Entre tu y yo
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- Escrito por: Félix A. Correa Álvarez
- Categoría: Entre tu y yo
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«Tengo un gran compromiso con mi profesión y con mi público»
Nacido a escasos metros del Central Venezuela, en un rincón avileño impregnado de nobleza y tierra colorada, Pablo Daniel Peguero encontró su su pasión por la locución desde temprana edad. Aunque se define como retraído, su potente voz desmiente cualquier atisbo de timidez.
Con apenas 30 años, se sumerge en sus recuerdos y atribuye sus éxitos a la suerte, pero en lo más profundo reconoce que su realidad se construyó con tesón y constancia.
Su conexión con la radio fue orgánica y auténtica. Desde niño, Peguero se grababa a sí mismo e inventaba programas, dando vida a locutores imaginarios y a un estudio de radio que solo existía en su mente. En su barrio, cada vecino se convertía en su audiencia cautiva, participando en entrevistas improvisadas o simplemente escuchándolo leer.
La oportunidad se presentó cuando la periodista avileña María Reyes Gámez le hizo una entrevista. Ángel Lorenzo Broche Ruedas, maestro de radialistas en el centro de Cuba, escuchó su elocuencia y decidió contactar a sus padres para invitarlo a realizar pruebas para un programa infantil en Radio Surco, emisora provincial en Ciego de Ávila. Este fue el momento que selló su destino y lo sumergió completamente en el fascinante mundo de la radio.
A los 12 años, Pablo Daniel llegó a Radio Surco. Inspirado por figuras como Laritza Ulloa, Rodobaldo Hernández y referentes locales como Alberto Pardo y Déborah Chinea, comenzó su carrera en la locución. El universo radiofónico que se abría ante él.
«Cuando comencé a estudiar en la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas (UCLV), un giro inesperado se presentó cuando la madre de mi hija escuchó por Radio Placetas una convocatoria para un curso de locución. Tras presentarme a la prueba de aptitud, la superé con éxito. Este fue el punto de partida para un proceso de aprendizaje que implicó asistir, sábado tras sábado, a la emisora CMHW, donde recibí clases de grandes profesionales como Liván Ramos, Samuel Urquía y Alfredo Iturria».
En la CMHW, Peguero se habilitó como locutor profesional y comenzó a desempeñarse en la programación de la madrugada, específicamente en el popular musical Al ritmo de la noche. Esta experiencia fue significativa, ya que, durante sus estudios en la UCLV, tuvo la oportunidad de ganar su propio dinero realizando un trabajo que amaba:
«Al ritmo de la noche marcó mi ingreso como profesional de la palabra a los medios. Aunque era un programa transmitido en vivo y durante la madrugada, me brindó valiosas lecciones y me enseñó a desenvolverme con seguridad al hablar.
«Considero que todos aquellos que nos adentramos en este medio debemos pasar por la programación de la madrugada, ya que aporta significativamente al desarrollo profesional».
— ¿Volviste a Radio Surco?
«Sí. Debido a circunstancias de la vida, retorné a Ciego de Ávila y a Radio Surco. Mi regreso coincidió casi con el inicio de la pandemia de Covid-19, lo cual representó un gran desafío. A pesar de pensar que tendría que reconstruir mi vida desde cero en todos sus aspectos, nunca he temido afrontar los retos. Siempre abordo estas situaciones con dignidad; "echando p'adelante", como decimos los cubanos.
«En Radio Surco comencé nuevamente en la programación de la madrugada y luego como sustituto en otros espacios. Esta etapa también se convirtió en otra escuela para mí, una experiencia que me hizo regresar a mis inicios, a mi génesis».
— La transición a la televisión también fue un paso importante en tu carrera. ¿Cómo describes esta oportunidad?
«En Ciego, la televisión también hizo su llegada, siendo totalmente desconocida para mí; sin embargo, mi disposición a arriesgarme y enfrentar cualquier reto prevaleció.
«El salto a la televisión fue un momento crucial en mi carrera, una oportunidad que me demostró que es posible cumplir sueños cuando los tienes bien definidos en tu mente, sin que nada ni nadie pueda impedirlo».
— Después vino La Habana…
«En 2022, tomo la decisión de embarcarme en la búsqueda de mi sueño, trasladándome a la capital con una mochila llena de anhelos y metas que acariciaba desde mi infancia. Estaba convencido de que era mi momento y que podía lograrlo.
«Inicié mi trayectoria en Canal Caribe, seguido por Radio Rebelde y Radio Reloj. Poco a poco, perfeccioné mi trabajo y me di a conocer. Creo que, con esfuerzo, sacrificio y dedicación, he logrado cumplir las aspiraciones de aquel niño que alguna vez soñó en grande.
