Mucho se habla del envejecimiento poblacional en Cuba y la tendencia de este fenómeno en todo el orbe. Las causas son diversas, y cada país suma distintas problemáticas a aquellas que, por comunes, inciden en los bajos porcientos de natalidad.

La televisión reproduce roles que ilustran el desempeño de cada grupo etario en la sociedad. Así es que los abuelos en nuestros programas (salvo excepciones que han sido oportunamente reconocidas) hacen colas, mandados, se enfrentan a la soledad. Conste que cada vez recibimos a los nietos a edades más tempranas, por lo que buscar a los pequeños a la escuela y otras tareas de apoyo a los hijos son con mayor frecuencia, misiones de los laboralmente activos.

Hace unos años en el Comité Provincial de la UNEAC en Las Tunas se anunció la visita del afamado escritor argentino Eduardo Kovalivquer. Más que curiosa acudí a su encuentro, y ¡Cuál no será mi sorpresa al escuchar que este hombre le había dado un giro a su vida a los cuarenta años!  entonces fue que empezó a hacer lo que le había gustado siempre. De la perplejidad muté al entusiasmo y desde ese día trato de contagiar el espíritu que convierte a la vida en una hermosa oportunidad de 24 horas cada jornada.

Pero la realidad contrasta con el deseo. ¿Ha reparado en el detalle limitante de la edad para los cursos, habilitaciones, talleres, u otras modalidades de formación y crecimiento profesional? Pareciera cosa de locos salirse de la zona de confort de lo que como oficio u ocupación se ha hecho, antes de llegar a las llamadas segunda o tercera edad. Subyace un mensaje de exclusión para los “ya no tan jóvenes”

¿Quién lo ha vivido? ¿cómo ha sido la experiencia? Miriam Socarras, ella que cada día desde la Ruta 10, nos da lecciones de buen gusto con su naturalidad y desenfado. Aporta según su experiencia y se ha convertido, sin pretenderlo, en esa imagen esperanzadora de la realización personal cuando se llevan con originalidad y orgullo los años vividos. Esta tiene que ser la proyección ante el reto al que nos estamos enfrentando. La televisión es un reflejo de la vida, pero nadie dude de su capacidad transformadora.

La querida actriz, locuaz y hermosa en su desempeño como locutora, me afirmó en un intercambio a través de las redes sociales: “… El rol de las abuelas y los abuelos en nuestra sociedad ha cambiado y sigue cambiando. Yo soy una abuelaza y eso no limita mi vida de disfrute. Por el contrario, a mí me ha ayudado a organizarme, lo he hecho desde mis años en Tropicana. Esta nueva experiencia me llegó de forma inesperada, y me ha hecho muy feliz. Sentí temor, claro está, pero todos me han acogido con mucho cariño, me siento arropada, feliz y agradecida”

La vida es dialéctica y breve, brevísima me atrevería a afirmar si miramos de frente el inconmensurable mar de aprendizaje que, por rutina, falta de emprendimiento o resignación, no vemos. ¡Qué sea, cada vez más nuestra televisión, ese espejo donde las personas maduras, de mayor experiencia, encuentren la opción de recorrer nuevos senderos y seguir redescubriendo pasiones!

 

 

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