Escasos resultan 27 minutos cuando el televidente debe guardar el impulso por responder o aprender hasta el  próximo reto televisivo de los viernes. Y es que cuando se trata de enseñar y entretener a la vez el reto resulta  difícil, pero no imposible, si las neuronas se mueven al ritmo que un público como el cubano exige.

Así, en este espacio ya querido de nuestra pequeña pantalla, seriedad y comicidad conforman un híbrido  envidiable dentro de una programación bastante deficiente en cuanto a buenas propuestas, y en un momento en  que el llamado a fomentar el interés por la cultura en la población constituye un imperativo a todos los niveles.

Entonces La neurona intranquila se erige como ejemplo de lo que en materia televisiva se puede hacer sin apelar  necesariamente -o por sometimiento a la modernidad- a productos y estéticas foráneas; muestra de que la  producción nacional puede ser (auto) suficiente en más de una arista, aunque diversos pretextos, no siempre  justificados, mantengan agazapada tal posibilidad.

En este caso, el clásico programa de competencia se transforma, muy a la cubana, para dar señales de una originalidad bien pensada. Sus realizadores han encontrado la fórmula para despertar el interés de participantes, al (de) mostrar capacidades que van más allá de la búsqueda de reconocimiento social o de ganar una determinada suma de dinero, motivo por tradición más que suficiente en la televisión comercial.

Se premian la inteligencia y la agilidad mental, como recuerdan en cada emisión, gancho suficiente para  espectadores y competidores, quienes se sienten complacidos con solo poner a prueba el bagaje cultural aprendido  durante toda una vida.

En un ambiente que invita a relajar tensiones, aunque estimula la adrenalina, el anfitrión de La neurona…-Baudilio Espinosa- a pesar de ser una figura reconocida por su trabajo como humorista, sabe mezclar los extremospara dotar al espacio de la necesaria credibilidad, unida a la simpatía que no deja de divertir a quienes aprenden y rivalizan a ambos lados de la pequeña pantalla.

En ese sentido, cabe señalar el justo equilibrio que logra el escritor al mezclar con habilidad saberes y suspicacias.  De ahí que el concursante no solo requiera apelar a su memoria, sino también a su capacidad de asociación y a la  facilidad para interpretar o descifrar el doble sentido implícito en una interrogante.

El resultado, me atrevo a decir, que ha sido mejor del esperado. Una muestra inequívoca del éxito de esta  propuesta lo constituye el cambio de horario y de canal que logró hace ya algún tiempo, al pasar de la  programación provincial capitalina a un lugar estelar en la red nacional y justamente en el canal más visto por la  familia cubana en general.

Sin embargo, considero oportuno agregar a los elogios una crítica, necesaria cuando de eliminar barreras se trata.  Y es que aún quedan por pulir algunas asperezas que atentan contra el acabado óptimo que pudiera tener esta  propuesta. Debo apuntar entonces la escenografía como uno de esos puntos débiles que han persistido, e insistido en no mejorar, con el paso de las temporadas.

La pobreza de trasfondos, en su mayoría bastante rústicos e insugerentes desvirtúa la factura de un programa que –en opinión de una colega con la que coincido- con un poco más de recursos podría traspasar las fronteras nacionales. El excesivo acartonamiento de bosques, castillos u oficinas deja un muy amplio margen a la imaginación y se convierte en una pista confusa para los concursantes.

Está claro que no se trata de crear locaciones para filmar una telenovela, pero si convendría poner un poco más de  empeño en ambientar uno de los momentos claves de cada emisión. No creo que el problema pase por la escasez  material o el consabido bajo presupuesto, sino tiene una rápida y hábil solución en sumar importancia a algunos  elementos que, no por secundarios, deben perder trascendencia.

Una situación similar ocurre con los soportes que resguardan al conductor, su invitado, así como a los  competidores, aunque el caso no es tan crítico. Pero el intento es válido y sería útil sofisticar el ambiente -lo que  no quiere decir imitar escenarios de la TV comercial- a fin de perfeccionar la imagen que apoya el buen trabajo del  guión.

No obstante, tales incoherencias no afectan gravemente, por ejemplo, el dinamismo de las dramatizaciones queconvertidas en sketchs -en ocasiones un poco traídos por los pelos, al unir pistas de diversa índole- ofrecen  singulares ―versiones‖ de pasajes literarios, históricos o devienen contemporáneas sátiras sociales.

Asimismo, los posibles vacíos son salvados por la renovación de artistas invitados a participar en las  representaciones, lo que permite apreciar distintos carismas, actitudes y aptitudes ante la posibilidad de hacer  humor, incluso para algunos no profesionales como los ganadores de los ciclos de competencia, quienes también  se han incluido en el elenco. He ahí una manera igualmente original de premiar el intelecto.

Otra manera de complacer y de mostrar el interés del equipo de trabajo por llegar a todos los públicos es la Liga  juvenil de la neurona, iniciativa que marca la diferencia entre este espacio y un gran parte de la programación  nacional, al evidenciar cuánto incide en los altos niveles de audiencia el tener en cuenta las necesidades de los  receptores. Y es que, sin temor a equívocos, los deseos de hacer siempre impulsan buenas ideas, por lo que prestar atención a los más pequeños de casa con una fórmula que parecía diseñada solo para adultos es una vía inteligente  de quedar en la preferencia de la mayoría. Creo que lo han conseguido.

Entonces, no caben dudas de que la excepcionalidad impuesta por La neurona ha valido la pena. Propuestas como  esta prueban que muchos de los desvaríos de nuestra producción televisiva pueden solucionarse sin tener que  esperar milagros redentores. El primer paso ya está dado. Divertirse mientras se compite y poner a prueba la  agilidad mental son oportunidades que no debemos obviar cuando pretendamos pasar un rato frente a la pequeña  pantalla. Dejemos de un lado la neuro y teleapatía. El Selecto Club invita.

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