¿Ha sentido la motivación de hacerle una consulta médica al doctorJohn Carter (Noah Wyle), el joven galeno de Sala de urgencias (Canal Habana, 11:30 p.m.)? Personaje-tipo, e interpretación, que conmueven por su actitud de hacer el bien a toda costa. Encarna la valentía, la justicia. No por azar desplaza al doctor Mark Greene (Anthony Edwards) en el rol protagónico de la obra, realizada en Estados Unidos de 1994 a 2009, durante la mayoría de los capítulos en 15 temporadas, que atrajeron el interés de diversos públicos en varios países.
La serie muestra la rutina de los médicos en un hospital ficticio de Chicago, donde tanto los casos clínicos, como la vida personal de los expertos, adquieren relevancia en la trama.
Ciertamente, las definiciones convencionales de realidad y fantasía han perdido por completo su vigencia. Suelo recordar el ejemplo del novelista francés Sthendal (1783-1842), sobre el espejo colocado al borde del camino, para demostrar que la realidad literaria es lo reflejado en el artefacto. Por otro lado, certero resulta el semiólogo italiano Umberto Eco, al afirmar: “He redescubierto lo que los escritores sabían, lo que tantas veces nos dijeron: los libros siempre hablan sobre otros libros, y todo relato urde una historia ya contada”.
La clave del acierto artístico en Sala… comienza en la inteligente aplicación de los conocimientos del creador de la idea, el estadounidense Michael Crichton (1942-2008, autor de La amenaza de Andrómeda, Parque Jurásico, El mundo perdido), médico de formación, y en su pericia dramatúrgica para construir otra realidad —no copiarla de forma mimética— mediante historias humanistas ancladas en temas universales: la vida y la muerte.
Fiel a su fascinación por la aventura, Crichton, considerado el iniciador del estilo narrativo tecno-thriller, logra en esta tragicomedia, con más de una acción subordinada —mal llamadas subtramas— en los géneros de melodrama o tragedia, la progresiva ascensión de la conciencia, a través de la estructura de la forma, desde el profundo pensamiento sensorial. Hace arte desde la escritura, que interpretan actores, actrices, guionistas y directores, para defender un precepto básico: entretenido es lo que interesa.
Quizás algunas soluciones resultan predecibles; a veces el tono exagerado, la hazaña salvadora, tocan el sentido del límite sin desbordarlo. En un set habitual ocurren conflictos de diversa índole, lo cual reafirma otra esencia de la dramaturgia: no hay acción dramática sin voluntad y sin meta.
En no pocos dramatizados audiovisuales, los capítulos sufren recurrencias de escenas caracterizadoras o preparatorias; la acción no ocurre, se desgasta el tránsito hacia la solución de los conflictos. En esta obra, con ingeniosidad, el autor, y el equipo de escritores que lo secunda, tiende trampas a veces. Crea expectativas respecto a relevancias ilusorias, del atractivo pediatra infantil Doug Ross (George Clooney) o de la enfermera Carol Hathaway (Julianna Margulies, protagonista de la serie La buena esposa), pero nunca varía reglas de un juego asentado en sólidas disciplinas, que es preciso conocer bien al momento de inventar otro juego, o por lo menos hacer variaciones del mismo.
El texto del dramatizado televisual constituye una hechura con múltiples connotaciones. Siempre válida resulta la recomendación del ilustre dramaturgo ruso Antón Chéjov (1860-1904), de que si en una narración aparece al principio un fusil colgado de la pared, antes del final tendrá que disparar. Quizás el verdadero problema no reside en el disparo del fusil, sino en la tensión, en el no saber si disparará, justo esto es lo que otorga significación a la trama.
Con independencia de particularidades del soporte —oral, escrito, articulado por la imagen—, cada relato exige una estructura narrativa, la cual permite dosificar la solución del enigma de manera eficaz. Desde siempre, la brújula del arte es infalible, educa en cualquier camino. Lo ha demostrado la inteligencia de los públicos, que no resisten mensajes explícitos, temas de los que no se habla tratados de manera epidérmica, verdades sin ilusión premeditada. La clave del éxito está en seguir, apropiarse del sentido de la brújula.