El humor en la televisión demanda una alta preparación intelectual y cultural por parte de sus hacedores

Mucho se ha escrito acerca del sentido del humor de los cubanos, quienes hemos hecho de él un mecanismo de resistencia cultural ante las dificultades.

Ya en el año 1927, Jorge Mañach había logrado, con su célebre texto Indagación del choteo, profundizar en la idiosincrasia cubana y reconocer a la burla como uno de los rasgos psicológicos esenciales de nuestra identidad.

 

De esta manera el eminente intelectual pone el énfasis en el choteo como recurso social que les ha permitido a los cubanos, a lo largo de la historia, relacionarse de un modo más crítico y libre con la autoridad y el poder.

La cultura cubana posee una larga tradición de obras en las que lo humorístico deviene rasgo estético fundamental.

La gráfica de la Isla, textos de escritores como Nicolás Guillén, Virgilio Piñera, Enrique Núñez Rodríguez, la filmografía de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, entre otros, reafirman la existencia del humor como rasgo inherente de nuestra cultura.

En el caso de la televisión cubana, aunque históricamente se han logrado espacios humorísticos de probada calidad artística y que ocupan un lugar privilegiado en la memoria de los espectadores, hoy no existe una diversidad estética en el abordaje del humor en el medio.

A juicio de Osvaldo Doimeadiós, reconocido actor y director de teatro y televisión: “el humor como manifestación artística ha estado siempre en la periferia de la cultura”.

“El propio hecho de no haberse estudiado lo suficiente como una materia en sí misma, haberse llegado a él por y para otros estudios como los sociológicos y psicológicos, expresa un olvido, una subvaloración. Siempre se ve el humor como más ligero, demasiado superficial como para estudiarlo”.1

Actualmente los dos programas humorísticos nacionales más populares son Vivir del cuento y A otro con ese cuento, espacios con conceptos y temáticas diferentes a la hora de hacer humor.

Aunque la TV como medio de comunicación tiene un espacio de tolerancia determinado y existen un grupo de asuntos que pueden tratarse y otros no, hoy resultan todavía insuficientes las propuestas humorísticas en la pequeña pantalla.

Aún tienen un gran peso en los medios y los centros nocturnos los chistes racistas, sexistas, que centran la atención en los defectos físicos de alguien o que son demasiado locales y circunstanciales y, por tanto, carecen de universalidad.

En este sentido lo esencial no es qué se trata sino cómo se trata y en ello tienen responsabilidad tanto los directores y guionistas como los actores, quienes a fin de cuentas son los que logran o no la comunicación con el televidente.

El humor, tomado en serio y abordado con inteligencia y valentía, constituye un útil mecanismo para repensarnos a nosotros mismos, como individuos y como sociedad.

Las creaciones humorísticas, gestadas desde diversas manifestaciones del arte, son hoy un termómetro de las relaciones sociales en Cuba y, por qué no, de los tabúes, estereotipos y burocracias que limitan nuestro desarrollo personal y grupal.

 

Referencia:

1 “El arte de reír: el humor en la cultura”, en Temas, no. 52, jul.-sep., 2007, p. 98.

 

 

 

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