«También, en La Habana, logré obtener mi primer nivel en locución, algo que al principio me resultaba difícil creer, ya que a veces me cuesta aceptar que logré locutor». —se le humedecen los ojos—
Actualmente trabajas en distintos espacios de la radio y la televisión. ¿Cómo encuentras el equilibrio?
«He tenido la oportunidad de conducir programas informativos y variados, desdoblándome para demostrar siempre de lo que soy capaz.
«Por ejemplo, Canal Habana me brindó la oportunidad de formar parte de Habana Noticiario. Es increíble pensar que de pequeño admiraba estos espacios y que hoy en día tenga el privilegio de trabajar en ellos, es algo sumamente gratificante.
«Una experiencia inolvidable fue cuando me llamaron para sustituir en el Noticiero del Mediodía. Realmente no puedo explicar lo que se siente; son tantos sentimientos encontrados que estas palabras no logran expresar. Saber que grandes profesionales de la comunicación estuvieron sentados allí, y que yo, a pesar de mi juventud, tenga ese privilegio, es un honor, un compromiso y una responsabilidad enormes.
«También, en Cubavisión Internacional, debuté en una revista variada que se transmite los domingos al mediodía, un programa totalmente diferente a lo que venía haciendo».
Fuera del bullicio mediático, cuando no está frente a los micrófonos, Peguero encuentra placer en la sencillez de estar en casa o en la compañía de amigos, una faceta que demuestra su aprecio por las relaciones personales. Además, aprovecha su talento culinario y la satisfacción que le brinda la cocina, una habilidad que utiliza para desestresarse pues, según él mismo afirma: cocina bien rico.
Este equilibrio entre lo laboral y personal es un testimonio de su capacidad para separar ambas esferas, a pesar de los desafíos que la vida cotidiana pueda presentar:
«Todos enfrentamos problemas; somos seres humanos. Hay días en los que ni siquiera deseo salir de casa, pero el deber me reclama. Tengo un gran compromiso con mi profesión y con mi público», revela.
Peguero comparte su valioso consejo con aquellos que se inician en la locución: «Humildad, esa es la palabra mágica que abre puertas y oportunidades». Esta humildad, combinada con su pasión y entrega, ha sido la clave de su éxito en el desafiante y competitivo mundo de la comunicación.
Como padre de una «bella princesa», como cariñosamente llama a su hija, encuentra en ella su motivación principal. «Ella es el motor impulsor de mi vida. Por ella me levanto todos los días a "comerme" el mundo, a ser mejor persona. Mi éxito, al menos el que he podido alcanzar, se lo debo a ella. Es mi vida entera, mi razón de ser y estar», confiesa con emoción.
A lo largo de su carrera, Pablo Daniel Peguero ha sabido mantener un enfoque inquebrantable en su compromiso con la audiencia. Su filosofía, impregnada de sencillez y humildad, se resume en una simple frase: «Que las personas me quieran y le guste mi trabajo, ese es mi mayor premio».
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- Escrito por: María Regla Figueroa Evans
- Categoría: Entre tu y yo
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La voz de Ana Nora Calaza fue una de las más escuchadas en la programación infantil televisiva de algunos años atrás. Quizás muchos pequeños, hoy mujeres y hombres, no recuerden su rostro, pero si decimos: Amigos y sus amiguitos, Tía tata cuenta cuentos o A jugar, entonces todos sabrán a quien me refiero.
Fundadora del espacio infantil La escuelita del viejito Chichí, Ana Nora Calaza fue artista exclusiva de la TV, y con solo cuatro años de edad hizo promociones y devengaba un salario. En chiste asegura: “soy la asalariada más joven que ha tenido el país”.
Proviene de un hogar amante de las artes en general. Su papá, amigo de Paco Alfonso, la llevaba a las puestas dirigidas o protagonizadas por el actor. Ese acercamiento moldeó en la pequeña Ana Nora el espíritu artístico y, con la ayuda de uno de sus tíos, accedió al mundo de la televisión, cuando a espaldas de los padres, la llevaron a los estudios de CMQ.
En su etapa de adolescente, estudió piano y saxofón en el Conservatorio Amadeo Roldán, pero nunca se desvinculó de la programación televisiva. Luego, matriculó en la Escuela de Formación de Actores.
Por entonces, trabajaba en Amigos y sus amiguitos, Tía tata cuenta cuentos, A jugar, El mago del cachumbambé, El viejo Jotavich, y Caritas, entre otros espacios infantiles. “Trabajé en la mayoría de los programas televisivos para los más pequeños de la casa”, dice la imitadora de voces.
Durante muchos años te destacaste por tu participación en el mundo de los títeres. ¿Cómo entras en él?
