Los medios cubanos, en particular la Televisión, han sido cuestionados en varios escenarios, tanto políticos como sociales.
Gremios de profesionales afines y de la vanguardia artística e intelectual del país con una mirada crítica, y autocrítica en ocasiones, han insistido en la necesidad de cambiar sus estilos, formas, y discurso.
Para nadie es secreto que problemas medulares de la vida cotidiana de la población no se reflejan con autenticidad; mientras los abordados por algunos géneros periodísticos se diluyen en excesivas adjetivaciones y regodeos innecesarios que no dejan ver con claridad la esencia de la información.
La actual política del país apuesta por una prensa más crítica y menos triunfalista; objetiva y sin secretos, capaz de reflejar la realidad de los cubanos; expresado así en el Sexto Congreso del Partido y reafirmado en la convocatoria a la Conferencia del organismo político, por lo que se denota más cultura y preponderancia en cuanto a procesos comunicativos.
Observar la Comunicación y sus herramientas desde una perspectiva útil, necesaria e imprescindible para el desarrollo de los procesos sociales y económicos que asumimos para y desde el cambio necesario en la Isla, es un logro innegable.
La Televisión, quizás sea el medio más aludido, y por lo cercano a él, me permito estos apuntes, y porque su crecimiento en varios municipios del país ha multiplicado posibilidades de expresión en lugares tan lejanos de la capital que jamás soñaron con una planta transmisora.
Con el surgimiento de los telecentros y corresponsalías municipales de TV se hace un esfuerzo por trasmitir programas de acuerdo con el perfil y el entorno donde están enclavados, pero como de buenas intenciones parece estar lleno también este camino considero oportuno enmendar la plana pues oigo hablar a menudo de “Canales Comunitarios”, cuando en realidad sólo queda en el intento.
Estudiosos como Manuel Chaparro, de España, Lizandro Angulo Rincón e Iñaki Zabaleta Urquiola de Colombia, coinciden en que la “Televisión Comunitaria permite una relación dialógica, un intercambio real, efectivo y equitativo entre los que intervienen en el proceso de la comunicación: de ser emisores y receptores se pasa a interlocutores; la comunidad tiene el derecho de participar en todo el proceso de producción; y se producen programas con contenidos locales y muy comprometidos con temas sociales, educativos y culturales”
Vale señalar que la crisis de este modelo tuvo un origen conceptual y otro económico. Conceptual, porque las imágenes transmitidas por los grandes medios reflejan intereses de grandes ciudades y metrópolis, marginando la cultura de las zonas periféricas, de los pequeños pueblos y asentamientos poblaciones, así como de sus gentes.
Ante esta situación, la televisión comunitaria se desarrolla como un discurso alternativo y contra hegemónico a través de una programación local más cercana a la realidad concreta con presupuestos educativos y culturales.
Aunque su prioridad no es conseguir altas audiencias con imágenes sensacionalistas como expresan los citados autores, sí persiguen crear conciencia social para que las comunidades desplieguen sus capacidades expresivas y se sustenten con contenidos orientados a mejorar la vida y el entorno.
Frances J. Berrigan en su libro “La comunicación comunitaria. Cometido de los medios de comunicación comunitaria en el desarrollo”, publicado por la UNESCO, también enfatiza en la importancia de la participación popular en el proceso de este tipo de comunicación.
La autora expresa que “los medios de comunicación comunitaria son una adaptación de los medios de comunicación en general, para su uso por la comunidad y para cualquiera de los objetivos que decida ésta.”
Si analizamos el contexto cubano, con avances sociales innegables, una instrucción general integral, aunque perfectible pero evidente, y otras especificidades, que no por diferentes a la de otros países del área están ajenas a intereses y motivaciones de las comunidades humanas del mundo subdesarrollado, propongo entonces un análisis crítico y concreto del concepto que utilizamos (Televisión Comunitaria) y su aplicabilidad en nuestros medios, en nuestra Televisión Municipal.
Dos aspectos fundamentales resultan indispensables para ello: primero la capacidad de involucrar a la población de determinada comunidad en la toma de decisiones, o sea, el carácter participativo de la comunicación comunitaria; y la segunda, la conceptualización y concreción de productos comunicativos por los productores y programadores.
En el primer caso sería oportuno señalar la necesidad de interpretar desprejuiciadamente criterios y opiniones de la comunidad, así como sugerencias y cuestionamientos ante cualquier acción que afecte o favorezca el desarrollo local.
Para el segundo aspecto damos por sentado lo positivo de nuestra Televisión que la hace superior a la de otros países latinoamericanos, sin chauvinismos de ningún tipo; pero reconociendo que productores y realizadores mantienen programas “históricos” con fórmulas y contenidos ajenos a su entorno, y para más, pasados de moda en desventaja con otras fuentes o medios alternativos, cada vez más crecientes en el mercado audiovisual informal.
