Las primeras televisoras en Iberoamérica

 

Tras la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. liberó la exportación de sus capitales y excedentes productivos, y de la mano de la Doctrina Monroe globalizó sus inversiones y tecnologías en la cercana América Latina.

Sus transnacionales –que entonces dominaban de manera casi absoluta la producción en zonas vitales como la electricidad y las telecomunicaciones– desplegaron una intensa cruzada de posicionamiento político-ideológico y mercantil, respaldados por su cercanía geográfica, su gran acumulación de capital financiero, su  auge industrial y la estrecha alianza funcional entre sus electrónicas, consorcios mediáticos multimedios y  publicitarias.   

En consecuencia, la televisión fundacional de América Latina replica la mayoría de sus prácticas mediáticas y comunicativas.

- Nuestras primeras televisoras pertenecían a grupos familiares privados con intereses multisectoriales. 

- El modelo comercial para la gestión de la radiodifusión sustentado en la comunicación comercial, el mercadeo, el Sistema de estrellas y la innovación tecnológica. 

- EE.UU. nos legó su tecnología, modelo industrial de producción, géneros y formatos de programación

Antes de 1950 –fecha de inauguración de las tres primeras televisoras latinas– los únicos precedentes regionales de emisión televisiva fueron los experimentos realizados en México y la primera demostración pública habanera de diciembre de 1946, iniciativa de un matrimonio de artistas cubanos: María de los Ángeles Santana y su esposo.

El sistema televisivo regional surge con la inauguración oficial de las primeras plantas en México, Brasil y Cuba e incrementa exponencialmente la cifra de televisoras y las horas de difusión regular y continua de contenidos difundidos en tiempo real (en directo o en vivo). Ellas fueron:

El Canal 4, XHDF TV, Televisión de México –inaugurado oficialmente el 31 de agosto de 1950, en la capital federal– pertenecía a Rómulo O´Farril Sierra; industrial y dueño de periódicos y revistas impresas en español e inglés y propietario de una emisora radial.

El canal PRF 3, TV Tupi Difusora desde Sao Paulo (Brasil) –se inaugura oficialmente el 18 de septiembre de 1950– en el mayor mercado; núcleo industrial y centro cultural del país. Su propietario fue Assis de Chateaubriand Bemdeire de Mello, magnate de la prensa y de la radio, devenido fundador de la única televisora del continente, en lengua portuguesa.

En Cuba, el Canal 4, Unión Radio Televisión, organizado por un holding de inversores cubanos de reciente creación que desde 1947, habían fundado la cadena nacional Unión Radio, liderada por Gaspar Pumarejo Such, quien simultanearía los roles de director general y accionista mayoritario en ambos medios de comunicación.   

Los tres países compartían raíces histórico-culturales, economías atrofiadas que concentraban en sus capitales el comercio, la industria y la mayoría de los consumidores con mayor poder adquisitivo. No obstante, sus diferencias geográficas, políticas y culturales las distinguirían: 

Cuba –el país con menor extensión geográfica– con la mayor cercanía territorial a EE.UU., desde el siglo XIX, asimiló sus modelos, paradigmas, tecnologías, modos de hacer, formatos y bienes de consumo que finalmente nos convirtieron en su laboratorio experimental y en su plataforma de lanzamiento hacia la región. 

México, con gran extensión territorial y fronteras compartidas con el vecino del Norte –herida por el arrebato de una gran porción de sus tierras– aplicaba una política proteccionista gubernamental que grababa con fuertes aranceles a las importaciones norteamericanas, frenando la expansión de sus productos y tecnologías.

El lejano Brasil –tan distante de EE.UU. – tuvo que mirar hacia Europa. Su gigantismo como nación y la vastedad de sus impenetrables zonas boscosas, devinieron obstáculo que frenó su desarrollo. 

La diferencia en la evolución de estos tres sistemas televisivos fundacionales diversificó sus empresas, el sector de origen de sus propietarios, la velocidad de implantación de tecnologías, la tenencia de equipos receptores en la población y la aplicación de sus prácticas televisivas, culturales y comunicativas.

En junio de 1951 –menos de un año después de haber sido fundadas– la estadounidense revista Visión afirmaba que el total de transmisores en la región igualaba a los seis instalados en Europa –aunque allí se había iniciado la televisión quince años atrás– y que México, Brasil y Cuba tenían dos plantas cada una.  En 1952, las estadísticas revelan la existencia de cinco televisoras en México, tres en Brasil y seis en Cuba.

En México y Brasil –por su mayor extensión territorial– el Estado se vio obligado a asumir la construcción y operación de las primeras redes de microondas. La primera red televisiva que enlazó varias ciudades o provincias del subcontinente fue cubana; empeño logrado tras vencer significativos obstáculos:

 

Nuestra singular geografía alargada complejizo el uso de las antenas direccionales de la época, que por su naturaleza limitaban la propagación de las señales televisivas en las redes de microondas. Además, nuestra condición isleña impuso la importación de toda la tecnología del sistema televisivo –incluidos los receptores individuales que propulsarían astronómicamente la tenencia de equipos en el mercado y en manos de los televidentes–. Por añadidura hubo que captar inversionistas, anunciantes y productores de bienes de consumo en provincias de desarrollo y poder adquisitivo dispares.

 

Pocas televisoras privadas tenían la capacidad financiera para asumir las cadenas interprovinciales. Sin embargo, en menos de un trienio, tres televisoras cubanas independientes y rivales (Canal 4, Canal 2 y Canal 6) fundan las primeras filiales de lo que entonces llamarían cadenas nacionales. Todas fueron financiadas íntegramente por el capital privado quien construyó la infraestructura productiva y emisora de su casa matriz y de su red de filiales. Por añadidura, gestionaron la operación integral de sus redes de microondas. 

 

Menos de un año después de estrenar su programación regular en La Habana, CMQ TV (Canal 6) comenzó a construir locales para instalar transmisores en otras provincias, paso previo a la construcción de sus redes físicas hacia el Oriente. 

 

Sus dos primeras filiales: Camagüey, Canal 6 (8 de diciembre de 1951) y Santiago de Cuba, Canal 2 (28 de abril de 1952) emitieron televisión sin red de microondas, usando una modalidad sui generis. Sus transmisores locales retransmitían –dos o tres días después de estrenadas en La Habana– las copias fílmicas de sus programas, previo traslado semanal vía aérea.

 

En 1956, por vez primera en Iberoamérica, las rivales Canal 6 (CMQ TV) y el Canal 4 (Televisión Nacional) crearon Microondas S.A., consorcio que enfrentaba al Canal 2 (Telemundo) y cuya misión era acelerar la construcción y operación de la red nacional de microondas, multiplicando sus filiales el tendido de cables con menor costo. 

 

El 17 de febrero de 1958, tras fundar otras filiales, CMQ TV instaló en Holguín el transmisor de su última filial.

Con la televisión irrumpieron en el ámbito doméstico hogareño las imágenes en movimiento y las variadas expresiones de la información, la comunicación, el arte, la cultura, el deporte, portadores de una avalancha de bienes de consumo nacionales y foráneos. 

Estas primacías televisivas cubanas no solo nos valieron el liderazgo regional, sino que convirtieron a la recepción de la programación televisiva en una de las prácticas socio-culturales más extendidas y arraigadas de nuestra sociedad.

 

 

 

 

 

 

 

 

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