Sostiene Nelia Casado, reconocida investigadora y asesora de espacios de comicidad en la TV Cubana

 Nelia Casado es una de esas mujeres apasionadas con todo lo que hace. Desde la investigación, durante sus años de trabajo en el Centro de Investigaciones Sociales (CIS) del Instituto Cubano de Radio y Televisión (Icrt), la comicidad en la televisión siempre tuvo para ella un atractivo diferente, un especial afrodisíaco para inclinarse por el humor.

Nelia Casado junto a Nachy Fernández y Luis Silva

En estos momentos aporta su experiencia al programa La Neurona Intranquila como asesora, pues mucho sabe del difícil reto que implica hacer reír a las audiencias.

Toda una institución en el tema, la especialista asegura que “la comicidad en la televisión cubana siempre ha necesitado una atención prioritaria. Hemos pasado por periodos tan difíciles como que no hemos tenido ningún programa al aire y otros momentos, como el actual, que tenemos varios, aunque estos no satisfacen del todo las expectativas de los televidentes”.

Respecto a las exigencias que debe cumplir un programa de humor, explica: “La primera condición es que haga reír. Lo otro necesario es que deje un saldo, no es reírse por reírse, sino que detrás quede cierto nivel de reflexión, que les deje un saldo con enseñanza.

“Los públicos piden, como condición esencial, que sean programas que aborden la actualidad, la situación diaria, con el presente que están viviendo y ese es un recurso altamente exitoso. En el Centro hicimos varias investigaciones sobre cómo sería un programa modelo y desde el punto de vista temático, es necesario que aborde la realidad.

“También la presencia de humoristas, es decir, actores que tengan experiencia en el género. Ahí tengo un punto de vista diferente porque el humorista maneja un grupo de recursos importantes sobre cómo funciona el chiste, cuándo hacer una pausa entre un texto y otro. Sin embargo, pienso que un buen actor dramático también puede hacer comedia y quedarle muy bien.

“Ahora mismo esta es una discusión que está en boga pues los públicos hacen cierta resistencia cuando ven a un actor dramático haciendo humor. Soy del criterio que un dramático con un buen guion y bien dirigido puede lograr un personaje muy cómico.

“Además, es necesario pensar en los niveles de realización, el ritmo del programa y los colores; las audiencias quieren verlo todo claro, nada de zonas oscuras”.

En torno a las dificultades para disfrutar de más espacios televisivos dedicados al humor, Casado valora: “El humor atraviesa siempre por el tema de la censura y la autocensura; hay una hipersensibilidad con el tema de la comicidad y no solo en las esferas institucionales, sino también en la población.

“Esto hace que muchos escritores con talento y posibilidades de acercarse al género no lo hagan porque de lo que ellos sueñan como producto artístico a lo que después se puede ver en pantalla hay una distancia bastante importante. “Los espacios televisivos pasan por una serie de mecanismos, de personas con diferentes interpretaciones, de subjetividades y este es un fenómeno que afecta la comicidad y la ha afectado siempre”.

Por otro lado lamenta “la carencia de escritores para programas cómicos en la televisión. Hay buenos guionistas pero no son suficientes para las necesidades que tienen el público y lo que necesitamos hacer.

“Un programa humorístico de una salida semanal no se sustenta con un solo escritor. En el mundo entero esto se soluciona con un equipo de escritores y aquí no hay suficientes, por lo que todos los directores se quejan por esto.

“Cuando el espacio todavía no ha salido al aire no pasa nada porque vas acumulando guiones, pero cuando irrumpen una vez a la semana se hace insuficiente una persona, hacen falta cinco o seis para escribir entre ellos”.

Si bien las personas gustan de ver reflejada su realidad, algunos se incomodan ante un chiste picante, al respecto, Casado apunta:

“Los públicos son heterogéneos. Es muy frecuente que los más jóvenes, con mayor nivel de instrucción, asimilen más este tipo de chistes, de cuestionamiento de la realidad, que se identifiquen mucho con estos chistes. Las personas mayores son más resistentes, porque dicen que los niños están viendo televisión. Este no es un fenómeno que se puede analizar de manera homogéneo, depende de los segmentos de públicos.

“A veces protestan mucho las instituciones cuando hacemos un programa de medicina y pones a una enfermera con la saya corta; se piensan que estás cuestionando a las enfermeras. O sea, quieren un alto nivel de crítica, pero a la vez, siempre y cuando no me toquen mi esfera de desenvolvimiento porque entonces me siento cuestionado.

“Se trata de un fenómeno complejo, que no se puede analizar de modo general, sino puntualmente, de acuerdo a las características de cada programa, de cada realizador, del momento que se está viviendo, y a veces de cada emisión de programa. Puede ser explosivo algo con lo que hace dos meses no pasaba nada.

“El humor es muy cambiante, está sujeto a cuanto sucede en la contemporaneidad y, a veces, la hipersensibilidad de las personas es mayor o menor.

“Si pasa un ciclón y hablas sobre eso la gente dice que te estás burlando, pero si no lo tocas en tus chistes las personas dicen que estás ajeno a la realidad. Sin embargo, bajo ningún concepto, por temor a estas reacciones, debes alejarte de hacer programas altamente polémicos, interesantes, cuestionadores, porque si no a la gente no le interesa tampoco.

Atendiendo a las investigaciones, la especialista asegura que para llegar a casi todas las audiencias, el humor televisivo “debe tener un lenguaje sencillo, claro, ameno, debe hablar la contemporaneidad y hacerlo de un modo que tenga disímiles niveles de lecturas.

“Existe un segmento que solo ve la televisión para pasar un rato agradable y esas personas deben quedar satisfechas, pero a su vez, ese programa debe satisfacer también al recién graduado, al universitario, aquellos que esperan ese momento para reflexionar, pensar, ir un poco más allá del chiste”, subraya.

 

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