Sería ingenuo olvidar que las audiencias cambian como cambian los tiempos y que las mismas se segmentan con creces dentro del gran destinatario general.
Comunicar lo municipal y barrial (sin dejar de transitar por la vida nacional y el mundo exterior), pero centrándonos en la problemática más cercana, permitirá una retroalimentación e identificación de las instituciones con la tele-audiencia y viceversa. Descuido lamentable y evidente en las parrillas de programación, premisas y razón de ser de nuestros canales “comunitarios”.
Lograr el equilibrio entre los receptores y emisores (canal y sistema de instituciones) es un reto complejo si no se reflejan los actores del proceso comunicativo en igualdad de condiciones (nosotros decimos, pero ellos también cuentan su historia) y mucho más cuando la TV no posee todos los recursos para llegar a las comunidades.
La comunidad debe ser gestora y promotora de su comunicación, apropiarse de las herramientas (teóricas y tecnológicas) para captar su realidad, producir, si fuera posible, con el apoyo de conocedores de los medios y programas informáticos las imágenes o reportes significativos de su entorno y tributarlas a la planta transmisora más cercana. Esta es la fuente más directa, económica y auténtica para obtener materiales fidedignos, sin puntos de vistas ajenos a las vivencias de ese grupo humano.
En el canal y más allá de esta institución es importante un pensamiento flexible, con capacidad de diálogo y admisión a otras miradas, para ello debemos evitar reparos o cuestionamientos profesionales y temáticos, tanto de autoridades como del equipo realizador de televisión.
Escuchar la voz del líder o promotor del Consejo Popular, subrayar más los valores del discurso que los estéticos de la colaboración, a veces resulta más interesante. Hay que lograr que la comunidad sea el proveedor de la mayoría de los materiales a transmitir en este tipo de televisoras. Las fallas técnicas la resolvemos con un simple cartel en pantalla.
Grandes cadenas internacionales y multinacionales han creado espacios para reporteros voluntarios con resultados favorables para su programación, más allá de sus espacios en las redes sociales. Entonces por qué no convertir a nuestro televidente en colaborador constante de sus televisoras locales; ello contribuye al reflejo de la realidad con inmediatez y veracidad y, estoy seguro, contrarresta carencias materiales que las redacciones de noticias no poseen para dar cobertura a todos los sucesos de estos pequeños grupos sociales.
No se trata de regalar la pantalla. Ante la disyuntiva de ¿qué publicamos?, se imponen conceptos y premisas que están ya bien definidas en la sociedad cubana, aspectos a tener presente por el emisor y el receptor como fuente, en sintonía con los intereses sociales que van desde la cultura, la ética y la moral, hasta la política y la ideología.
Negociar intereses, dialogar y aceptar lo plural y diverso, contribuye al entendimiento, al desarrollo y por ende a una mejor producción televisiva, focalizando siempre su mirada con precisión y objetividad a los hechos y acontecimientos, partiendo de las problemáticas y sus involucrados, así como los líderes de las mismas.
La Televisión Comunitaria como vía para la información en un solo sentido (emisor) es excluyente. Utilizarla como canalizadora de inquietudes, aspiraciones y formadora de valores, desde la crítica y la autocrítica, o sea desde el autorreconocimiento produce resultados positivos a mediano y largo plazo a favor del bien común.
Una ciudad o población, por pequeña que sea, no puede ser monitoreada en su totalidad por sus juntas directivas, por generadores de bienes y servicios. Sus recursos humanos y materiales no dan abasto para estar al tanto de detalles puntuales que ocurren en una vía pública, de la bombilla encendida o fundida del alumbrado de la esquina, o del salidero de agua que inunda la zona, o de otros factores que afectan la calidad de vida de un reparto, de una cuadra o Consejo Popular o de indisciplinas sociales que entorpecen la tranquilidad y seguridad ciudadana, pero una persona consciente, con deseos de ayudar con una cámara fotográfica digital cuánto puede ayudar.
Es necesario lograr el reconocimiento de estos canales de televisión junto al aporte de su teleaudiencia como otro recurso para facilitar la concreción de proyectos benéficos. Insertarlos dentro de los programas gubernamentales destinados al desarrollo social sería provechoso para el modelo cubano que proyectamos ahora.
Si necesarios son para los televidentes, también han de serlo para las autoridades locales. Potenciar la Televisión Municipal como expresión comunitaria, aliada indisoluble del progreso y herramienta para la construcción de ciudadanía, sería otro aporte de nuestros medios de comunicación al desarrollo de una vida plena para el hombre.
¿Televisión local, municipal o comunitaria?
