Reflexiones sobre la recién concluida telenovela cubana
Va terminando el año y, en su despedida, algunas propuestas televisivas también dicen adiós, no así los espacios, por supuesto, y es el caso de la telenovela, media hora inamovible para gran cantidad de receptores que encuentran en ellas el asidero para sus días.
La telenovela, tal vez uno de los espacios más criticados por el televidente, pero sin dudas, de los más frecuentados y necesitados, en tanto en esta extraña relación de “amor-odio” se tejen todas las miradas de quienes mientras se transmite, dejan un tanto de vivir sus vidas para adentrase en la de los personajes, muy especialmente en las de tema contemporáneo que visibilizan el interior de muchas vidas sin nombre.
Cuando el amor no alcanza, telenovela original de Mayté Vera, seguida por la pluma de Consuelo Ramírez y Juan Padilla, que también la dirigió, regresa ante el televidente con la mirada puesta en nuestros días. Varias historias se entretejen alrededor de dos núcleos esenciales de familias comunes, (al menos así parecía), y ahí va la primera llamada de atención: es un producto en el cual resulta difícil encontrar a los protagonistas. Esto, que pudiera parecer algo tan sencillo, sí dificulta en ocasiones la lectura jerarquizadora de los conflictos que se muestran.
El hecho de crear las historias a partir de la voz en off de Laura (personaje de ficción que crea Teté) es este un personaje que se difumina en muchas otras Lauras, logrando con ello todo un acierto discursivo.
Válido entonces el uso del elevador como elemento simbólico que dentro del conflicto se muestra como un punto neutro donde los conflictos se catalizan, o yendo más allá, representa a la vida, en ese continuo subir y bajar, para el cual el amor es un elemento que puede conducir o no a determinada altura
Es curioso, no obstante, cómo al entretejerse las historias aparecen personajes que se les imagina de una manera y develan otros imaginarios, es el caso del chofer esposo de Keta; igualmente Lester, el jugador, la pareja de curiosos del edificio; o el machista de Walfrido. Ellos, por una parte, y otros personajes que con mucho qué decir, sin embargo, quedan actoralmente debiéndoles algo más de lo que el personaje exige, en ese caso, valdría la pena redimensionar el rol de Daniel, que a pesar de haberse alejado de sus esposa, es un ejemplo de excelente padre.
Pero con todo ello por delante vuelve a ser la figura femenina la que impone criterios éticos de salvaguarda del amor, del respeto a la familia, de sostén, ella como eje de equilibrio generacional. El vigor con razón o no de la madre de Yaneysi, la abuela íntegra de Carlitos, la impetuosa Nereida y la técnica agraria que por encima de todo, pone en riesgo hasta su matrimonio por defender sus valores como mujer profesional.
Mención aparte para “Teté”, “escribana” de esta historia; ama de casa que ni por las concepciones de su machista esposo, o por los comentarios de la gente o las propias exigencias de su condición, deja de creer y luchar por sus sueños. Es este personaje el que más se crece dentro de la historia y, a su vez, hace crecer a quienes le rodean.
Gracias como siempre a Alicia Bustamante, en una cuerda que a pesar de ser muy trágica en su conflicto, no le roba momentos de hilaridad, siempre necesarios; a una Yazmín Gómez, creíblemente pesada y coherente con ese rasgo hasta el final; a una tierna Mariposa que, por su nivel actoral, logra acercarse sentimentalmente al espectador. Sin embargo, no se explota lo que socialmente puede significar una persona con sus características dentro de la sociedad.
Termina una telenovela más que cumple con las reglas del género de final feliz, que tuvo el loable propósito de adentrarse en las relaciones humanas a veces nada confesables: de alguna manera trató el racismo, los conflictos generacionales y de vivienda, la infidelidad, no solo en las relaciones de pareja, las adicciones, entre otros temas.
Se acercó a la vida del cubano de a pie, aun cuando en términos de seducción no siempre supo sorprender en cuanto a diálogos, y sobre todo en sugerencias; todo iba en ocasiones pareciendo premeditado, a no ser esos conflictos que, al estilo de Félix D´Caignet, son los ingredientes que ya se esperan y necesitan. Quién es el hijo de… cómo lo abandonó… quién era el verdadero padre de…
Las noches de telenovela siguen siendo un reto para los escritores, directores y actores de casa. Lo cierto es que se imponen, según encuestas realizadas, aquellos productos que revelen la realidad de estos días, y qué bueno que intentos como estos se sucedan, sobre todo que el público, como ha sido este caso, las siga.
Creo que ya se han detectado los qué y el compromiso por mostrarlos se mantiene en pie, los cómo siguen siendo, a mi juicio, aún esa meta a llegar hasta donde la telenovela alcance.