“El pueblo de Cuba no es un guiso hecho, sino una constante cocedura. Mestizaje de cocinas, mestizaje de razas, mestizaje de culturas. Caldo denso de civilización que borbollea en el fogón del Caribe”. Sabia metáfora la del antropólogo cubano Fernando Ortiz (1881-1969).
Ningún otro medio como la televisión consigue la armonía de ver juntos a jóvenes y adultos. ¿Por qué no aprovechar su dimensión socializadora e incorporar la cultura, en su amplia acepción, como un mecanismo de producción de textos nuevos?
El enfoque de la cultura en la pantalla se limita, en ocasiones, a reseñas sobre exposiciones, festivales, conciertos. Mirada parcial que no involucra a la diversidad de procesos y acciones, cuya actividad varía en dependencia de diversos campos de resonancia: vida cotidiana, tradiciones literarias y artísticas, políticas institucionales, consumo. Según advierte el investigador colombiano Jesús Martín-Barbero: “La Comunicación en el campo de la cultura deja de ser entonces un movimiento exterior a los procesos culturales, -como cuando la tecnología era excluida del mundo de lo cultural y tenida por algo meramente instrumental-, para convertirse en un movimiento entre culturas: movimiento de exposición y apertura de unas culturas a las otras, que implicará siempre la transformación y recreación de la propia. La Comunicación en la era de la información nombra ante todo la conflictiva y creativa experiencia de apropiación e invención”.
Al abordar de forma epidérmica, incluso distorsionada —como ha ocurrido con la religión afrocubana—, en no pocos programas musicales, dramatizados, o de otros perfiles, el mestizaje de la cultura nacional y confrontaciones de ideas, ocurren sesgos limitantes, que lejos de reconocer lo diverso, limitan la cosmovisión filosófica de los públicos, su interés por conocer el desarrollo del pensamiento contemporáneo.
La estrategia, indispensable en este asunto, debe orientar las complejidades de un texto diverso, provocador, donde el lector ingenioso, participativo, lea desde los presupuestos lingüísticos, estéticos, metafóricos. “El texto es un tejido de citas provenientes de miles de fuentes de la cultura”, advierte el semiólogo francés Roland Barthes (1915-1980). No se puede perder de vista que el texto televisual constituye un conjunto de discursos, a través de los cuales cobra sentido su experiencia social.
En la televisión, y en todo audiovisual, no basta con la semántica: lo que se dice. La dimensión altamente conflictiva de la comunicación, implica de manera definitiva a la sintaxis: cómo se cuenta el relato. La eficiencia de este proceso parte de la pericia dramatúrgica, la correcta elección del género dramático, el tipo de solución del conflicto que lleva la anécdota al clímax, la búsqueda de puntos de alta tensión en espacios informativos, la eficiencia discursiva en el spot.
Sin distinción de espacios, el resultado televisual solo logra conmover desde la artisticidad, precepto para que cada emisión sea eficaz, con independencia de contenidos, perfiles, estéticas. Es válido en El Mentalista (Cubavisión, domingo, 2:00 p.m.), La otra mirada (Canal Educativo, martes, 10:10 p.m.), el Noticiero Nacional de Televisión (Cubavisión, 8:00 p.m.). No son paradójicos estos ejemplos, todos los programas exigen arte. Precisa el filósofo alemán Martin Heidegger (1889-1976): “La creación no es otra cosa, sino la fijación de la verdad mediante la forma”. En este sentido, la televisión requiere de la creativa utilización de recursos técnicos y expresivos. Hay que lograr una combinación ingeniosa en los relatos desde el carácter polisémico de la imagen, tener en cuenta la diversidad, a los espectadores como activos consumidores.
El ajiaco criollo es un hervidero. “La cubanidad no está solamente en el resultado sino también en el mismo proceso complejo de su formación, desintegrativo e integrativo, en los elementos sustanciales entrados en su acción, en el ambiente en que se opera y en las vicisitudes de su transcurso”, advierte Fernando Ortiz. En el siglo XXI, la televisión exige el carácter formativo del amplio concepto de cultura, la incorporación de saberes, que nutran la significación del medio.