Por. Jaime Yoan Batista Peña
Los medios cubanos, en particular la Televisión, han sido cuestionados en varios escenarios, tanto políticos como sociales.
Gremios de profesionales afines y de la vanguardia artística e intelectual del país con una mirada crítica, y autocrítica en ocasiones, han insistido en la necesidad de cambiar sus estilos, formas, y discurso.
Para nadie es secreto que problemas medulares de la vida cotidiana de la población no se reflejan con autenticidad; mientras los abordados por algunos géneros periodísticos se diluyen en excesivas adjetivaciones y regodeos innecesarios que no dejan ver con claridad la esencia de la información.
La actual política del país apuesta por una prensa más crítica y menos triunfalista; objetiva y sin secretos, capaz de reflejar la realidad de los cubanos; expresado así en el Sexto Congreso del Partido y reafirmado en la convocatoria a la Conferencia del organismo político, por lo que se denota más cultura y preponderancia en cuanto a procesos comunicativos.
Observar la Comunicación y sus herramientas desde una perspectiva útil, necesaria e imprescindible para el desarrollo de los procesos sociales y económicos que asumimos para y desde el cambio necesario en la Isla, es un logro innegable.
La Televisión, quizás sea el medio más aludido, y por lo cercano a él, me permito estos apuntes, y porque su crecimiento en varios municipios del país ha multiplicado posibilidades de expresión en lugares tan lejanos de la capital que jamás soñaron con una planta transmisora.
Con el surgimiento de los telecentros y corresponsalías municipales de TV se hace un esfuerzo por trasmitir programas de acuerdo con el perfil y el entorno donde están enclavados, pero como de buenas intenciones parece estar lleno también este camino considero oportuno enmendar la plana pues oigo hablar a menudo de “Canales Comunitarios”, cuando en realidad sólo queda en el intento.
Estudiosos como Manuel Chaparro, de España, Lizandro Angulo Rincón e Iñaki Zabaleta Urquiola de Colombia, coinciden en que la “Televisión Comunitaria permite una relación dialógica, un intercambio real, efectivo y equitativo entre los que intervienen en el proceso de la comunicación: de ser emisores y receptores se pasa a interlocutores; la comunidad tiene el derecho de participar en todo el proceso de producción; y se producen programas con contenidos locales y muy comprometidos con temas sociales, educativos y culturales”
Vale señalar que la crisis de este modelo tuvo un origen conceptual y otro económico. Conceptual, porque las imágenes transmitidas por los grandes medios reflejan intereses de grandes ciudades y metrópolis, marginando la cultura de las zonas periféricas, de los pequeños pueblos y asentamientos poblaciones, así como de sus gentes.
Ante esta situación, la televisión comunitaria se desarrolla como un discurso alternativo y contra hegemónico a través de una programación local más cercana a la realidad concreta con presupuestos educativos y culturales.
Aunque su prioridad no es conseguir altas audiencias con imágenes sensacionalistas como expresan los citados autores, sí persiguen crear conciencia social para que las comunidades desplieguen sus capacidades expresivas y se sustenten con contenidos orientados a mejorar la vida y el entorno.
Frances J. Berrigan en su libro “La comunicación comunitaria. Cometido de los medios de comunicación comunitaria en el desarrollo”, publicado por la UNESCO, también enfatiza en la importancia de la participación popular en el proceso de este tipo de comunicación.
La autora expresa que “los medios de comunicación comunitaria son una adaptación de los medios de comunicación en general, para su uso por la comunidad y para cualquiera de los objetivos que decida ésta.”
Si analizamos el contexto cubano, con avances sociales innegables, una instrucción general integral, aunque perfectible pero evidente, y otras especificidades, que no por diferentes a la de otros países del área están ajenas a intereses y motivaciones de las comunidades humanas del mundo subdesarrollado, propongo entonces un análisis crítico y concreto del concepto que utilizamos (Televisión Comunitaria) y su aplicabilidad en nuestros medios, en nuestra Televisión Municipal.
Dos aspectos fundamentales resultan indispensables para ello: primero la capacidad de involucrar a la población de determinada comunidad en la toma de decisiones, o sea, el carácter participativo de la comunicación comunitaria; y la segunda, la conceptualización y concreción de productos comunicativos por los productores y programadores.
En el primer caso sería oportuno señalar la necesidad de interpretar desprejuiciadamente criterios y opiniones de la comunidad, así como sugerencias y cuestionamientos ante cualquier acción que afecte o favorezca el desarrollo local.
Para el segundo aspecto damos por sentado lo positivo de nuestra Televisión que la hace superior a la de otros países latinoamericanos, sin chauvinismos de ningún tipo; pero reconociendo que productores y realizadores mantienen programas “históricos” con fórmulas y contenidos ajenos a su entorno, y para más, pasados de moda en desventaja con otras fuentes o medios alternativos, cada vez más crecientes en el mercado audiovisual informal.
