Elpidio Valdés fue primero un pichón de samurai. Así nació de la pluma de Juan Padrón a finales de la década de los años 60. No creo que entonces Padroncito tuviera idea del personaje que estaba pariendo. Sencillamente le gustó aquel chamaco medio chino, intranquilo que le pedía independencia. Y se la dio en 1970, no como guerrero japonés, sino como soldado mambí.
Para esa época ya la mano de Padrón se había ejercitado bastante en dibujar: “Me crié en un central azucarero en el valle de Guamacaro, Matanzas; así que tuve la suerte de andar cerrero por el campo y rodeado por locomotoras, carretas tiradas por bueyes, cañaverales y disfrutando de todo el lío ese de vivir en un lugar donde se fabrica azúcar.
Una niñez muy bonita. Mi hermano Ernesto (autor de Yeyín, y otros personajes) y yo competíamos a ver quién dibujaba mejor y copiábamos o inventábamos historietas. También filmábamos películas de acción y trucos con maquetas, en 8 mm”.
Cuando ya Padrón había devenido un historietista imprescindible para Cuba y un singular director de dibujos animados, confesó las influencias que tuvo en sus inicios: “De los españoles de los años 50: Peñarroya, Vázquez, Conti... Y un excelente animador y dibujante catalán que vivía en La Habana, que me tomó de discípulo, Juan José López, actualmente autor de Superlópez. También me influyó Ketcham, el de Daniel, el Travieso. Pero yo adoraba las viñetas españolas y repasando mis primeros trabajos, se ve claramente que hasta imitaba los globos”...
Su incursión en el cómic fue a principios de los años 60: “Conocí a Silvio durante 1963, en el suplementoMella, una revista de cómics que editaba la Asociación de Jóvenes Rebeldes (luego Unión de Jóvenes Comunistas). Silvio y otros dos dibujantes se turnaban una página semanal titulada El Hueco. Yo entré a dibujarla una vez al mes. Silvio estaba aprendiendo a tocar el guitarra, orientado por uno de los coloristas. Luego Silvio dejó la revista y con el tiempo, me dejaron la página a mí solo. Al año siguiente, estábamos vestiditos de verde olivo en la misma dirección: él en una revista y yo en la sección de cine de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Cuando hice mi primer corto de Elpidio Valdés, Silvio compuso la canción. Tener socios, ayuda”.
El crecimiento de Elpidio no fue cosa de inspiración y nada más. Para dotar a su personaje de la puesta en escena necesaria, de los grados militares y armas que no resultaran anacrónicos, Padrón se convirtió prácticamente en un experto de las guerras de independencia de Cuba. Tanto es así que publicó para niñas y niños (y adultos ¿por qué no?) un volumen con la reproducción de uniformes, armamentos, grados de mambises y españoles, que de manera gráfica ofrecen una panorámica de los contendientes del siglo XIX en la mayor de Las Antillas.
Cualquier historieta de Elpidio lleva detrás decenas de horas dedicadas a la búsqueda del dato exacto. Las peripecias del mambicito devinieron excelentes clases de historia para los pequeños, no solo por el valor de lo que transmiten, sino por cómo lo hace.
Padrón logró con este personaje el diseño de un héroe positivo alcanzable para cualquiera de sus lectoras y lectores. Cada guión de Elpidio, además de mostrar un buen desarrollo dramático, está matizado por el humor propio del cubano.
Y si Elpidio fue creciendo, también lo hicieron su familia y amigos, incluido Palmiche, ese caballo símbolo del campo insurrecto. No hay nada sobrante en esas historias: María Silvia, la novia, es una muchacha rebelde, como la madre y el padre, los españoles colonialistas son objeto de las bromas y los triunfos de los patriotas, todo enmarcado en destacar la cubanía, otro gran mérito de este personaje: cubano ciento por ciento.
Cuatro años después de nacer en el papel, en 1974, Elpidio pasó a dibujo animado en una pieza de siete minutos Una aventura de Elpidio Valdés. Y un lustro más tarde nacería el largometraje Elpidio Valdés, con 70 minutos. El grito de ¡¡¡Al machete!!! ya solo no se leería, sino se escucharía, en esas cintas vistas siempre con gusto aunque sean repetidas.
Con la llegada de la animación, Padrón no abandonó el cómic “Al contrario, hacía historietas para descansar del trabajo tremendo que es una película de animación... donde meten las manos muchas gentes... Y al final tus dibujos son el 70% de lo que hiciste. En las historietas metía las manos yo solo y me servían para ensayar nuevos encuadres”.
En una de las varias entrevistas que le he hecho a Padroncito, a mediados de la década del 90, en medio de un apagón común entonces, me dijo: “En cualquier lugar a mí me ofrecen una bola de pesos para que me quede, pero, ¿dónde voy a encontrar miles de niños que han hecho suyo a Elpidio?”.
Tomado de La Jiribilla