Acercamiento a un proceso de trabajo en el que intervienen individualidades y equipos para influir en la artisticidad de los productos comunicativos en la televisión
El acelerado desarrollo de la tecnología instaura un nuevo discurso dominante, cultura y comunicación son conceptos clave en el complejo universo contemporáneo, donde imperan hibridaciones, otras formas de sentir, de ver.
Los flujos de circulación sustentan un intercambio mutuo de informaciones por las redes y en la narrativa audiovisual se originan formas de producción intermediales y colaborativas.
La televisión le habla a un espectador formado en diversas experiencias mediáticas (celulares, tablets, redes sociales, videojuegos), a quien los nuevos artefactos le permiten llevarse al hogar productos comunicativos de todo tipo, algunos son portadores de violencia, efectos especiales o relatos ligeros, aseguran el consumo fácilmente digerible.
¿Qué hacer para contrarrestar la influencia de la industria hegemónica del entretenimiento? En Cuba a las instituciones culturales les corresponde privilegiar proyectos que beneficien la apreciación de códigos novedosos, el establecimiento de valores universales y jerarquías artísticas. Estos propósitos demandan, además de buenas intenciones y deseos de transformar las condiciones y expectativas en el escenario mediático, el fomento de una estrategia comunicativa liderada por el pensamiento descolonizador, la interactividad y la lucidez.
Los filósofos y pensadores alertaron en diferentes épocas sobre la banalización, esta amenaza con tragarse el mundo, ganarle la batalla a la inteligencia. En nuestra TV de carácter público la cultura debe formar parte de todos los contenidos y géneros, pero no desde intenciones didácticas explícitas que afectan la polisemia del arte, se trata de ampliar los conocimientos e influir en el gusto estético de audiencias diversas.
Más allá de crear espacios, hay que aprovechar los existentes en horarios de mayor teleaudiencia. ¿Por qué limitar el análisis de las artes visuales y los géneros musicales o danzarios solamente a programas ubicados en segmentos vespertinos o nocturnos? Por ejemplo, Signos (Cubavisión, miércoles, 2:45 p.m.), La otra mirada y Bravo (CE, lunes, 9:30 y 10:00 p.m., respectivamente).
No se escucha lo que no se ve, lo que no alcanza la percepción festiva “cuando la conciencia entrelaza lo sensorial, lo sensitivo, lo estético interviene con más fuerza y su lectura es obviamente consciente”, según el crítico de arte Juan Acha (Perú, 1916 - México, 1995).
De ningún modo se aprehenden los saberes por ósmosis. Estos requieren investigaciones, estudios, acercamientos, que el medio televisual propone y estimula en mensajes, los cuales abren cauces en la dimensión espiritual del destinatario.
Tampoco olvidemos: la lectura empática emociona al sujeto. Ella implica a la conciencia y sus niveles racionales, la capacidad para identificarse con los demás, la sensibilidad, el desarrollo personal.
En ocasiones los enfoques sobre exposiciones, festivales o conciertos se limitan a la mirada parcial, no involucra las tendencias, la riqueza de procesos y acciones, estos varían en dependencia de los campos de resonancia: vida cotidiana, tradiciones, consumo.
En el audiovisual los públicos participan en un pacto, del cual se cansan en algún momento, o lo rechazan cuando no cumple sus expectativas, que exigen reconocimiento, empatía e identificación. Lo que se dice y cómo se dice influye en la legitimación de palabras, modas, expresiones al uso.
Pensemos, ningún decreto basta para estimular la audacia creativa en el medio televisual, esta es una responsabilidad individual y de los expertos participantes en el proceso de realización.
Las audiencias exigen variaciones de lenguajes en un mundo de imágenes cada vez más fragmentado, donde las transformaciones propias de la modernidad instauran otros tipos de relación social, que la cultura tecnológica ya prefigura y de la cual la pequeña pantalla es un eslabón esencial, para beneficio de la sociedad cubana.