Habla pausadamente, como lo hacen los buenos maestros para hacerse entender por todos sus discípulos. Escucharlo es verdaderamente una clase donde puede aprenderse tanto de fotografía como de ingenio, persistencia e imaginación para armar equipos que faciliten las grabaciones de video.
En la televisora provincial holguinera -Telecristal- donde labora, a Oscar Feria Estopiñán le admiran por la experiencia profesional que ha cultivado tanto en Holguín como en la Isla completa en la grabación de 14 películas cubanas, entre las que sobresalen "Madrigal", "Los dioses rotos", "Cangamba", "Camino al edén", "El edén perdido", "La noche de los inocentes" y "Martí: el ojo del canario". Pero "Oscarito", como le llaman sus amigos, o “Feria”, para los que no traspasan el umbral del respeto, parece como si no se
enterarse de todo lo que ha cosechado. O al menos no lo demuestra demasiado.
Son cerca de las cuatro de la tarde y está por empezar la grabación de uno de los programas deportivos del canal holguinero, pero aún le queda algo de tiempo y nos lo dedica. Sentados en la penumbra del estudio, empieza a contarnos sobre su última experiencia como director de fotografía, en la serie histórica "Duaba, la Odisea del Honor", la cual se exhibe actualmente por la Televisión Cubana.
Apasionado de la tecnología y consciente de los retos que ella le impone a todo realizador cubano, empieza por describirnos cómo era la que usaron para filmar "Duaba".
“Trabajamos con cámaras fotográficas Canon: una 600D y dos 550D, las cuales tienen un resultado en la imagen muy favorable porque son de alta definición, pero desde el punto de vista operacional nos traían varios inconvenientes porque había que cortar y definir si grabábamos con sol o lo hacíamos con sombra.
Grabábamos a temperaturas muy elevadas. Hubo un momento en que tuve que coger un paño frío y ponérselo al cuerpo de la cámara, por temor a que nos fuera a interrumpir la grabación”.
Pero muchos de los equipos que usaron fueron fabricados por usted...
Teníamos un dolly fabricado con ruedas de patineta, con tubo metálico estructurado para funcionar con un soporte fabricado de forma totalmente artesanal. El steadicam fue construido a partir de muestras que aparecen en Internet. También hice los soportes para operar la cámara y que aparentara ser más robusta; una jirafa o especie de grúa para todos los movimientos necesarios, tanto planos bien abajo como en picada; y una pequeña cabeza caliente, todos hechos por mí.
¿Y cuán difícil fue realizar los efectos especiales?
Cuando hicimos el efecto de lluvia en Guantánamo, tuvimos los carros cerca de un río. De él las turbinas tomaban el agua y se producía la lluvia. Pero en Baracoa hicimos unos planos donde supuestamente venía la expedición. Ahí sí tuvimos que utilizar unos carros de bomberos que todavía estaban en garantía y por lo tanto no se podía coger cualquier agua.
Tuvimos otra dificultad porque al principio íbamos a utilizar los bomberos exclusivamente para producir efecto de lluvia, pero no nos pudieron permitir que el barco con que filmamos estuviera dentro del agua porque habría marejadas y se corría el riesgo de que chocara contra la orilla. Por eso, nos montaron el barco encima del muelle, pero debía parecer que estaba en el agua. Entonces hicimos unas olas encima del piso, pusimos una luz en contra e hicimos el efecto como si fuera el agua la que estuviese en el
piso, aunque realmente era el piso falseado.
Tenemos entendido que a veces grabaron escenas nocturnas a plena luz del día. ¿Cómo se logra ese efecto?
Las cámaras tienen un sistema de ajuste que permiten interpretar la luz natural de un modo frío o cálido. Podemos ajustarlas para que la luz que reproduzca tenga una imagen azul y aparente una noche americana, que es como se llama el efecto. Las noches no revelan tanto el color como el día, porque la luz del día tiene características de temperatura muy especiales que permiten que veamos el reflejo de todos los colores del espectro. Por eso las noches tienden a ser un poco más grises.
¿Desde el punto de vista de la fotografía, qué fue lo más difícil que enfrentaron?
