20 años después de recibir el Premio Rossellini que entrega el Festival de Cannes, la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Cuba) reafirma su “espíritu de progreso, generosidad y humanismo”.
Vino al mundo el 15 de diciembre de 1986, como la hija más querida de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, bajo la mano protectora de cuatro figuras clave del continente: Gabriel García Márquez, Fidel Castro, Fernando Birri y Julio García Espinosa.
En el año 1993 la EICTV cumplía apenas siete años, y en menos de una década sus aulas y salones habían acogido la voz de imprescindibles del cine como Francis Ford Coppola, Jean-Claude Carrière o Tomas Gutiérrez Alea. Impresionado con su funcionamiento, Robert Redford terminó comparándola con el Sundance Institute, recién creado por él en aquel momento, y que condensaba las ideas de un grupo de revolucionarios norteamericanos sobre el séptimo arte.
García Márquez impartía entonces su taller de guión Cómo se cuenta un cuento, develando el mismísimo arte creador que lo había situado frente al Boom Latinoamericano, que había girado la atención del planeta sobre nuestra literatura y finalmente le había permitido merecer el Premio Nobel de Literatura.
La EICTV comenzaba a esparcir en los destinos audiovisuales del tercer mundo, cada año, media centena de jóvenes recién sacados del horno de sus aulas, curtidos en el fuego de un cine y una televisión que se querían alternativos, que buscaban existir al margen de los senderos trazados por la industria del arte.
Primero, el argentino Fernando Birri y, luego, el brasileño Orlando Senna habían asumido el timón de la Escuela, dirigiendo sus aspiraciones iniciales hacia “el lugar de la Utopía, que, por definición, está en Ninguna Parte”, para que estuviera en esta parte del mundo. Luego pasarían por la Dirección de la EICTV otros grandes creadores, pero el influjo de estos dos primeros sería definitorio.
Así abrió los ojos la Escuela de San Antonio en 1993 y así la observaron también durante la XLVI edición del Festival de Cannes, uno de los que mejor ha impulsado el desarrollo del cine como arte. Ocho años atrás, en ocasión del aniversario cuarenta de la película Roma, ciudad abierta, el evento había instituido el Premio Rossellini (en honor al cineasta italiano, director del filme). Cannes reconocería con este premio Rossellini “aquellas obras o personas que encarnen el espíritu de progreso, generosidad y humanismo”, y por todo ello en 1993 la EICTV sería la elegida.
Yes curioso observar con la distancia que la película Roma, ciudad abierta supuso para el neorrealismo italiano lo que la Escuela de San Antonio al Nuevo Cine Latinoamericano, su manifiesto vivo, asiento material de las aspiraciones de Glauber Rocha, Fernando Solanas, Tomás Gutiérrez Alea, Miguel Littín y una lista extensa de realizadores. Tanto Roma, ciudad abierta como la EICTV constituyen faros en el destino de múltiples artistas dentro del audiovisual, cada una con una propuesta concreta de encausarlo.
El Premio fue para la Escuela, ante todo, un compromiso. Dos décadas después, en San Antonio de los Baños se sigue defiendo más que nunca el deseo de dotar a los pueblos, a las minorías del planeta, de imágenes y sonidos propios; de ayudar a la transmisión de experiencias de todas etnias, idiomas, razas.
De sus aulas parten cada año, hacia la industria del audiovisual, alrededor de cuarenta estudiantes del curso regular; cuentan también las más de cuatro mil matrículas en talleres de especialización y altos estudios que se ha ofrecido hasta la fecha. La Escuela ha desarrollado proyectos de realizadores de todos los continentes, que alcanzan la cifra ya de tres mil títulos, entre documental y ficción. Cada año la Escuela produce más 150 cortometrajes.
Algunos de sus egresados se encuentran al frente de instituciones de cine y cultura en sus países de origen, han sido ellos mismos fundadores de eventos, escuelas y productoras audiovisuales. La EICTV también en este sentido se encuentra comprometida con el destino de la enseñanza del séptimo arte, la televisión y los nuevos medios. Por esta razón, se involucró en la fundación de la FEISAL (Federación de Escuelas de Imagen y Sonido de América Latina) y ejerce como miembro pleno del CILECT (Centre International de Liaison des Ecoles de Cinéma et de Télévision), siendo sede de su consejo ejecutivo hace unos meses.
Esta labor diaria, que toma años, no ha pasado inadvertida para importantes íconos del medio como el Festival de Huesca que le otorgó en 2008 el premio Pepe Escriche por sus esfuerzos para favorecer el diálogo entre diferentes culturas. Por su parte, el recibimiento de la Orden del Mérito Cultural de Brasil en 2010 da fe de la impronta de la EICTV en el gigante latinoamericano. El diario español El país la incluyó en el 2000 entre las cuatro más importantes Escuelas de Cine en el mundo y la llamó, muy justamente, “el buque insignia del realismo mágico”.
En estos momentos, 120 estudiantes de 36 países de todos los continentes aprenden en el Curso Regular de la EICTV el arte que apoyan las cátedras de Ficción, Documental, Guión, Edición, Sonido, Fotografía, Producción y la recién llegada Televisión y Nuevos Medios. Cada una de ellas trabaja para que los alumnos desarrollen su propia vocación, y algún día ocurrirá -como en el caso de Benito Zambrano-, que quién al recibir un premio exprese: “La EICTV es un sueño que no puede encontrarse en ningún otro país”.