Sería ingenuo olvidar que las audiencias cambian como cambian los tiempos y que las mismas se segmentan con creces dentro del gran destinatario general.
Comunicar lo municipal y barrial (sin dejar de transitar por la vida nacional y el mundo exterior), pero centrándonos en la problemática más cercana, permitirá una retroalimentación e identificación de las instituciones con la tele-audiencia y viceversa. Descuido lamentable y evidente en las parrillas de programación, premisas y razón de ser de nuestros canales “comunitarios”.
Lograr el equilibrio entre los receptores y emisores (canal y sistema de instituciones) es un reto complejo si no se reflejan los actores del proceso comunicativo en igualdad de condiciones (nosotros decimos, pero ellos también cuentan su historia) y mucho más cuando la TV no posee todos los recursos para llegar a las comunidades.
La comunidad debe ser gestora y promotora de su comunicación, apropiarse de las herramientas (teóricas y tecnológicas) para captar su realidad, producir, si fuera posible, con el apoyo de conocedores de los medios y programas informáticos las imágenes o reportes significativos de su entorno y tributarlas a la planta transmisora más cercana. Esta es la fuente más directa, económica y auténtica para obtener materiales fidedignos, sin puntos de vistas ajenos a las vivencias de ese grupo humano.
En el canal y más allá de esta institución es importante un pensamiento flexible, con capacidad de diálogo y admisión a otras miradas, para ello debemos evitar reparos o cuestionamientos profesionales y temáticos, tanto de autoridades como del equipo realizador de televisión.
Escuchar la voz del líder o promotor del Consejo Popular, subrayar más los valores del discurso que los estéticos de la colaboración, a veces resulta más interesante. Hay que lograr que la comunidad sea el proveedor de la mayoría de los materiales a transmitir en este tipo de televisoras. Las fallas técnicas la resolvemos con un simple cartel en pantalla.
Grandes cadenas internacionales y multinacionales han creado espacios para reporteros voluntarios con resultados favorables para su programación, más allá de sus espacios en las redes sociales. Entonces por qué no convertir a nuestro televidente en colaborador constante de sus televisoras locales; ello contribuye al reflejo de la realidad con inmediatez y veracidad y, estoy seguro, contrarresta carencias materiales que las redacciones de noticias no poseen para dar cobertura a todos los sucesos de estos pequeños grupos sociales.
No se trata de regalar la pantalla. Ante la disyuntiva de ¿qué publicamos?, se imponen conceptos y premisas que están ya bien definidas en la sociedad cubana, aspectos a tener presente por el emisor y el receptor como fuente, en sintonía con los intereses sociales que van desde la cultura, la ética y la moral, hasta la política y la ideología.
Negociar intereses, dialogar y aceptar lo plural y diverso, contribuye al entendimiento, al desarrollo y por ende a una mejor producción televisiva, focalizando siempre su mirada con precisión y objetividad a los hechos y acontecimientos, partiendo de las problemáticas y sus involucrados, así como los líderes de las mismas.
La Televisión Comunitaria como vía para la información en un solo sentido (emisor) es excluyente. Utilizarla como canalizadora de inquietudes, aspiraciones y formadora de valores, desde la crítica y la autocrítica, o sea desde el autorreconocimiento produce resultados positivos a mediano y largo plazo a favor del bien común.
Una ciudad o población, por pequeña que sea, no puede ser monitoreada en su totalidad por sus juntas directivas, por generadores de bienes y servicios. Sus recursos humanos y materiales no dan abasto para estar al tanto de detalles puntuales que ocurren en una vía pública, de la bombilla encendida o fundida del alumbrado de la esquina, o del salidero de agua que inunda la zona, o de otros factores que afectan la calidad de vida de un reparto, de una cuadra o Consejo Popular o de indisciplinas sociales que entorpecen la tranquilidad y seguridad ciudadana, pero una persona consciente, con deseos de ayudar con una cámara fotográfica digital cuánto puede ayudar.
Es necesario lograr el reconocimiento de estos canales de televisión junto al aporte de su teleaudiencia como otro recurso para facilitar la concreción de proyectos benéficos. Insertarlos dent
¿Televisión local, municipal o comunitaria?
Por. Jaime Yoan Batista Peña
Los medios cubanos, en particular la Televisión, han sido cuestionados en varios escenarios, tanto políticos como sociales.
Gremios de profesionales afines y de la vanguardia artística e intelectual del país con una mirada crítica, y autocrítica en ocasiones, han insistido en la necesidad de cambiar sus estilos, formas, y discurso.