Siendo parte del elenco de Tía Tata cuenta cuentos, empecé a cantar en el combo de marionetas Los Yoyo, solo poniendo voz al títere Alelí, porque la manipulación la hacía un grupo de titiriteros de la televisión.
Cuando un día, el escritor de programas dramatizados para niños y jóvenes en la radio y la televisión cubanas, Antonio Orlando Rodríguez, me pidió poner voz a una marioneta bien cubana, llamada La rana Cúcara, aproveché y le dije: “Si no la manipulo, no le pongo voz. No soy titiritera, pero sé lo que quiero”. A partir de ahí se inició mi desempeño como titiritera, ejercicio que amo y mantengo activo.
En la amplia gama de títeres a los que pusiste voz, ¿cuál recuerdas con mayor cariño y por qué?
Los recuerdos a todos por igual, pues todos me dieron y dan muchísima satisfacción. Ando con ellos para todos partes. (…)
¿Cuánto te satisface trabajar para los niños?
La satisfacción es tan grande que la sabemos solo quienes trabajamos para ellos. Los niños son el público más honesto de un actor; si los convences, te quieren y te abrazan, de lo contrario no te atienden, se levantan y abandonan la función, con el mayor desenfado del mundo.
Es un público que crece por generaciones, como parte de una realidad que te obliga a profundizar más en tu trabajo a modificarlo con recurrencia. (…)
¿En qué medida contribuiste con tus programas infantiles y tus marionetas a la formación de valores en los pequeños?
Sobre todo con los programas televisivos, voz e imagen, aunque con la radio también. Los programas de los que hablamos tenían un alto valor educativo, transmitíann un mensaje instructivo, pedagógico.
Tuve el privilegio de trabajar este tipo de espacio en la época de Celia Torriente, Enriqueta Almanza, de excelentes asesoras. La programación estaba vinculada al Ministerio de Educación, a las instituciones de seguridad vial, a la Policía Nacional Revolucionaria.
De ese vínculo muchas veces salían canciones que han dejado de utilizarse por diferentes causas. Algunas te decían como es un muchacho correcto, otras hablaban de los colores del semáforo y de la seguridad peatonal…
Ahora, sin ilusorio didacticismo, son contados con los dedos de una mano los programas que enseñen detalles de ese tipo. Son pocos también los relacionados con la cultura cubana. Por ejemplo, debería haber alguno que ofrezca detalles sobre la Flor Nacional.
Hay que crear con perspectivas a largo plazo, y si de verdad queremos crear ¡ojo!, no podemos hacer un programa igual para todos los niños, se debe trabajar por edades que irían desde los párvulos hasta los de sexto grado, para mayor motivación y entendimiento.
Las diferentes etapas infantiles están bien identificadas, pero lamentablemente, la programación no trabaja estableciendo esos rangos.
Consideras que en la programación infantil de las últimas décadas ha habido un empobreciendo significativo. ¿Por qué?
Por la falta de pensamiento científico y de grupo. No podemos olvidar las limitaciones económicas, son reales y afectan, pero si además de las restricciones, se carece de pensamiento positivo y se trabaja individualmente, no tendremos una programación efectiva.
Hoy no poseemos títeres emblemáticos que representen la idiosincrasia del cubano. Amigo lo fue, Pelusín, Cúcara. Tener un títere o una canción representativa es importante.
Por alguna razón se compuso la tonada “Con sombrero de Yarey”, enaltece al campesinado cubano, que es parte de las raíces identitarias del país”.
De retomarse estos espacios infantiles ¿qué contextos deben considerarse?
Sobre todo contextos actuales. No podemos pensar en Tía Tata… igual a la de hace más de 20 años. Los programas perduran cuando se adaptan a nuevas realidades y los públicos se ven reflejados en ellos; son los mismos programas por el nombre y los objetivos, hasta cierta forma, pero no son iguales.
He hecho los Cuentos de mamá Oca, publicados por primera vez hace más de un siglo. Son similares a los contados hoy, estos últimos, enriquecidos o adaptados a los intereses del público infantil actual.
¿Qué haces en la actualidad?
Soy directora de doblaje de los Estudios Fílmicos de la Televisión, trabajo en películas para ciegos y débiles visuales, fui parte del elenco del filme Inocencia, dirigido por Alejandro Gil y Yasmany Guerrero.
Pertenezco a la Comisión Nacional de Trabajo Comunitario de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y estoy haciendo espectáculos para niños organizados por el Teatro Nacional, algunos en la comunidad habanera La Timba.
He actuado en Tras la huella, novelas… Quiero enfatizar que en mi modo de ver la vida y asumir mis responsabilidades está latente la disposición de trabajar cuando me llamen, junto a mis compinches ancestrales (los títeres), que ya son parte de mi familia.