Unión Radio TV (Canal 4) - nuestra primera televisora- se inaugura oficialmente el 24 de octubre de 1950, con una precaria capacidad tecnológica-financiera. No obstante,  se apropio de sus precedencias culturales, mediáticas y comunicativas y se empeño en  satisfacer las expectativas de cubanos de los mas variados segmentos sociales,  residentes en varias provincias que en lo adelante, accederían a múltiples géneros de programación.

La segunda planta (CMQ TV, Canal 6) – perteneciente al mayor emporio mediático del país-le hizo una cruenta competencia y desde el principio, se hizo habitual que cualquier novedad de la programación en una,  se generara respuesta en la otra.  

Entre 1950-1959, el crecimiento acelerado del sistema televisivo –sobre todo el habanero-propulso la competencia por el mercado mediático-publicitario en tres ámbitos: el atractivo de su programación, la contratación ocasional de grandes figuras nacionales y  foráneas de la Industria Cultural y las estrategias mercantiles-comunicativas. En ese entorno, se priorizaron la información, el deporte, la música y el vasto espectro de los géneros dramatizados.  

 

La evolución de las Artes Escénicas televisivas resulta reveladora:  

El Canal 4, debido a sus pocos e improvisados estudios, organizo en el teatro Alcázar diversos espectáculos musicales y unas sencillas representaciones - relatos episódicos de tono humorístico- creadas y dirigidas por el dramaturgo y pedagogo Antonio Emilio Vázquez Gallo e interpretadas por dos artistas españoles de variedades.   

El 18 de diciembre siguiente, cuando se inaugura el Canal 6 (CMQ TV) se emite   Tensión en el canal 6, serie de suspenso inspirada en las norteamericanas, escrita por Marcos Bhemaras.  

Nuestra programación fue propulsada por las añejas tradiciones culturales y los formatos mediáticos norteños y cubanos: 

Cuando en el Canal 4, Pumarejo constata su éxito se apresura en crear las primeras adaptaciones teatrales para el video cubano- con obras de la dramaturgia cubana, española y norteamericana- asumidas totalmente por Cuqui Ponce de León - dramaturga laureada- a quien secundo el actor Eduardo Casado. Los primeros teleteatros se estrenaron en vivo.  en los primeros meses de 1951.

Desde los años treinta pasados, en rudimentarios estudios radiales  se  representaron  y emitieron zarzuelas cubanas-españolas y poco después; la soprano Iris Burguet cantaba en idioma original las arias de famosas operetas y operas europeas. Por ello no extraña que en fecha tan temprana como el 28 de noviembre de 1951, CMQ TV estrenara El Gran teatro lírico ESSO,  escenario de privilegio para el complejo teatro lírico. 

Algo similar sucedió con las novelas y las aventuras radiales cubanas, quienes desde los años cuarenta precedentes habían generado el boom de las narraciones melodramáticas, románticas y folletinescas en Ibero América; donde nuestros autores y relatos lideraban la ficción mediática.

Tras dos años de intensa difusión televisiva, todos esperaban las novelas del video:

En octubre de 1952, el Canal 6, difundió como un experimento, el primer espacio habitual de telenovelas episódicas; para el cual Mario Barral López,[1] escribió  expresamente cinco obras y también dirigió su puesta en escena. Su difusión, realizada en cintas de kinescopio, estrenó en la pantalla chica latina un modelo dramaturgico-comunicativo que luego se esparciría por toda la Región.

También hubo series de circunstancias - Las aventuras de Bob y Marieta del propio Vázquez Gallo-; los programas dedicados al teatro clásico griego o las múltiples modalidades del teatro lírico, los sketches y las artes circenses.

La televisión fundacional habanera fue un polígono de experimentación donde se ensayaron géneros, temáticas, frecuencias, horarios y formatos audiovisuales.

La mayoría de los dramatizados originales eran propuestas de un solo capitulo con versiones de argumentos literarios, poéticos, teatrales, cinematográficos o radiales en tono de comedia o drama. Paulatinamente, algunos incorporan las dos o tres  frecuencias de emisión o asumen íntegramente el patrón episódico. Estos unitarios y seriados coexistieron con las escenas independientes insertadas en las revistas musicales o informativas.  

Los años sesenta inauguran la televisión de servicio público y los medios de comunicación y sus géneros dramatizados tradicionales se orientan a los objetivos sociales y crean alianzas con el Ministerio  de educación,  para amplificar su incidencia  educativa, cultural y formativa. La televisión cubana subvencionada por el Estado, ofreció hasta fines de los años ochenta, múltiples y valiosas propuestas que reforzaban la identidad nacional, expandían la cultura universal hacia los más variados públicos y edades y poseían elevado valor artístico-comunicativo.  