Para nadie es secreto que problemas medulares de la vida cotidiana de la población no se reflejan con autenticidad; mientras los abordados por algunos géneros periodísticos se diluyen en excesivas adjetivaciones y regodeos innecesarios que no dejan ver con claridad la esencia de la información.
La actual política del país apuesta por una prensa más crítica y menos triunfalista; objetiva y sin secretos, capaz de reflejar la realidad de los cubanos; expresado así en el Sexto Congreso del Partido y reafirmado en la convocatoria a la Conferencia del organismo político, por lo que se denota más cultura y preponderancia en cuanto a procesos comunicativos.
Observar la Comunicación y sus herramientas desde una perspectiva útil, necesaria e imprescindible para el desarrollo de los procesos sociales y económicos que asumimos para y desde el cambio necesario en la Isla, es un logro innegable.
La Televisión, quizás sea el medio más aludido, y por lo cercano a él, me permito estos apuntes, y porque su crecimiento en varios municipios del país ha multiplicado posibilidades de expresión en lugares tan lejanos de la capital que jamás soñaron con una planta transmisora.
Con el surgimiento de los telecentros y corresponsalías municipales de TV se hace un esfuerzo por trasmitir programas de acuerdo con el perfil y el entorno donde están enclavados, pero como de buenas intenciones parece estar lleno también este camino considero oportuno enmendar la plana pues oigo hablar a menudo de “Canales Comunitarios”, cuando en realidad sólo queda en el intento.
Estudiosos como Manuel Chaparro, de España, Lizandro Angulo Rincón e Iñaki Zabaleta Urquiola de Colombia, coinciden en que la “Televisión Comunitaria permite una relación dialógica, un intercambio real, efectivo y equitativo entre los que intervienen en el proceso de la comunicación: de ser emisores y receptores se pasa a interlocutores; la comunidad tiene el derecho de participar en todo el proceso de producción; y se producen programas con contenidos locales y muy comprometidos con temas sociales, educativos y culturales”
Vale señalar que la crisis de este modelo tuvo un origen conceptual y otro económico. Conceptual, porque las imágenes transmitidas por los grandes medios reflejan intereses de grandes ciudades y metrópolis, marginando la cultura de las zonas periféricas, de los pequeños pueblos y asentamientos poblaciones, así como de sus gentes.
Ante esta situación, la televisión comunitaria se desarrolla como un discurso alternativo y contra hegemónico a través de una programación local más cercana a la realidad concreta con presupuestos educativos y culturales.
Aunque su prioridad no es conseguir altas audiencias con imágenes sensacionalistas como expresan los citados autores, sí persiguen crear conciencia social para que las comunidades desplieguen sus capacidades expresivas y se sustenten con contenidos orientados a mejorar la vida y el entorno.
Frances J. Berrigan en su libro “La comunicación comunitaria. Cometido de los medios de comunicación comunitaria en el desarrollo”, publicado por la UNESCO, también enfatiza en la importancia de la participación popular en el proceso de este tipo de comunicación.
La autora expresa que “los medios de comunicación comunitaria son una adaptación de los medios de comunicación en general, para su uso por la comunidad y para cualquiera de los objetivos que decida ésta.”
Si analizamos el contexto cubano, con avances sociales innegables, una instrucción general integral, aunque perfectible pero evidente, y otras especificidades, que no por diferentes a la de otros países del área están ajenas a intereses y motivaciones de las comunidades humanas del mundo subdesarrollado, propongo entonces un análisis crítico y concreto del concepto que utilizamos (Televisión Comunitaria) y su aplicabilidad en nuestros medios, en nuestra Televisión Municipal.
Dos aspectos fundamentales resultan indispensables para ello: primero la capacidad de involucrar a la población de determinada comunidad en la toma de decisiones, o sea, el carácter participativo de la comunicación comunitaria; y la segunda, la conceptualización y concreción de productos comunicativos por los productores y programadores.
En el primer caso sería oportuno señalar la necesidad de interpretar desprejuiciadamente criterios y opiniones de la comunidad, así como sugerencias y cuestionamientos ante cualquier acción que afecte o favorezca el desarrollo local.
Para el segundo aspecto damos por sentado lo positivo de nuestra Televisión que la hace superior a la de otros países latinoamericanos, sin chauvinismos de ningún tipo; pero reconociendo que productores y realizadores mantienen programas “históricos” con fórmulas y contenidos ajenos a su entorno, y para más, pasados de moda en desventaja con otras fuentes o medios alternativos, cada vez más crecientes en el mercado audiovisual informal.
Sería ingenuo olvidar que las audiencias cambian como cambian los tiempos y que las mismas se segmentan con creces dentro del gran destinatario general.
