El riesgo en toda obra de arte suele ser el elemento distintivo que la ha de llevar al más rotundo éxito o a un estrepitoso fracaso. Pender de un hilo es a veces necesario cuando de un hecho artístico se trata, pues el peligro permite saltar barreras, buscar soluciones creativas y no desfallecer en el intento de brindar a los públicos lo mejor.

No son muchas las telenovelas que se lanzan al vacío, a lo incierto, con tal de proponer nuevas miradas y caminos posibles a determinados temas circundantes en la sociedad en la que confluyen. Cuba en este sentido, aunque algunos lo pongan en duda, le lleva unos cuantos pasos de ventaja a muchos de los culebrones que se realizan actualmente en el mundo. Nuestra telenovela nacional es un producto comprometido con el país en el que se realiza, y a su vez, con el género dramático del que parte: el melodrama.

Por tales razones, en los últimos tiempos el riesgo ha formado parte indisoluble de nuestra criollísima concepción del formato, con temáticas sensibles, guiones aterrizados a nuestra realidad insular y propuestas visuales en constante ruptura con los tradicionalismos propios del género.

Asuntos Pendientes, la actual telenovela cubana transmitida por Cubavisión, es ejemplo vivo de cuán bien nos puede venir pender de un hilo. El guion original de la experimentada escritora Yamila Suárez se apropia de todos los recursos y fórmulas que han acompañado al folletín desde sus inicios; pero los regula, los acerca a nuestro contexto y logra articular un discurso por momentos escabroso, rosando los límites y defendiendo hasta las últimas consecuencias su postura como autora y como mujer.

Los conflictos de tres mujeres jóvenes llenas de aspiraciones y motivos por los cuales luchar, sumado a un ambiente laboral hostil, machista y reacio a los cambios, funciona perfectamente para esbozar la premisa feminista que defiende, y que se irá esparciendo por todas las subtramas en las que el papel de la mujer y la equidad de género se planten como bandera.

Rebeca, Adriana y Patricia son presentadas como una suerte de heroínas dramáticas modernas. Los tres caracteres parten del modelo clásico de protagonista femenina, para lograr la conexión inmediata con el espectador. Una mujer asumiendo responsabilidades administrativas y enfrentando un divorcio, otra intentando salvar un amor torcido por los prejuicios, y la última escapando de la violencia de la que es víctima, son elementos dramáticos más que vistos en el cine y la televisión; pero la Suárez utiliza estas características únicamente como punto de partida; luego hace volar los conflictos y deforma desde la psicología los arquetipos.

 

El trabajo con el ritmo interno del guion, los tonos dramáticos y la profundidad de los parlamentos, acentúan el carácter arriesgado de la propuesta. Es por momentos una obra incómoda, cuestionadora de la sociedad imperfecta en la que habitamos; una obra sin aspiraciones de agradar a todos, pero contradictoriamente lo termina logrando.

Gran parte del éxito de Asuntos Pendientes es la interpretación visual del guion original. Los responsables de la puesta en pantalla, Felo Ruiz y Tamara Castellanos, diseccionan el texto propuesto, lo analizan y lo vuelven a armar desde sus vivencias. La pareja de realizadores se deja llevar por la intuición y el material que tienen en sus manos. El resultado es una obra pletórica de rugosidades, matices e imperfecciones formales que la hacen más cercana y realista.

No debemos olvidar que la Castellanos ante todo es actriz, y esa experiencia interpretativa la trae a esta nueva labor como realizadora. Se siente sobre todo en las tareas escénicas que enriquecen el texto, en el cómo los actores se enfrentan a la escena; hay en ese resultado la mano de alguien que los comprende, pues ha estado en sus zapatos.

La fotografía de Felito Ruiz y Carlos Talavera resulta un rublo perfectible. La imagen ostenta una corrección de colores demasiado enfática, por momentos sucia, que anula casi en su totalidad la belleza de los decorados interiores. Cuando se filma en ambientes exteriores la visualidad mejora considerablemente, lo cual nos habla de un uso regular de la iluminación.

Tony Angelino en el diseño de maquillaje y peluquería hace lo que puede para embellecer los rostros femeninos y caracterizar a través del maquillaje las diferentes psicologías. El resultado es interesante, aunque no siempre preciso ni innovador: hay un dejo noventero en la concepción de estos rubros, que terminan por endurecer mucho de los rostros a los que se le intenta dotar de belleza y elegancia.

La música utilizada, pese a su diversidad de estilos y autores, es reposada, discreta, sin ser esto un defecto, sino todo lo contrario. Esa mesura de los aportes melódicos, permite que el espectador se concentre en las situaciones, conflictos y parlamentos.

En cuanto al diseño de presentación, pudo ser más preciso a nivel conceptual. Le falta concreción, gusto e inteligencia en el uso de los recursos técnicos y artísticos. Una pareja de bailarines danzando al compás de una música enérgica y pasional, en principio suena bien, pero a esa idea inicial había que redondearla desde el estudio del espacio y un mayor rigor coreográfico.

Otra de las razones del éxito de Asuntos Pendientes son sus histriones. La astuta fusión de grandes nombres de la interpretación con actores noveles, nos permite presenciar escenas contundentes, emotivas, donde los enfrentamientos actorales lo son todo. La elección de las tres protagonistas es uno de los mayores aciertos de la obra.

De las tres intérpretes resalta la participación, en una serie de larga duración, de Flora Borrego, una actriz en crecimiento, que sabe dotar a sus roles de ciertos elementos personales e irlos maximizando en función del rol. Su Adriana es una joven con fortalezas y fragilidades, indecisa a veces, pero muy segura de lo que quiere para su futuro. La actriz entendió las contradicciones de su criatura, enfatizando en su costado más inmaduro, su frescor y un sentido del humor interno que hace aflorar desde lo gestual.

El riesgo en Asuntos Pendientes está desde el instante en que se decidió contar una historia con claras posturas feministas en un país donde el machismo se aloja en los más pequeños detalles. Emplear al sector de la construcción como telón de fondo no es un hecho fortuito: tal acción nos habla de esos asuntos pendientes aún por resolver, en una sociedad en constante transformación, donde el papel de la mujer es, por derecho propio, diferente al de otras sociedades contemporáneas.

 

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