Si la programación veraniega en televisión es esperada aun por un gran sector de la población cubana, es en parte gracias a un programa juvenil que ha demostrado durante más de diez años, la infinidad de caminos representacionales existentes para tratar tópicos propios de la adolescencia, una etapa crucial en la vida de los seres humanos. Una calle, mil caminos, así se nombra este programa honesto, cálido, en constante búsqueda muy al interior de la sociedad que hemos sido, somos y seremos.
Una Calle…, como producto comunicacional que es, ha tenido el buen tino de reinventarse todas las veces que lo ha necesitado. En una década el público adolescente ha mutado más de una vez, y con él todo aquello que lo representa desde la comunicación y el arte. Tanto el tono del programa, los temas tratados y la concepción desde la escritura se han adaptado y entendido el poder del criterio popular.
Esta temporada supo zanjar los problemas de la anterior, volviendo a usar solo dos conductoras centrales para guiar los caminos temáticos, que sábado tras sábado cambiaron para el beneficio lúdico de los espectadores. Ingrid Lobaina y Anabel Arencibia fueron empáticas, cercanas a sus entrevistados y al público potencial: los adolescentes.
La sección Vox Populi a cargo de la joven periodista Ana Alina Concepción fue una ganancia. Sus atinadas preguntas a muchachos de estas edades redondeaban los discursos formales de cada uno de los telefilmes expuestos en esta temporada.
Los recurrentes materiales aleatorios como cortos de estudiantes de la FAMCA o fragmentos de series o telenovelas, también se integraron de manera orgánica en el discurso formal de la revista. Gran parte de ese logro está en el cavilado guion, a cargo esta vez de Magda González Grau, quien en temporadas anteriores figuraba como directora general del proyecto.
alle y Dulce María Hernández, mantiene el tono que ha prevalecido en la revista durante al menos 6 temporadas; un tono reposado, reflexivo, quizás en ocasiones demasiado “grave” para la conexión con los adolescentes. Por momentos se siente que la revista está hecha más para los padres de estos “chicos”, que para ellos.
Debería existir mayor agilidad en la edición, un mejor uso de la música y un tratamiento más cálido de la fotografía. Para estas edades son muy importantes el color, la luz, el ritmo, lo que es tendencia. Vestir a la revista con los mismos atavíos de su público, es crucial para que el concepto no muera.
La diversidad de temas y su tratamiento en esta temporada favoreció el interés de los televidentes. Los índices de audiencia hablan de un público fiel y seguro de encontrar en esta calle, mil caminos representacionales. Cada telefilme mostró una mirada diferente, propia, muy en consonancia con lo múltiples que son las experiencias de nuestros niños, adolescentes y jóvenes.
A contraluz, telefilme de Tamara Castellanos y guion de Katia Buliés, nos habló desde la ternura sobre la responsabilidad parental y lo importante de los afectos en estas edades. Fue un relato duro, en los contornos de la tristeza, pero con un cierre esperanzador y luminoso.
Días de novios, por su parte, nos trajo un relato de amor adolescente en tiempos convulsos de un país en la búsqueda de su soberanía. El trabajo de la época en este material fue minucioso, correcto, demostrando que con empeño se pueden realizar productos decorosos y de alto vuelo artístico.
Sobre el acoso escolar y el papel de las instituciones educativas en la erradicación de tal fenómeno, se habló en Cosas de Muchachos. Dirigido eficazmente por Alain Finalé y escrito por la imprescindible Lil Romero, Cosas de muchachos no se anduvo con rodeos, describió el fenómeno tal cual se vive en las escuelas cubanas y los terribles efectos en las personas que lo sufren.
De la gordofobia, la bulimia y otros temas relacionados con la percepción sociocultural de los cuerpos, se indagó en Siluetas, un guion del experimentado Hugo Rivalta que potencia desde la puesta en escena el punto de vista de la protagonista, una joven bailarina atormentada por su físico y por la presión profesional de la que es víctima.
De los cuerpos también se habló en Músculos, pero desde otra mirada: la vigorexia o dismorfia muscular tejió la red de esta historia de jóvenes inconformes con su físico y capaces de las medidas más drásticas para “verse bien”; una realidad cada vez más frecuente en nuestro país, a la que a veces no vemos como un problema.
De los terribles efectos, a tan temprana edad, de una condición psiquiátrica como la esquizofrenia en un adolescente, se discursó de modo magistral en Ecos Interiores, con guion de Leyder Forte y la impecable interpretación de Ariel Zamora en el rol protagónico. El audiovisual mostró una realidad a veces invisible, pero presente en nuestro diario bregar de maneras insospechadas.
Lisabeth Rojas Varela escribió y dirigió #Influencer, el último filme de la temporada. En él, la novel guionista explora los aun inciertos caminos de las redes sociales y los generadores de contenidos. Tal tapiz argumental le ayudó a esbozar otros temas como la gordofobia, la responsabilidad parental, la baja autoestima y los estándares de belleza impuestos por la sociedad de consumo.
Este amplio abanico de posibilidades temáticas, hizo de la temporada una de las más exitosas en la historia de la revista. Algunos temas fueron tratados mejores que otros, la visualidad de los telefilmes se mantuvo en estándares promedios de calidad, aunque en muchos de ellos se sintiera falta de ritmo y prisas en la realización.
Hoy más que nunca la existencia de una revista como reflejo de la juventud que tenemos y con la que soñamos, es vital para hacerle frente a problemas sociales y educativos muy enraizados en nuestras cotidianidades. Esta calle y sus miles de caminos representacionales, siguen arrojándonos luces, miradas en constante deconstrucción de una etapa de la vida que nunca será igual: la adolescencia.