Comunicar lo municipal y barrial (sin dejar de transitar por la vida nacional y el mundo exterior), pero centrándonos en la problemática más cercana, permitirá una retroalimentación e identificación de las instituciones con la tele-audiencia y viceversa. Descuido lamentable y evidente en las parrillas de programación, premisas y razón de ser de nuestros canales “comunitarios”.
Lograr el equilibrio entre los receptores y emisores (canal y sistema de instituciones) es un reto complejo si no se reflejan los actores del proceso comunicativo en igualdad de condiciones (nosotros decimos, pero ellos también cuentan su historia) y mucho más cuando la TV no posee todos los recursos para llegar a las comunidades.
La comunidad debe ser gestora y promotora de su comunicación, apropiarse de las herramientas (teóricas y tecnológicas) para captar su realidad, producir, si fuera posible, con el apoyo de conocedores de los medios y programas informáticos las imágenes o reportes significativos de su entorno y tributarlas a la planta transmisora más cercana. Esta es la fuente más directa, económica y auténtica para obtener materiales fidedignos, sin puntos de vistas ajenos a las vivencias de ese grupo humano.
En el canal y más allá de esta institución es importante un pensamiento flexible, con capacidad de diálogo y admisión a otras miradas, para ello debemos evitar reparos o cuestionamientos profesionales y temáticos, tanto de autoridades como del equipo realizador de televisión.
Escuchar la voz del líder o promotor del Consejo Popular, subrayar más los valores del discurso que los estéticos de la colaboración, a veces resulta más interesante. Hay que lograr que la comunidad sea el proveedor de la mayoría de los materiales a transmitir en este tipo de televisoras. Las fallas técnicas la resolvemos con un simple cartel en pantalla.
Grandes cadenas internacionales y multinacionales han creado espacios para reporteros voluntarios con resultados favorables para su programación, más allá de sus espacios en las redes sociales. Entonces por qué no convertir a nuestro televidente en colaborador constante de sus televisoras locales; ello contribuye al reflejo de la realidad con inmediatez y veracidad y, estoy seguro, contrarresta carencias materiales que las redacciones de noticias no poseen para dar cobertura a todos los sucesos de estos pequeños grupos sociales.
No se trata de regalar la pantalla. Ante la disyuntiva de ¿qué publicamos?, se imponen conceptos y premisas que están ya bien definidas en la sociedad cubana, aspectos a tener presente por el emisor y el receptor como fuente, en sintonía con los intereses sociales que van desde la cultura, la ética y la moral, hasta la política y la ideología.
Negociar intereses, dialogar y aceptar lo plural y diverso, contribuye al entendimiento, al desarrollo y por ende a una mejor producción televisiva, focalizando siempre su mirada con precisión y objetividad a los hechos y acontecimientos, partiendo de las problemáticas y sus involucrados, así como los líderes de las mismas.
La Televisión Comunitaria como vía para la información en un solo sentido (emisor) es excluyente. Utilizarla como canalizadora de inquietudes, aspiraciones y formadora de valores, desde la crítica y la autocrítica, o sea desde el autorreconocimiento produce resultados positivos a mediano y largo plazo a favor del bien común.
Una ciudad o población, por pequeña que sea, no puede ser monitoreada en su totalidad por sus juntas directivas, por generadores de bienes y servicios. Sus recursos humanos y materiales no dan abasto para estar al tanto de detalles puntuales que ocurren en una vía pública, de la bombilla encendida o fundida del alumbrado de la esquina, o del salidero de agua que inunda la zona, o de otros factores que afectan la calidad de vida de un reparto, de una cuadra o Consejo Popular o de indisciplinas sociales que entorpecen la tranquilidad y seguridad ciudadana, pero una persona consciente, con deseos de ayudar con una cámara fotográfica digital cuánto puede ayudar.
Es necesario lograr el reconocimiento de estos canales de televisión junto al aporte de su teleaudiencia como otro recurso para facilitar la concreción de proyectos benéficos. Insertarlos dentro de los programas gubernamentales destinados al desarrollo social sería provechoso para el modelo cubano que proyectamos ahora.
Si necesarios son para los televidentes, también han de serlo para las autoridades locales. Potenciar la Televisión Municipal como expresión comunitaria, aliada indisoluble del progreso y herramienta para la construcción de ciudadanía, sería otro aporte de nuestros medios de comunicación al desarrollo de una vida plena para el hombre.
¿Televisión local, municipal o comunitaria?
Por. Jaime Yoan Batista Peña
Los medios cubanos, en particular la Televisión, han sido cuestionados en varios escenarios, tanto políticos como sociales.
Gremios de profesionales afines y de la vanguardia artística e intelectual del país con una mirada crítica, y autocrítica en ocasiones, han insistido en la necesidad de cambiar sus estilos, formas, y discurso.
