Las telenovelas forman parte indiscutible de nuestras tradiciones, razón por la cual me gustaría rendir un digno homenaje a este espacio de la televisión que durante décadas ha formado parte de las noches en familia

Cada año, el mes de octubre nos acerca de manera especial a nuestras raíces y a la historia de la nación cubana al conmemorarse la jornada de la cultura.

Y es que, sin duda alguna, las telenovelas forman parte indiscutible de nuestras tradiciones, razón por la cual me gustaría rendir un digno homenaje a este espacio de la televisión que durante décadas ha formado parte de las noches en familia.

Todo comenzó en la radio, en el año 1948, cuando «El derecho de nacer», escrita por Félix B. Caignet, paralizó la nación, para luego darle la vuelta al mundo y versionarse en decenas de países y llegar, incluso, a la gran pantalla.

Desde entonces, este espacio es uno de los que más consume la teleaudiencia cubana, convirtiéndose en un fenómeno social con el paso de los años.

Después de las nueve de la noche, en muchísimos hogares, las familias se juntan –casi como un ritual– para disfrutar de la propuesta televisiva.

En 1952 se transmitía en la Mayor de las Antillas, por CMQ Televisión, una adaptación de «El derecho a nacer». Este «experimento» de llevar hacia la pantalla chica programas que anteriormente salieron al aire por la radio, resultó ser un gran producto que acaparó a las masas.

En sus inicios eran transmitidas en episodios diarios, generalmente con una hora de duración, pues su idea era atrapar al televidente mediante las historias rosas o de alto contenido romántico, donde el denominador común eran el amor que sentían los protagonistas y la lucha por vencer los obstáculos que los separaban; a diferencia de hoy día que existen muchas variaciones del género.

Durante su primera década, la telenovela cubana ensayó los más diversos formatos difusivos multiplicados en horarios, sesiones, fuentes y temáticas ambientes, luego replicadas por toda la región.

Aun se recuerda con mucho cariño novelas emblemáticas como «Sol de batey» en 1986, convertida en un gran éxito de audiencia en el país y seleccionada como el mejor original del año.

Mientras que «Doble Juego», en 2002, escrita y dirigida por Rudy Mora, innova el género y se gana el abrumador reconocimiento del público, lo que validó el impacto y consumo que tienen este tipo de productos. Un año después, mereció una versión fílmica hecha a partir de una condensación de los capítulos filmados.

Tal es su éxito, que cualquier cubano puede mencionar un listado cronológico de ellas y hacer referencia a reconocidos directores como Charlie Medina, Eduardo Macías, Alberto Luberta, Ernesto Fiallo, Héctor Quintero, Noemí Cartaya, Rafael «Cheíto» González, entre otros de gran talento.

En un sinnúmero de ocasiones, los nombres de algún personaje simpático son hoy los apodos de cualquiera de nuestros vecinos, y hasta exiten frases que conforman el dicharacho popular cuyo origen son de las telenovelas. Constituya entonces este texto el homenaje a todos aquellos que de una forma u otra han posibilitado que también sean parte de nuestras tradiciones culturales.

TOMADO DE BOHEMIA

 

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