Mediante la digitalización de grabaciones en cintas de 16 y 35 milímetros
Un moderno equipamiento permite la digitalización de las añejas cintas de 16 y 35 mm.
Recordar. Revivir. El santo oficio de la memoria en su eterno pulso contra el paso del tiempo. Una palabra, aroma o imagen destapan en la mente, en formas insospechadas, el nostálgico atajo hacia el pasado, a un mundo de amigos que partieron, hechos decisivos que cambiaron nuestras vidas o azares que de a poco se volvieron trascendentes.
Ir contra el olvido requiere constancia. Lo demuestra el equipo de apenas seis trabajadores del Archivo Fílmico de la Televisión Cubana, ubicado en la esquina de 23 y M, en pleno Vedado capitalino. Allí, a la usanza de orfebres, digitalizan pacientes viejas grabaciones donde permanece atrapada parte de la memoria audiovisual de la nación.
La revisión y oxigenación de las cintas es un requisito indispensable para el procesamiento ulterior.
Trabajan sin descanso. A diario desempolvan cintas de 16 y 35 milímetros de cuando la televisión se hacía por completo en vivo. Cambian el envase, los líderes -principio y fin- y core -centro-, del celuloide; oxigenan el material, lo restauran; añaden solventes y luego lo someten a limpieza ultrasónica para desechar polvo, hongos, humedades, manchas.
Máquinas especiales digitalizan las imágenes. Transformadas en ceros y unos, imágenes de archivo conocen nuevos retoques, ajustes de color. Ello se repite tantas veces como sea necesario, en el anónimo silencio de refrigerados cubículos, donde casi por arte de magia y talentos, vuelve a arrollar “La Caminadora”, de Los Zafiros, y el payaso Trompoloco interpreta alguna canción rodeado de pequeños, o la pícara Consuelo Vidal invita a mirar para allá y ver qué ocurre Detrás de la fachada.
Retar al tiempo
El trabajo en las computadoras mejora la textura y colores de las grabaciones.
Marlen González Pérez habla sin prisas, desde eso que algunos llaman sentido de pertenencia, pero que en ella se advierte como un sentimiento raigal. Desde 2011 lidera el equipo enfrascado en el rescate y conversión al formato digital de los archivos que conforman el patrimonio fílmico del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT). No duda al afirmar que en estas cintas duerme “la historia de grandes momentos y realizadores de la televisión cubana.
“Nuestro fondo lo integra en su totalidad celuloide, correspondiente a los años 60 y principios de los 70 del pasado siglo. Disponemos de más de 39 mil materiales en 16 milímetros y otros 8 mil, en 35 milímetros”, explica.
“Por ejemplo, guardamos muchas grabaciones del popular espacio Aventuras, cuando transmitían en directo desde los estudios. Cuando alguna escena requería ambientación en exteriores, se colocaban cortinas, previamente grabadas en las cintas que hoy tratamos de regresar a la vida. Gracias a eso, es posible volver a ver a la gran actriz Gina Cabrera montar a caballo en Los mambises, serial que hizo época, así como divertirnos con fragmentos de emblemáticos programas humorísticos como San Nicolás del Peladero, Detrás de la fachada y Casos y cosas de casa”, agrega.
De acuerdo con González, el fondo creativo de los archivos cinematográficos de la televisión comenzó a disminuir su ritmo de crecimiento con la entrada masiva del video tape, a medida que corrían los años 70.
Recuerda que en aquella época se formaron grandes directores procedentes de los estudios cinematográficos de la TV como Teresita Ordoqui, Gloria Torres, Magda González Grau, Gloria Pedroso, Manuel Acosta Cao, Jorge Ramón, Jorge Aguirre, Lissette Vila, Santiago Prado, Senobio (Pury) Fagés, Diego Rodríguez Arché, entre otros.
Cuenta que muchos programas llegaron a nuestros días gracias a que las transmisiones se “kinescopiaban”, proceso también conocido como telegrabación. Cargada con película virgen y sincronizada con la tasa de imágenes por segundo de la television, se colocaba una cámara de 16 ó 35 mm frente a un monitor de video y se echaba a andar al comenzar la emisión para grabar lo que aparecía en pantalla.
Cuando aún no funcionaba su cadena nacional por conexiones directas, la emisora cubana CMQ Televisión utilizó kinescopios para filmar su programación hecha en La Habana y distribuirla en las demás provincias. Así, los villareños, camagüeyanos y orientales podían ver los programas que se emitían hasta con dos semanas de retraso. Con la creación del Instituto Cubano de Radiodifusión, luego de 1959, se continuó utilizando el soporte kinescopio aunque con muy limitada aplicación práctica.
Lamentablemente, muchas cintas u obras no superaron la prueba del tiempo. Fueron vencidas por hongos, humedad o el mal estado de conservación, hasta quedar inservibles. Dos veces al año se hace inventario para determinar el próximo grupo de materiales que digitalizarán.
“Un comité de especialistas se reúne y, de manera colegiada, decide qué se prioriza. Son decisiones difíciles. La tecnología es limitada y el espacio también. Se hace un análisis para escoger lo verdaderamente trascendental que enriquezca la memoria histórica, porque, ¿qué es un país sin memoria?”, reflexiona.
En cuatro años la faena es destacable: se ha digitalizado alrededor del 10 por ciento del fondo de archivos. “Pero ese porcentaje podría mañana cambiar al 50 por ciento, si detectamos que gran parte se echó a perder y resulta irrecuperable”, advierte la directora del centro.
Compartir el pasado con las nuevas generaciones
¿Y cuál es el objetivo de tanto esfuerzo? “Salvamos para socializar”, no duda en responder González. “Rescatamos obras que luego se pueden apreciar en espacios como 60 y más (Canal Educativo 2) y Contra el Olvido (Cubavisión). Con ello, pretendemos rememorar ese pasado glorioso de la televisión y acercarlo a las nuevas generaciones. Tenemos el compromiso de que la gente no olvide quiénes somos y de dónde venimos. Aspiro a que en alguna ocasión la televisión tenga un canal dedicado a materiales de antaño”, vislumbra.
La cantidad de archivos prácticamente no crece. En ocasiones, personas con materiales de época en sus casas, a partir de grabaciones personales, los llevan para ver si se pueden rescatar, pero no son grandes cantidades.
Los locales disponen de tecnologías relativamente modernas para el trabajo. Son equipos muy caros, lo cual dice del esfuerzo de la dirección de la televisión para preservar el patrimonio. Sin embargo, la misión de estos restauradores no se encuentra exenta de riesgos y desafíos.
“Nuestra labor implica el uso de solventes y materiales muy tóxicos, pero no siempre contamos con los medios de protección necesarios”, confiesa la directora del centro, que demanda una mayor gestión por parte de los directivos competentes.
“Asimismo confrontamos dificultades con la retención del personal debido al escaso estímulo de los salarios. Sabemos que nuestro trabajo es muy importante. Estamos convencidos del valor de lo que estamos haciendo”, acota.
Por último, aclara que los interesados en sumarse al equipo pueden ser licenciados en Ciencias de la Información o en Historia, técnico medio en Informática, o tener vencido al menos el 12 grado, pero deben mostrar cierto nivel cultural. Una inyección de sangre joven que aportaría nuevos impulsos al necesario esfuerzo de pensar y sentirnos parte de la nación también desde sus imágenes y sonidos trascendentales.