Aproximaciones a estructuras dramáticas de ficciones audiovisuales

Los medios de comunicación –especialmente la televisión-, dominan en un mundo regido por mutaciones de lenguajes, escrituras y percepciones en constantes cambios.

En ellos, lideran valores abstractos en formas sensibles; cada nueva mirada propone, instaura, resignifica asociaciones, sonoridades y tiempos narrativos.

Algunos espectadores se decepcionan al ver filmes en los cuales no pasa nada; sin embargo, reconocen mantener el interés en el desarrollo de la trama.

Por lo general, las producciones fílmicas recurren a la estructura clásica o aristotélica, en la cual el relato se centra en la acción dramática. Lo que se dice y lo que se hace responde a la ley del conflicto; o sea, los personajes luchan por una presa codiciada, el despeje de una incógnita o el cambio de equilibrio, entre los bandos en pugna.

Las ficciones en las que, al parecer, no pasa nada, responden a la estructura en progresión acumulativa. La atención del espectador se centra en la paulatina información, los personajes no luchan, viven en mundos decadentes, nunca admiten confrontación.

A esta forma de contar, recurren no pocos directores, entre ellos, el sueco Ingmar Bergman en Gritos y susurros; Paul Leduc en la recreación de Frida, naturaleza viva, y Fernando Pérez en Suite Habana.

Las estructuras dramáticas son convenciones. Leyes que asume el arte para su cohesión interna en busca de autonomía respecto a la vida “real”, surgen de la experiencia, de situaciones vividas en el diario acontecer.

En series televisuales, Cómo salvarse de un crimen, Sala de urgencias y Castillo de naipes, actualmente en pantalla, los realizadores acuden a la estructura clásica y a la tragicomedia -género no realista que parte de una anécdota-, en el cual la acción dramática pone en vilo al espectador mediante la intriga y el suspenso.

Las telenovelas, al estilo de la argentina Sos mi hombre (Multivisión, de Lunes a Viernes, a las 3:00 p.m. y a las 11:00 p.m.) responde a los mismos preceptos. En esta puesta se patentiza que todo relato siempre debe contar dos historias: una evidente y otra sumergida. Lo no dicho en el texto audiovisual sostiene la tensión de la intriga. Al final, como suele ocurrir, se precipitan los desenlaces.

Elegir determinada estructura para contar historias, demanda tener bien claro qué se quiere decir y cómo se quiere decir. La decisión ha de ser consecuente con determinados requerimientos respecto a ritmo, tono, diseño de personajes o tipos, dirección de fotografía y otros elementos técnicos y artísticos imprescindibles en el audiovisual.

Si algunos no logran la perfección requerida, el resultado es fallido. A veces, historias que se relatan mediante la estructura aristotélica no avanzan, esto puede ocurrir por el exceso de escenas caracterizadoras o el mal planteamiento de escenas preparatorias, lo cual condiciona acciones retardadas.

“Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno”, advierte el maestro de escritores Horacio Quiroga (Uruguay, 1878-Buenos Aires, 1937).

Con independencia de la narración, de épocas, situaciones, circunstancias, conflictos; la clave del asunto está en lograr verosimilitud; o sea, lo que impresiona por su verdad-otra aunque nunca haya sucedido.

Compartir el interés humano a través de un enfoque personal, sincero, de ideas o hechos, significa aportar algo nuevo en la ficción.

Actores y actrices lo consiguen en unipersonales mediante el estilo personal, entendido como la forma de escritura representada por quien lo construye.

En este sentido, Octavio Rodríguez, “Churrisco”, es un ejemplo, pues enriquece sus fábulas con esencias del argot popular.

Desde otra perspectiva, la estrategia de comunicabilidad de la telenovela propone argumentos sin abandonar variantes establecidas: modelo moral, uso del lenguaje cotidiano y capacidad de reconocimiento e identificación con los públicos.

De igual modo, patentiza el canon griego, la perfección se expresa mediante la unidad de las partes. Cada puesta audiovisual es un todo; los desaguisados al plantear conflictos o diseños de personajes atentan contra el producto de artisticidad que espectadores diferentes esperan ansiosos frente a las pantallas.

 

  • Al actor Octavio Rodríguez, Churrisco, nominado al Premio de Humorismo, lo distingue su estilo.

 

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