Resulta común que los espectadores cuestionen a la televisión. En más de una ocasión hemos escuchado opiniones que manifiestan no disfrutar de su programación, para no sentirse comprometidos a responder interrogantes  sobre la misma y carecer de referentes teóricos sólidos y actualizados. Al ser uno de los medios más populares en los últimos tiempos, la televisión supone que los receptores se formen una opinión personal sobre los espacios informativos, dramatizados, musicales, publicitarios, etc.

Por el lenguaje y los códigos que utiliza, algunos teóricos no le otorgan la categoría de “octavo arte”. Aunque el enfoque general que ellos manejan es cultural, las siguientes líneas proponen defender el artístico, o sea, entender la televisión como arte. En este sentido resulta esencial abordar esta problemática desde las coordenadas artísticas, y así reflexionar sobre diferentes conceptos que visibiliza la televisión entre los cuales destacan: imitación, creación, representación recreada de la realidad, veracidad, y verosimilitud.

Desde la antigüedad griega se consideraba al arte como “Imitación” de la vida. Entre muchos de los intentos de conceptualizar el arte, se sabe de algunos pensadores que entendían la imitación como recreación, la creación de otra realidad diferente a la vida. Desde aquellos tiempos el nivel de la representación aparece como una característica del arte. Y es precisamente esta imitación la que se mantiene constante en la televisión aún en los documentales y en los informativos.

El documental parte de la realidad, es más cuidado y expone una tesis, la de los realizadores. Carece de la inmediatez de la noticia y es intemporal. En la medida que el documental exige partir de la realidad, el equipo de realización escoge a quién entrevistar para que apoye su  punto de vista  y a otros para que lo nieguen. De esta manera hace más interesante su propuesta y brinda  más progresión a su discurso audiovisual. El director o el guionista persiguen el propósito de hacernos reflexionar, valiéndose así de innumerables recursos para argumentar su tesis, de modo que si hablamos de sujetos, ya introducimos la subjetividad, otra característica del arte.

Cuando seleccionamos un pedazo de la realidad, decantamos  una parte de ella que no queremos representar. Estamos imponiendo nuestro estilo, nuestro sello. Deliberadamente ejercemos una voluntad consciente, una intencionalidad que nos interesa destacar de acuerdo a nuestros objetivos. En consecuencia, trabajamos con el concepto de veracidad y no de realidad.

El australiano Bill Nichols escribió un texto que resulta fundamental para las clases y los estudiosos del documental, lo titula La representación de la realidad. Cuestiones y conceptos sobre el documental. Dicho libro se ha editado varias veces y traducido a varios idiomas. Desde su primera edición en 1991 y desde el propio título, este autor  suscribe el concepto del documental como representación, como arte. 

La noticia como género constituye otra fuente que debemos apuntar. Durante una discusión con una destacada periodista de la televisión cubana, insistía en el tratamiento de la realidad en el telediario. El ejemplo era de la muerte de Yasser  Arrafat que como  hecho, histórico y real era interpretado por ella como sujeto revolucionario de una manera y por un periodista de la cadena ABC desde otra perspectiva diferente. Entonces el hecho, la noticia, tiene una interpretación del sujeto que la da, o que la cuestiona. Además de ello, hasta la colocación y la duración de la misma en el guión del telediario se piensa y responde a la política de programación que maneja el jefe editorial del noticiero quien es otro sujeto responde a su institución.

En los géneros dramatizados la referencia a la realidad se manifiesta de otra manera. Existen dos grandes grupos en el terreno lógico para su mejor comprensión. Los géneros que trabajan con lo probable: La pieza, la tragedia y la comedia. Y después los que trabajan con lo posible: la tragicomedia (Las aventuras),  el melodrama (las telenovelas) y la farsa.