Para nadie es secreto que problemas medulares de la vida cotidiana de la población no se reflejan con autenticidad; mientras los abordados por algunos géneros periodísticos se diluyen en excesivas adjetivaciones y regodeos innecesarios que no dejan ver con claridad la esencia de la información.
La actual política del país apuesta por una prensa más crítica y menos triunfalista; objetiva y sin secretos, capaz de reflejar la realidad de los cubanos; expresado así en el Sexto Congreso del Partido y reafirmado en la convocatoria a la Conferencia del organismo político, por lo que se denota más cultura y preponderancia en cuanto a procesos comunicativos.
Observar la Comunicación y sus herramientas desde una perspectiva útil, necesaria e imprescindible para el desarrollo de los procesos sociales y económicos que asumimos para y desde el cambio necesario en la Isla, es un logro innegable.
La Televisión, quizás sea el medio más aludido, y por lo cercano a él, me permito estos apuntes, y porque su crecimiento en varios municipios del país ha multiplicado posibilidades de expresión en lugares tan lejanos de la capital que jamás soñaron con una planta transmisora.
Con el surgimiento de los telecentros y corresponsalías municipales de TV se hace un esfuerzo por trasmitir programas de acuerdo con el perfil y el entorno donde están enclavados, pero como de buenas intenciones parece estar lleno también este camino considero oportuno enmendar la plana pues oigo hablar a menudo de “Canales Comunitarios”, cuando en realidad sólo queda en el intento.
Estudiosos como Manuel Chaparro, de España, Lizandro Angulo Rincón e Iñaki Zabaleta Urquiola de Colombia, coinciden en que la “Televisión Comunitaria permite una relación dialógica, un intercambio real, efectivo y equitativo entre los que intervienen en el proceso de la comunicación: de ser emisores y receptores se pasa a interlocutores; la comunidad tiene el derecho de participar en todo el proceso de producción; y se producen programas con contenidos locales y muy comprometidos con temas sociales, educativos y culturales”
Vale señalar que la crisis de este modelo tuvo un origen conceptual y otro económico. Conceptual, porque las imágenes transmitidas por los grandes medios reflejan intereses de grandes ciudades y metrópolis, marginando la cultura de las zonas periféricas, de los pequeños pueblos y asentamientos poblaciones, así como de sus gentes.
Ante esta situación, la televisión comunitaria se desarrolla como un discurso alternativo y contra hegemónico a través de una programación local más cercana a la realidad concreta con presupuestos educativos y culturales.
Aunque su prioridad no es conseguir altas audiencias con imágenes sensacionalistas como expresan los citados autores, sí persiguen crear conciencia social para que las comunidades desplieguen sus capacidades expresivas y se sustenten con contenidos orientados a mejorar la vida y el entorno.
Frances J. Berrigan en su libro “La comunicación comunitaria. Cometido de los medios de comunicación comunitaria en el desarrollo”, publicado por la UNESCO, también enfatiza en la importancia de la participación popular en el proceso de este tipo de comunicación.
La autora expresa que “los medios de comunicación comunitaria son una adaptación de los medios de comunicación en general, para su uso por la comunidad y para cualquiera de los objetivos que decida ésta.”
Si analizamos el contexto cubano, con avances sociales innegables, una instrucción general integral, aunque perfectible pero evidente, y otras especificidades, que no por diferentes a la de otros países del área están ajenas a intereses y motivaciones de las comunidades humanas del mundo subdesarrollado, propongo entonces un análisis crítico y concreto del concepto que utilizamos (Televisión Comunitaria) y su aplicabilidad en nuestros medios, en nuestra Televisión Municipal.
Dos aspectos fundamentales resultan indispensables para ello: primero la capacidad de involucrar a la población de determinada comunidad en la toma de decisiones, o sea, el carácter participativo de la comunicación comunitaria; y la segunda, la conceptualización y concreción de productos comunicativos por los productores y programadores.
En el primer caso sería oportuno señalar la necesidad de interpretar desprejuiciadamente criterios y opiniones de la comunidad, así como sugerencias y cuestionamientos ante cualquier acción que afecte o favorezca el desarrollo local.
Para el segundo aspecto damos por sentado lo positivo de nuestra Televisión que la hace superior a la de otros países latinoamericanos, sin chauvinismos de ningún tipo; pero reconociendo que productores y realizadores mantienen programas “históricos” con fórmulas y contenidos ajenos a su entorno, y para más, pasados de moda en desventaja con otras fuentes o medios alternativos, cada vez más crecientes en el mercado audiovisual informal.
Sería ingenuo olvidar que las audiencias cambian como cambian los tiempos y que las mismas se segmentan con creces dentro del gran destinatario general.
