“A veces tenemos que volvernos como hojas de yagruma”, dice el personaje de Rosa (Amada Morado), en uno de los capítulos finales de Desarraigo (Cubavisión, lunes, miércoles y viernes, 9:00 p.m.), tercera parte y final de la serie Bajo el mismo sol, con dramaturgia de Freddy Domínguez, y dirección de Jorge Alonso Padilla y Ernesto Fiallo.
Dicho bocadillo hace explícita la metáfora de la presentación, innecesaria redundancia que lastra la polisemia de un recurso válido, inserto en la estrategia de añadir elementos de suspenso, en el juego con enigmas del relato. Igual ocurrió en escenas de las historias anteriores, Casa de cristal y Soledad, en las que ambos títulos lideraron, en ocasiones de manera exagerada, durante disquisiciones filosóficas.
Remarcar, insistir, añadir dosis de didactismo, hacer evidente el mensaje, frustra el goce de los públicos, la lectura del lenguaje artístico, el cual se basa en la comunicación de todo lo singular existente en él. Una buena historia es una experiencia emocional llena de sentido, “cuando más perfecta es la obra, tanto más ausente de ella están las intenciones”, reconoce el filósofo alemán Teodor W. Adorno (1903-1969).
Desarraigo coloca asuntos medulares en el pensamiento y la reflexión colectiva de la sociedad cubana: operación Peter Pan –acción contrarrevolucionaria que tanto dolor causó a determinadas familias cubanas-, incomunicación, doble moral, desamor, miedos, prejuicios, resquemores, venganzas, violencia. El desmembramiento de la familia, en diferentes épocas y circunstancias, genera un dinámico proceso de discernimiento en el imaginario colectivo, el cual se conforma con la irrupción de imágenes y la impresión que estas causan en televidentes cada vez más activos, críticos; al establecer una relación entre imagen, sonido y vida cotidiana, analizan sin ambages lo que les ocurre, cómo les ocurre.
Por el afán de lograr el más crudo verismo, en esta puesta el límite admitido desborda cauces, al representar situaciones y conflictos de la sexualidad, la ética, la doble moral; el sentimiento se torna artificio, invalida el afluente de la emoción indispensable en el acto comunicativo, provoca un corte directo en la complicidad establecida con el televidente.
De igual modo, la tendencia hacia el intercambio airado, el lenguaje soez en algunos personajes -tal como se habla en cualquier esquina-, la gestualidad exagerada para reafirmar caracteres o actitudes, estuvo presente en varios capítulos, en los que hubiese sido oportuno acudir a variantes para huir de la violencia verbal explícita; la dinámica de la acción dramática: intento, oposición y cambio de equilibrio se puede lograr, incluso, en escenas mudas. Por sus potencialidades expresivas, la televisión influye en la creación cultural, la reafirmación de valores, establece una empatía con destinatarios de varias generaciones, posibilidad que se debe aprovechar en beneficio del mejoramiento individual y colectivo.
Todo se puede decir, la instauración de tabúes o silencios dilatados tiene que ver, sobre todo, con la falta de audacia en la sintaxis, en cómo contar historias desde la inmanente polisemia del arte, el cual puede ser un espejo leal de la realidad, tan verosímil como ella misma, pero el arte no es la realidad.
Al registro significante de lo simbólico expresado por el uso de la palabra en la prensa gráfica y la radio, y a lo icónico de la fotografía y el cine, la televisión suma el registro del sentido, el contacto mediante el cuerpo significante y la economía de la mirada. La belleza de este medio está en su propia evidencia, en sugerir por medio de su expresión inmediata, veraz.
Dichas condiciones influyen en el proceso creador de vivencias de actores y actrices, que en las tres partes de Bajo el mismo sol enfrentaron una evolución sui géneris en la evolución dramática de los personajes, debido a la fragmentación de la estructura de la serie, la cual no siempre permite seguir un avance coherente de la historia y el decursar de personajes, en la total comprensión de todos los públicos; en consecuencia, se resienten la eficacia de buenas ideas, la evolución del trazado de personajes ricos, complejos -Doris (Blanca Rosa Blanco), Martha(Aurora Basnuevo)-, el tratamiento de conflictos, que por su importancia merecen un desarrollo acucioso, estas limitaciones impiden aprehender en su magnitud la dimensión de la serie, que trabaja de manera ardua para construir a partir de “lo real”, por tanto exigía mayor comprometimiento de la dirección de arte; toda obra es un signo complejo, cada uno de sus componentes tiene prominencia en el sentido global del audiovisual. Lo entretenido es lo que interesa, la clave del asunto está en motivar el interés de diferentes públicos, desde la perspectiva de incorporar las potencialidades del arte como un modo especial de cognición de la realidad.