Aproximación a sonoridades, ritmos y poéticas en las músicas que transmiten la Radio y la Televisión
Aquel tocadiscos era el objeto de culto de mi abuela Panchita, escuchaba embelesada “Mi amor fugaz”, de Benny Moré, en un disco de larga duración. Siempre le gustó anotar el año de composición de cada pieza. A veces, cantaba bajito. “Definitivamente es un clásico”, decía sin quitar los ojos del fonograma, que daba vueltas, en el viejo artefacto.
Los avances tecnológicos contribuyen en la actualidad al registro de la memoria que se perpetúa en diferentes formatos y soportes, van de mano en mano, en DVD, CD o MP3. Como reconociera Alejo Carpentier: “la modificación del proceso de acercamiento a la obra, por medio del disco, es una de las causas del formidable incremento de la cultura musical en nuestra época”.
Precisamente, en los programas radiales y televisuales, el disco es fundamental para la promoción de las músicas, los compositores y sus intérpretes. Nos permite reconocernos en raigambres, árboles sonoros y rítmicos, frondosos de los ámbitos caribeño, latinoamericano y mundial, y también contribuye a establecer diferencias en estilos e influencias.
Suele pensarse, en ocasiones, que en materia musical, actualizar a los públicos solo depende de la grabación y difusión de fonogramas, poco se insiste en que ambas acciones forman parte de un proceso creativo, en el cual son esenciales el pensamiento de compositores e intérpretes, que incorporan a sus ejecuciones, conceptos y disciplinas formativas sedimentadas, la imaginación, el rigor científico de la academia y la riqueza de diversos saberes.
De acuerdo con Leo Brouwer, “cada vanguardia no hace otra cosa que intensificar el cambio para crear una nueva actualidad formada por tradiciones, pero con una dislocación u orden nuevo”. Por eso es tan importante la defensa de estrategias nacionales e internacionales, indispensables para la preservación del patrimonio oral y vivo relacionado con el arte sonoro, la improvisación poética y la comercialización digital de la música.
Mestizajes, fusiones con ritmos indígenas y aportes de nuevas generaciones, robustecen el diverso panorama de proyectos audiovisuales, lo popular tradicional, y la práctica de portadores.
Notables intelectuales, como el poeta, ensayista y crítico Cintio Vitier, aportaron textos a los cuales siempre hay que volver, como Lo cubano en la poesía, que revela esencias de nuestra nacionalidad.
De igual modo, intérpretes virtuosos, actores, actrices y músicos renuevan aportes y conquistas que enriquecen el arte sonoro en Cuba, el cual es resultado de más de media docena de fuentes tributarias.
¿¡Cómo olvidar la recreación de textos de Nicolás Guillén que hacía la actriz Asseneh Rodríguez!? También impresionan las interacciones improvisatorias cuando se establecen diálogos entre ejecutantes, que cuentan historias, expresan frases o pasajes musicales de carácter comunicativo, y realzan el swing de la atmósfera colectiva. Así ocurre con la labor del tresero Pancho Amat, afable y comunicativo, y
las ejecuciones del maestro Chucho Valdés, quien ha bebido de las fuentes nutricias de África y España.
Por supuesto, no están ajenos los pueblos y sus músicas al impacto de las nuevas tecnologías, los medios y la globalización de la información, de ahí la importancia de reforzar estrategias que incidan tanto en la creatividad como en las formas de gestión.
Como producto cultural, cada fonograma reúne la labor creativa de artistas y técnicos, interesados en aportar en conjunto al resultado final, en el que coinciden música, imagen y sonido. En la radio y la televisión se han de promover los valores más genuinos. Por ejemplo, se escucha poco el álbum Sacrilegio (Producciones Colibrí), del laureado pianista y compositor Ernán López-Nussa, que obtuvo además del Gran Premio de Cubadisco 2014, los máximos reconocimientos en Antología de versiones, Jazz, CD-DVD y Grabación.
Dicho fonograma avala el valor de un concepto musical sólido, maduro, filosófico, el cual ha sido interpretado desde la transgresión sonora y rítmica, al expandir de manera ingeniosa los límites entre la llamada música culta y el jazz. Los sedimentos de este inspirado artista fluyen en variaciones, que retoman a Beethoven, Bach, Cervantes, Lecuona y White, en un ejercicio de perfecto pianismo clásico.
Voces y músicas de reconocidos artistas se han unido para defender la causa de los Cinco Héroes Antirreroristas en el álbum doble Me dicen Cuba, galardonado con el Premio Especial Cubadisco. Con la producción musical de Emilio Vega, participan en esta obra homenaje: Yoruba Andabo, Silvio Rodríguez, Alexander Abreu y Havana D´Primera, el dúo Buena Fe, Digna Guerra y el Coro Entrevoces y Sergio Vitier, entre otros.
Por caminos diversos va dejando huellas la discografía cubana, y hay que aprovecharlos en los sistemas de la radio y la televisión cubanas, no perdamos de vista que el arte permite afinar los sonidos del alma, tiende puentes y estimula sensibilidades en todas las épocas y en cada región del país.
Lo que no se difunde, no existe. Son los medios de comunicación los encargados de jerarquizar valores culturales y artísticos, y ofrecerles a los públicos lo genuinamente cubano y universal.