Entre tu y yo
- Detalles
- Escrito por: Ivón Peñalver Fotos: Archivo
- Categoría: Entre tu y yo
- Visto: 2104
Esta popular actriz, locutora, dueña muchas voces, querido rostro de la radio y la televisión cubanas, recién recibió el premio Pequeña Pantalla
Desde hace más de 20 años apostó por sostener una conversación que, entre ella y el televidente, trajera a la actualidad figuras y momentos memorables de la historia de la radio y la televisión de casa. El espacio Entre Tú y yo, del cual es anfitriona, ha significado la permanencia de Irela Bravo en el decurso de los días de la televisión cubana. No obstante, su sonrisa y carisma han sido reconocidas desde mucho antes por el público.
- Detalles
- Escrito por: Joswé Luis Estrada Betancourt
- Categoría: Entre tu y yo
- Visto: 2415
Son los personajes los que me hacen vivir con mayor o menor intensidad, sea en el medio que sea. Ellos me atrapan y hacen que adore un proyecto
Todo empezó por un juego. Denys Ramos recuerda que al doblar de su casa en el Vedado habanero, su hermano acostumbraba a jugar fútbol con sus amigos, «y yo salía con un pomo de spray y empezaba a mojarlos diciendo que era champaña. Volvía a llenarlo de agua y regresaba con la misma intención, así me la pasaba corriendo, tanto o más que los muchachos del piquete. Uno de ellos, Alexis Guerra, se encontraba en el grupo de Humberto Rodríguez y un buen día me dijo que andaban buscando niños para actuar. “¿Te gustaría ir a un casting a probar? Porque me parece que tienes condiciones”, me embulló y yo acepté.
«Mi mamá me llevó a las audiciones que aprobé. Entonces supe que actuar era una profesión. Yo no decidí ser actor en ese momento. Ocurrió tres años después en La Terraza, el taller de Adolfo Llauradó, donde descubrí, además, que la actuación se estudiaba en una academia y que era una carrera a la cual podías dedicarte toda la vida», reconoce este actor de 36 años, entre los protagonistas de El rostro de los días, telenovela que este viernes llega a su final.
‒¿Qué tan especial ocurrió en La Terraza?
‒Sucedió que por primera vez daba clases con gente de mi edad, a lo cual se sumó que Adolfo Llauradó y Luis Ubaldo Benítez, mis inolvidables maestros, consiguieron despertar en mí un amor por la actuación y el teatro, por las artes todas, un asombro tan constante, que ya era incapaz de verme en el futuro de otra manera distinta que no fuera en las tablas, disfrutando de la felicidad.
«Desde pequeño, como casi todos los niños, hacía juegos de roles: me convertía en los diferentes personajes de las películas, de los muñequitos; imitaba en los matutinos a Antolín El Pinchón y a otros que estaban de moda, lo que quiere decir que ese gusto por representar (por decirlo de algún modo) venía ya conmigo, que en mí se hallaba ese anhelo de ser actor, pero en La Terraza pasó algo mágico. Me hizo consciente de esa realidad.