 Todos los géneros que trabajan con lo probable tienen como referente la realidad, pero recreada. Podemos pensar en los programas históricos sobre personalidades de la cultura universal y nacional, que las interpreta un actor a su manera. Además podemos citar la tragedia moderna como La muerte de un viajante, de Arthur Miller, o la comedia de Otto Ortiz  La lista.  En estas obras las historias se encuentran inmersas en una realidad determinada y los personajes responden a ese mundo recreado.

 Los analistas para este tipo de programa estudian muy bien la historia, el marco donde se desenvuelven los personajes, el tipo de vestuario que utilizaban de acuerdo a la moda de ese momento histórico, entre otros aspectos. Los periódicos de la época, si existían; la ambientación de su entorno, en fin; que parten de una realidad, la estudian y tratan de mostrarla lo más fiel posible a esa época. Claro que existen las licencias dramatúrgicas, aquí y allá. Cuando no se encuentra un utensilio necesario, si no se puede conseguir, o hacer, se truquea o se evita presentarlo en cámara. Esto le brinda a los programas mayor verosimilitud.

Los géneros que trabajan con lo posible también necesitan una referencia a la realidad. La tragicomedia que es el género de las aventura, ostenta dicha referencia, pues en reiteradas ocasiones todos aceptamos que nuestro héroe después de una bronca tumultuaria salga con su gorra o su sombrero impoluto. Sin dudas estas son  convenciones que establece el género. Ahora, esas convenciones se tienen que respetar desde el propio guión. El público no acepta que el héroe se tire de un avión sin paracaídas y después salga caminando sin un pie quebrado.  Si se quiere lograr impacto, emoción o suspenso en ese caso, puede pasar que el paracaídas se enrede, aunque al final, lógicamente, en el último momento, el personaje logre que el artefacto funcione. Y final feliz. Estos elementos tienen que ver con lo maravilloso de la televisión,  del programa, de modo que se debe cuidar bien que  los códigos que se empleen, se respeten.

Mientras escribía la adaptación de la noveleta El tigre en la vitrina de la autora griega Alki Zei, para el  espacio Aventuras, resultó necesaria una referencia a la realidad histórica. Los sucesos ocurrían en 1936, en la Grecia fascista de Ianus Metaxas, el tirano, de modo que fue imprescindible estudiar profundamente esa parte de la historia moderna griega para mezclarla con la ficción.

 Queríamos destacar algunas personas que ni en el propio libro se mencionaban. Sabíamos que Giorgio Seferis (premio Nóbel de la literatura en 1963) había nacido en Esmirna en el año 1900, en la parte griega de Turquía en aquellos años. Justamente de ahí procedía la criada Estamatina, que vino a Samos cuando el incendio de la ciudad y por la fecha de nacimiento del escritor posiblemente se relacionó con las hijas de este fascinante personaje. Había otro personaje que indirectamente tenían que ver con el galardonado: el  Abuelo, un sabio pueblerino que en 1936 ya había leído el primer libro publicado por Seferis y advertía que Grecia y el mundo hablarían más tarde del gran poeta. Estos detalles eran posibles, pero no reales. Se  trataba de una ficción, pero no  se violaban los códigos de la historia. Los conocedores lo aceptaron perfectamente, incluso hubo en la prensa escrita referencias al tratamiento respetuoso y serio de la historia. La  embajada de Grecia colaboró con detalles específicos y estuvo muy al tanto de la transmisión de la aventura. Así mismo, nos manifestaron su acuerdo con  estas soluciones. En contactos previos con la escritora, ésta demostró su satisfacción con la puesta en pantalla de su obra y con las críticas publicadas en la prensa. Presumo que sus dos últimos títulos publicados aquí “con licencia solo para Cuba”, proceden de estos primeros contactos.  Baste este ejemplo donde se recrea lo real, de manera artística y verosímil.

