Desde los mediados años treinta del siglo pasado, EE.UU. difundió las primeras versiones radiales de novelas literarias a las que poco después sumaron los primeros originales del género, escritos expresamente para este soporte electrónico.
Como los primeros éxitos norteños fueron patrocinados por las transnacionales jaboneras, a su versión radial se le llamo soap opera –obra de jabón– denominación que abarca en ese país a la versión televisiva de la novela.
Para 1937, Cuba difunde las primeras soap operas norteñas cuyo fracaso en las audiencias reveló la necesidad de adecuar sus contenidos y códigos a las singularidades de nuestros públicos, en otras palabras, a las especificidades de nuestra idiosincrasia y nuestras esencias históricos-culturales, tan distantes y distintas de las anglosajonas.
La experiencia reveló la necesidad de crear el modelo latino que contuviera los códigos comunicativos-culturales de nuestras audiencias. Así surge nuestra propia visión de la radionovela que décadas después se extendió a la telenovela cubana.
En 1950 se difunde en EE.UU. la primera soap opera televisiva. Solo dos años después –en octubre de 1952– el Canal 6 (CMQ TV) inaugura en La Novela en Televisión, el cual fue nuestro primer espacio especializado en este formato audiovisual con difusión continua durante toda la semana (entre lunes y sábado).
El mismo durante un semestre consecutivo estrenó cinco historias originales de Mario Barral López quien, por añadidura, en este espacio simultaneó la dirección de escena y de actores, el montaje televisivo y de cámaras.
Sobre la telenovela fundacional cubana –tan poco investigada y valorada hasta nuestros días– pesa un prejuicio histórico que tiende a anular su valor histórico cultural, menospreciando o minimizando sus aportes: por haber nacido en la televisión comercial cubana.
En Cuba, donde cada versión novelesca electrónica toma el nombre del soporte que la difunde, nuestra versión televisiva tiene entre sus matrices culturales esenciales a la radionovela forjada por múltiples autores desde 1937.
Como todo proceso mediático, la estructuración y auge del modelo latino de la radio-telenovela forjado en Cuba estuvo condicionado por las singularidades del entorno social donde surgió.
Nadie mejor que Iris Dávila Munne, famosa guionista radial-televisiva de nuestra etapa comercial de la radiodifusión, para ponderar las singularidades de nuestra telenovela fundacional y su relación con el momento histórico en el que surge. Sin embargo, este enjundioso y certero análisis de esta periodista, ensayista y guionista radial-televisiva cubana es casi desconocido:
(…) La telenovela nuestra implica una dinámica creativa desmesurada y vertiginosa de extraordinario relieve sociológico en el contexto cultural cubano de la década del 50.
Parece enigmático que haya surgido antes que en 1952 ocurriera un golpe de Estado, escándalos, cuando la rebeldía no le dio tregua a ni un minuto de paz al régimen, cuando los instrumentos represivos desataron una violencia extrema y cuando la ciudadanía combatió, de una forma u otra en el llano o en la montaña. Nada debilitó la lucha y nadie permaneció indiferente.
Ese mismo pueblo enamorado de las dramatizaciones radiales-televisivas –incluso las mujeres, principales consumidoras de lo sentimental– derrocó a la tiranía y emprendió el primero de enero de 1959, batallas y proezas asombrosas.
Un hecho así desencadena un tumulto de interrogantes y obliga a subrayar que las manifestaciones estructurales no pueden medirse por la superficie, ni vinculándolas de manera directa al estrato económico, ni generalizándolo.
Exigen examinar con el mayor rigor científico el nexo dialéctico harto complejo de los diferentes fenómenos de la realidad, los factores psico-sociales y la conciencia histórica del país donde suceden (…)
Es harto elocuente que esta aguda reflexión sociológica incluida por Iris Dávila en la conferencia La radionovela cubana. Félix B. Caignet. ¿Por qué Cuba? se expusiera en el I Seminario latinoamericano de dramaturgia de telenovela latinoamericano, convocado por la Escuela de Comunicación y Artes de la Universidad de Sao Paulo (Brasil) en 1989, donde por vez primera, creadores del género teorizaron sobre la telenovela.
Quien conoce esta aguda percepción socio-histórica de la telenovela enunciada por Dávila difícilmente podrá seguir calificando a nuestra telenovela fundacional como un ejercicio mediático pueril de nuestra televisión comercial.
Mucho más habría que decir sobre esta aguda y preclara abogada, quien tras brillar como guionista de ficción novelesca en nuestra radiodifusión devino, luego del triunfo de la Revolución de 1959, en asesora del Consejo Nacional de Cultura –embrión del actual Ministerio de Cultura–, prestigiosa asesora, editora de revistas, académica, ensayista y periodista. Pero esa es otra historia…