Cuando un programa de Televisión, arriba a su vigesimoquinto aniversario de creado, merece un distinguido grado de respetabilidad al que otros lamentablemente, no han logrado llegar por haberse quedado en el camino. Tal es el caso del espacio televisivo de Los Lucas, programa que bajo la dirección de Orlando Cruzata, ha recorrido todo este trayecto de empeños cotidianos, no exento de incomprensiones llegadas hasta desde el rincón menos imaginable, pero también de ganados elogios.

Para nadie es un secreto que, para los cubanos, la música ocupa un lugar preponderante en nuestra sensibilidad artística y por tal motivo tenemos una serie de renombrados concursos que abarcan las más diversas y múltiples manifestaciones musicales que coexisten en el país. En cuanto a los Premios Lucas, anualmente dicha premiación no ha dejado de estar marcada por alguna que otra polémica a nivel popular.

Para ser justos, resulta imprescindible no olvidar que los premios otorgados en este concurso son para los directores de los videos, son las valoraciones acordadas por parte de un experimentado jurado dedicado a resaltar en una treintena de categorías a aquellas excelencias avaladas por el tratamiento artístico de cada director en tales videos. Frente a semejante precepto, es obvio que no necesariamente tiene que haber una coincidencia coyuntural con canciones que hayan levantado gran expectativa en determinado momento y debidamente aclamadas en otro tipo de evento similar, pero con diferentes requerimientos a Los Lucas.

Si en los primeros pasos de este espacio televisivo, provocó las más disimiles opiniones acerca de la evolución del video clip nacional en su búsqueda para alcanzar un lenguaje propio, basta echar una mirada a algunos de los premios entregados en la reciente edición 25 del programa, para poder constatar el meritorio desarrollo adquirido en estos audiovisuales nuestros. En los materiales galardonados, predomina esa atmosfera propia del rigor profesional en el dominio de una compleja técnica, matizada tanto por el buen gusto como por un alentador sentido de pertenencia.

Por ejemplo, llama la atención la elegancia plasmada en video Yiri Yiri Bon del director Alejandro Pérez quien con una revitalizada interpretación de Lemuell en este clásico de Benny Moré, recibe el premio en la categoría de ópera prima mientras que Ivette Ávila nos hace cómplices con la delicadeza de su ternura patente en Cancioncita de Lien Rodríguez en la categoría de trova. Por su parte, José Rojas sorprende en la música popular bailable con la imaginativa recreación del diseño de vestuario en La fiesta del amor con el cantante Alain Pérez.

Sin embargo, el Video del Año es nada menos que una propuesta del director Joseph Ros con Luna Manzanares acompañada por Omara Portuondo. Si la interpretación de ambas cantantes en el clásico tema de Silencio bordea ribetes de genialidad, el exigente desempeño creativo de Ros en el conjunto de la obra, no es menor al confirmarnos la certeza de su capacidad para conquistar regios elogios por su exquisita realización en cualquier otro concurso a nivel mundial en que este material pueda ser presentado. Ante semejante evidencia palpable, nos alienta el sentir de un profundo agradecimiento a Los Lucas por haber propiciado el desarrollo del video clip cubano desde los augurios más optimistas.

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