Comunicar lo municipal y barrial (sin dejar de transitar por la vida nacional y el mundo exterior), pero centrándonos en la problemática más cercana, permitirá una retroalimentación e identificación de las instituciones con la tele-audiencia y viceversa. Descuido lamentable y evidente en las parrillas de programación, premisas y razón de ser de nuestros canales “comunitarios”.
Lograr el equilibrio entre los receptores y emisores (canal y sistema de instituciones) es un reto complejo si no se reflejan los actores del proceso comunicativo en igualdad de condiciones (nosotros decimos, pero ellos también cuentan su historia) y mucho más cuando la TV no posee todos los recursos para llegar a las comunidades.
La comunidad debe ser gestora y promotora de su comunicación, apropiarse de las herramientas (teóricas y tecnológicas) para captar su realidad, producir, si fuera posible, con el apoyo de conocedores de los medios y programas informáticos las imágenes o reportes significativos de su entorno y tributarlas a la planta transmisora más cercana. Esta es la fuente más directa, económica y auténtica para obtener materiales fidedignos, sin puntos de vistas ajenos a las vivencias de ese grupo humano.
En el canal y más allá de esta institución es importante un pensamiento flexible, con capacidad de diálogo y admisión a otras miradas, para ello debemos evitar reparos o cuestionamientos profesionales y temáticos, tanto de autoridades como del equipo realizador de televisión.
Escuchar la voz del líder o promotor del Consejo Popular, subrayar más los valores del discurso que los estéticos de la colaboración, a veces resulta más interesante. Hay que lograr que la comunidad sea el proveedor de la mayoría de los materiales a transmitir en este tipo de televisoras. Las fallas técnicas la resolvemos con un simple cartel en pantalla.
Grandes cadenas internacionales y multinacionales han creado espacios para reporteros voluntarios con resultados favorables para su programación, más allá de sus espacios en las redes sociales. Entonces por qué no convertir a nuestro televidente en colaborador constante de sus televisoras locales; ello contribuye al reflejo de la realidad con inmediatez y veracidad y, estoy seguro, contrarresta carencias materiales que las redacciones de noticias no poseen para dar cobertura a todos los sucesos de estos pequeños grupos sociales.
No se trata de regalar la pantalla. Ante la disyuntiva de ¿qué publicamos?, se imponen conceptos y premisas que están ya bien definidas en la sociedad cubana, aspectos a tener presente por el emisor y el receptor como fuente, en sintonía con los intereses sociales que van desde la cultura, la ética y la moral, hasta la política y la ideología.
Negociar intereses, dialogar y aceptar lo plural y diverso, contribuye al entendimiento, al desarrollo y por ende a una mejor producción televisiva, focalizando siempre su mirada con precisión y objetividad a los hechos y acontecimientos, partiendo de las problemáticas y sus involucrados, así como los líderes de las mismas.
La Televisión Comunitaria como vía para la información en un solo sentido (emisor) es excluyente. Utilizarla como canalizadora de inquietudes, aspiraciones y formadora de valores, desde la crítica y la autocrítica, o sea desde el autorreconocimiento produce resultados positivos a mediano y largo plazo a favor del bien común.
Una ciudad o población, por pequeña que sea, no puede ser monitoreada en su totalidad por sus juntas directivas, por generadores de bienes y servicios. Sus recursos humanos y materiales no dan abasto para estar al tanto de detalles puntuales que ocurren en una vía pública, de la bombilla encendida o fundida del alumbrado de la esquina, o del salidero de agua que inunda la zona, o de otros factores que afectan la calidad de vida de un reparto, de una cuadra o Consejo Popular o de indisciplinas sociales que entorpecen la tranquilidad y seguridad ciudadana, pero una persona consciente, con deseos de ayudar con una cámara fotográfica digital cuánto puede ayudar.
Es necesario lograr el reconocimiento de estos canales de televisión junto al aporte de su teleaudiencia como otro recurso para facilitar la concreción de proyectos benéficos. Insertarlos dentro de los programas gubernamentales destinados al desarrollo social sería provechoso para el modelo cubano que proyectamos ahora.
Si necesarios son para los televidentes, también han de serlo para las autoridades locales. Potenciar la Televisión Municipal como expresión comunitaria, aliada indisoluble del progreso y herramienta para la construcción de ciudadanía, sería otro aporte de nuestros medios de comunicación al desarrollo de una vida plena para el hombre.
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Si necesarios son para los televidentes, también han de serlo para las autoridades locales. Potenciar la Televisión Municipal como expresión comunitaria, aliada indisoluble del progreso y herramienta para la construcción de ciudadanía, sería otro aporte de nuestros medios de comunicación al desarrollo de una vida plena para el hombre.