En cuanto a la telenovela ocurre otro tanto. Los personajes interactúan con su medio, con la realidad histórica en que se desenvuelven, pero lo que prima en ella es el sentimiento de pasión. El amor de la pareja protagónica que debe tener conflictos, por ejemplo el malo que se enamora de la heroína y quiere arrebatársela al  héroe. El encuentro y los desencuentros entre la pareja protagónica resultan fundamentales para mantener el interés en cada capítulo. La telenovela como género dramatizado de lo posible resulta emocionante también, porque  priman las traiciones, las sospechas, el abuso con la inocencia, el malo malísimo tramando alguna escaramuza contra los buenos. Nunca juzguemos al género con la fuerza de la realidad. Trabaja con los códigos de lo verosímil no con la veracidad. Los escritores brasileños insisten en que los guionistas preparen  la casualidad como probable. Es decir, presentar antes al personaje que oirá el secreto importante sin que el público sienta que el personaje cayó del cielo por arte de magia. El televidente disfruta cuando el antihéroe recibe un castigo y cuando, al fin la pareja decide unirse sin malos entendidos. Los brasileños teorizan mucho sobre la telenovela, la red O Globo gana bastante dinero exportando estos productos audiovisuales, y a nosotros nos gusta ver y conocer su forma de ser, pero no olvidamos que vemos una ficción, no una realidad. Es importante subrayar esta última afirmación. Recuerdo que me invitaron a impartir una conferencia sobre el tratamiento de la realidad en el Instituto de Historia, En ese lapso veíamos en antena Las huérfanas de Obra Pía  y me preguntaron si no era un poco atrevido que en aquellos tiempos los novios se besaran en la calle. Y respondí, que también los guionistas usaban las licencias dramatúrgicas y eso  resultaba perfectamente  aceptable  para el público porque se imponían  los códigos del mundo actual.

El género de la  publicidad constituye otra vertiente de lo real maravilloso de la televisión. Vemos a menudo balitas de gas que hablan como personas, con un tiempo que no es lineal, y  no nos asombran que las imágenes entren y salgan, incluso que se fragmenten en la propia pantalla. En este arte de la síntesis de la síntesis, hasta la reiteración constante y novedosa puede trabajar con lo imposible. El lema resulta importante y el jingles, es decir, la canción apoya mucho el recuerdo del spot, que insistimos trabaja con lo imposible..

También en  la publicidad puede utilizar una historia dramatizada de impacto, contada linealmente y trabajar con lo posible. El estudioso da Távola en su libro La libertad de ver,  señala que la publicidad es surrealista y no le falta razón. Lo importante en este género es  que se vale de muchos efectos para agradar y promocionar lo que se quiere. Para incitar y cambiar actitudes de manera efectiva y de rápida lectura. Los spots televisivos, en Cuba,  se transmiten en espacios de cambio, es decir, entre programa y programa. Y ellos recrean y se alejan, en algunas ocasiones, bastante de la realidad.

El show musical en la televisión recurre a la luminosidad, a los colores vivos, a las lentejuelas, a crear una atmósfera onírica, no real,  que no tiene por qué ser superficial. Utiliza las coreografías para apoyar la curva dramática del programa, recurre  a los brillos, a las lentejuelas  y a otros elementos que hacen más agradable la interpretación de los cantantes o de las orquestas. El colectivo de realización cuida el repertorio para darle una intencionalidad a la puesta y  terminar con un final apoteósico. Igual sucede con las revistas musicales que emplean una escenografía que no imita ninguna casa, sino que adorna el fondo con luces,  elementos geométricos o abstractos y exageran la luminosidad para enfatizar al o a los intérpretes. En este género de programa afirmaría que la referencia a la realidad son los propios artistas que los maquillan exageradamente y visten para la ocasión.

No pienso que en la televisión de Cuba o del extranjero se encuentre la realidad, sino su representación.  Como argumentamos en el análisis que hemos hecho de los documentales, de los informativos, de los dramatizados, de la publicidad y por último de los musicales. En ninguno de estos programas vemos la  realidad, sino su representación y recreación. Nos encontramos con  lo maravilloso de la televisión y consecuente mente la proponemos como el octavo arte.

 

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