En los noventa, las necesidades de supervivencia colectiva impuestas por el infausto Periodo especial, deprimieron significativamente a nuestra radiodifusión: La costosa televisión redujo año tras año  sus presupuestos, disminuyó sus horas de emisión y los dramatizados – los proyectos más complejos y más caros – perdieron su habitualidad semanal y el tradicional espectro de géneros televisivos se suplió con entrevistas y revistas informativas que aun dominan nuestras parrillas de programación.   

En lo que va del siglo XXI, el sistema se amplifico y diversifico al sumar dos televisoras educativas y una donde aparecen múltiples producciones foráneas y se  incremento el tiempo de nuestras señales en el aire. Los más recientes aportes radican en la reconversión de una de las dos televisoras nacionales generalistas en la señal deportiva y que en uno de los educativos, se dediquen más de quince horas diarias al acceso directo mediante  la televisión abierta a Telesur.

Mientras esto sucede, a duras penas se ha logrado mantener algunos géneros dramáticos durante dos etapas del año: La programación de verano y el fin de año.

En estos catorce años recuperamos la habitualidad semanal de varios humorísticos, se crearon algunas propuestas para las primeras edades, se produjeron algunas aventuras  juveniles y proliferaron las entrevistas y las revistas informativas-variadas que en el último bienio compiten con la oleada de musicales de géneros populares, cuyo costo total debe consumir gran parte de nuestras finanzas.

Al deterioro cuantitativo de nuestros dramatizados se suma la oscilación perenne de sus rangos de calidad:

-Los teleteatros y los cuentos siguen siendo exóticos y limitados en sus temáticas, ambientes y épocas.

- En la  Programación de verano, los cuentos y otros  unitarios que insisten en denominar tele play y telefilme- –los géneros más logrados- aumentan no cubren la programación especial. Por añadidura, su emisión en horarios altos desperdicia esfuerzos e inversiones y desestimulan su recepción. 

- Los policíacos de estreno o reciclaje, provenientes de una productora externa, presentan una situación similar.  

-En este 2015, la telenovela nacional estuvo ausente casi un semestre pues producir y emitir una novela al año ya constituye un acto de heroísmo nacional.

El resto de los formatos se perdió en el siglo pasado sin que avizoremos siquiera una estrategia multisectorial que dignifique al dramático televisivo nacional durante todo el año,  para recuperar la portentosa misión educativa- cultural que asumió por más de cuarenta años.

Mientras esto sucede, los creadores de mayor experiencia envejecen sin poder  superarse o transmitir sus saberes a las nuevas generaciones de realizadores -muchos de los cuales, corren tras los efectos y las formas sin dominar aun el oficio de contar historias y los presupuestos básicos del discurso televisivo,  la dramaturgia y la comunicación.

Las narraciones de ficción cuentan historias protagonizadas por personajes de variada psicología que se mueven en numerosos ambientes, situaciones y universos –reales o ficticios, contemporáneos o no- con los cuales se identifican los televidentes a través de sus experiencias, percepciones y vivencias. Esa es la esencia de su vital importancia para difundir ideas, sentimientos y valores. 

Hoy, cuando tanto hablamos del rescate de los valores éticos,  morales y sociales; de la defensa de nuestra identidad cultural, memoria e historia; los géneros televisivos dramáticos -de impacto y eficiencia comunicativos probados donde se funden las funciones lúdicas, educativas, ideológicas y culturales- no se han integrado a esta estrategia nacional. 

Una y otra vez nuestra sociedad demanda a la televisión mejores propuestas que no se concretaran si no se incrementan las finanzas, tecnología, organización, formación y selección del talento para estabilizar la producción anual y si no concertamos un frente común de todos los integrantes del sector cultural.  De lo contrario, la habitualidad de los espacios dramáticos seguirá siendo una quimera y nos resignaremos al perenne aluvión de retransmisiones. –Donde por cierto no hay ni una sola telenovela cubana-.  

Paradójicamente, los únicos dramatizados que mantienen su frecuencia semanal u ocasional en el Verano, se produjeron fuera de la División de dramatizados y salvo casos específicos; sus objetivos,  dramaturgia y elenco, no tienen gran calidad.    

Cuando el amplio espectro de los dramatizados televisivos deje de ser una obligación de nuestra televisión y se convierta en una necesidad de nuestra cultura y de nuestra sociedad, volverán como lo que son: parte importantísima de la memoria afectiva  de una nación.


[1] Dramaturgo, poeta, publicista, locutor, guionista y productor director teatral, radial y cinematográfico.

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