Cultural de América Latina) y las numerosas empresas que poseían en otros sectores económicos de la nación.
En el edificio RADIOCENTRO –hasta entonces símbolo de los negocios de esta familia- se concentró la radiodifusión revolucionaria que intentaron anular el 15 de diciembre de 1960, al incendiar el edificio; finalmente salvado por los bomberos y sus trabajadores.
En 1961, como un experimento, se difundieron 24 horas de programación de radio y televisión sin anuncios comerciales, para medir el impacto en los públicos. El resultado demostró que ya estaban creadas las condiciones objetivas y subjetivas para eliminar estos mensajes en la emisión cotidiana.
La reconversión de la propiedad privada en estatal y la suspensión de los anuncios en la programación abrían las puertas a la reconversión del modelo de radiodifusión comercial en radiodifusión de servicio público; en función de las grandes mayorías.
La transformación de los contenidos en función de las nuevas necesidades sociales,[1] la sustentación tecnológica de los sistemas radiales y televisivos para mantener la señal al aire y la amplificación de la cobertura en toda la nación, eran misiones sociales descomunales que debían cumplirse pese al bloqueo yanqui que precedió a su fundación. Y hubo que enfrentar numerosos retos:
- Las redes de radio y televisión existentes se subordinaban a empresas independientes, dispersas y atomizadas, inoperantes para la creación de sistemas radiales-televisivos organizados desde la perspectiva nacional: Ello implicó la reorganización y creación de nuevas plantas e instalaciones.[2]
- La mayor parte de la tecnología instalada provenía de Estados Unidos, haciendo imposible la renovación de partes, piezas o sistemas.
- Carecíamos de las finanzas necesarias para sustituir toda la infraestructura tecnológica con proveedores de otros países.
- La ampliación de la cobertura de las señales implicaba cubrir las zonas de silencio por barreras geográficas y extenderse a toda la geografía de cada provincia, pues hasta entonces la señal televisiva se concentraba en algunas ciudades principales.
- La producción y realización de contenidos orientados a elevar el nivel educacional, intelectual, ideológico y espiritual de la mayoría de la nación se realizó en una radiodifusión cercenada por la significativa emigración de sus artistas, realizadores y técnicos.
Solo el talento y la consagración de quienes optaron por quedarse en Cuba, permitió:
- Equilibrar la relación entre el aumento de la programación y la disminución del personal especializado. Ejemplo: La renovación del personal artístico descansó en el Centro de formación de actores, dirigido por el actor Alejandro Lugo.
- Se crean nuevos espacios. Ejemplos:
El Noticiero Nacional de Televisión y otros de corte informativo.
El Teatro ICR, con repertorio universal, creado por Marcos Behmaras.
La dignificación de la programación infantil con proyectos como Tía Tata cuenta cuentos, de la autoría de Mirta Muñiz.
La prioridad concedida al espacio Grandes Novelas, a cargo de Roberto Garriga, y la consolidación de dos espacios diarios de Aventuras heroicas, estimulaban el conocimiento, el crecimiento espiritual y el hábito de lectura de las obras incluidas en diferentes niveles de instrucción del Ministerio de Educación. .
La creación de Horizontes, un formato híbrido de telenovela, permitió a la maestra Aleida Amaya inaugurar la contraposición de dos momentos históricos de sus personajes.
Ineludible resulta el homenaje a esa generación de hombres y mujeres formados en la televisión comercial que fundaron nuestro Instituto, muchos de los cuales despreciaron cheques en blanco en la radiodifusión de América Latina y Estados Unidos, para optar por Cuba y transformarse ellos mismos:
Se redujeron los salarios, limpiaron ventanas del edificio, fueron a la zafra, se hicieron milicianos, alfabetizadores, cederistas y federadas que, con talento y consagración, forjaron a las nuevas generaciones radiales-televisivas.
Mi último tributo para los ignorados y anónimos técnicos que por 60 años -superando todos los obstáculos humanos y divinos- siguen haciendo el milagro de mantener la señal de la radio y la televisión revolucionarias en el éter.
FELICIDADES
[1] Este proceso se inició desde enero de 1959, con la prioridad dada por el sector privado mediático a los temas y formatos informativos y dramatizados para acercarse a las necesidades de los públicos.
[2] En los años 60 pasados, intentando instalar los transmisores de televisión en Baracoa (Oriente) fallece el funcionario del Instituto y eminente escritor y director Marcos Behmaras y sus acompañantes.