La reproducción de época fue lo más difícil porque no contábamos con la suficiente cantidad de luces. Es muy difícil lograr imágenes que aparenten estar iluminadas con candiles, quinqués o velas, cuando en realidad se filmaron con luz artificial. Tuvimos que rebotar la luz en el guano o colocar luminarias en lugares donde la cámara no las tomara y sin embargo hiciera la función que nosotros queríamos.
Llaman la atención los lugares escabrosos donde filmaron. ¿Cuánto les exigieron esas grabaciones desde el punto de vista físico?
Los llamados se hacían a las tres o cuatro de la madrugada porque una de las características que tuvo esta serie fue que intentamos filmar en los escenarios reales y había locaciones que quedaban a 50 o 60 kilómetros. Cuando fuimos al lugar donde mataron a Flor Crombet, en Alto del Pino, tuvimos que solicitarle a las Fuerzas Armadas unos camiones especiales porque era un lugar extremadamente difícil de llegar en carros ligeros. Pero hubo un momento en que nos tuvimos que desmontar porque los carros ya
no podían seguir y tuvimos que caminar casi 3 kilómetros loma arriba para poder filmar en el lugar real.
¿Y su experiencia como actor?Roly Peña, el director, necesitaba muchas personas que aparecieran en la serie. Entonces se le ocurrió involucrar a la mayor parte del equipo técnico en actuaciones secundarias. Tuve que interpretar a Incera, quien hizo el intento de matar a Maceo en Costa Rica. Me tocó disparar y después me matan de un balazo. Lo poco atractivo de la experiencia fue que en esa ocasión el llamado fue comenzando la tarde. Me mandaron a vestir desde que comenzó el llamado y me pasé todo el día vestido con un personaje que vine a interpretar casi a la una de la madrugada. Y lo peor, ¡haciendo de
camarógrafo!
Muchos profesionales del medio, cuando escuchan su nombre, piensan en la cabeza caliente que confeccionó hace unos años, la cual le ha permitido trabajar en muchas producciones. ¿Nos cuenta cómo la armó?
En mi casa tengo un estante donde guardo todo lo que pueda servirme. Comencé con la idea de fabricarla en el 2000 y la terminé a finales del 2005. Primero construí un torno para hacer el trabajo de maquinado. A veces me asesoraba con personas que tenían conocimiento en cuanto a las estructuras, a las características de los metales que iba a utilizar.
Pero cuando empiezan las Olimpiadas de Sydney, me percaté de la presencia de la cabeza caliente, llamé a casa del Loquillo (camarógrafo del sistema informativo de la TVC), quien participaba en el evento, y le pedí a su esposa que le dijera a “Tony” (El Loquillo) que tomara imágenes de la cabeza caliente con su cámara para yo verlas.
Tiempo después él vino a Mayarí y me envió un catálogo que había conseguido en la agencia donde alquilaban las grúas. En él aparecía una foto, pero con muchos gráficos y sus longitudes. En una de las fotos se veía un camarógrafo trabajando la grúa. Entonces cogí un pie de rey y le medí la mano al camarógrafo, después medí la mía y a partir de ahí hice una escala y deduje las dimensiones de la grúa con respecto a la realidad. Esa cabeza caliente está construida con materiales desde Moa hasta Pinar del Río.
Habla de la grúa con un cariño de padre. Son casi las seis de la tarde y aún tenemos mucho que conversar, porque la experiencia de Oscar Feria como profesor del Instituto Superior de Arte (ISA) de Holguín, o los cursos que imparte en la Escuela Internacional de Cine de La Habana, o su trabajo como director de fotografía junto a reconocidos directores de cine cubano, es extraordinaria.
Pero la tarde va terminando. Ya habíamos parado la entrevista un buen rato para que Feria grabara el deportivo y ahora otra vez le llamaban a estudio. Así que dejamos muchas otras preguntas para una segunda entrevista y él se despidió regalándonos la novedad de que participaría en la grabación de los Premios Lucas y en una nueva serie policíaca también dirigida por Roly Peña. Pero esas son historias para la próxima entrevista.