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La televisión cubana le debe a José Martí una serie biográfica. Su figura y su obra han sido protagonistas de distintos géneros audiovisuales que han representado el ideario martiano, pero en estos tiempos en que tanto cuestionamos la necesidad de la edificación moral de los individuos, de paradigmas esperanzadores, qué mejor imagen que la del poeta y revolucionario para reavivar ese sentimiento tan puro que guardan los cubanos al pensar en sus héroes.

Somos un pueblo sencillo, de talentos brillantes, y un hombre que indudablemente responde a esa definición fue Martí, quien realizó los mayores sacrificios personales con desinterés, inteligencia y liderazgo, a favor de ideales más altos que el beneficio propio.

La radio ha trabajado de manera versátil los distintos aspectos de la vida martiana; en el teatro, el director Carlos Celdrán nos ofreció su puesta: “Hierro”, la cual pudimos apreciar en pantalla el pasado año, y surge la pregunta: ¿qué más puede hacer la televisión?

Necesitamos una serie audiovisual que refleje de manera minuciosa y creativa a una figura que desde muy joven conoció la utopía, el destierro; quien nunca dejó de amar y escudriñar con responsabilidad en la época que le tocó vivir. Ojalá sea tomada en cuenta esta propuesta; los niños encuentran en los bustos escolares un referente familiar que se vuelve distante con el paso del tiempo. Debemos revivir, de una manera atractiva, ese destello de Martí que llevamos dentro.

Y no es que los medios de comunicación no hayan enaltecido la figura del Apóstol; es que Cuba siempre estará en deuda con Martí.