Venganzas, enigmas, complicidades, obsesiones, secretos,
frustraciones, aderezan el relato en la telenovela argentina Valientes, que transmite la TV cubana por el canal Multivisión
“Me quito el sombrero ante tu talento”, dice Mona (Marita Ballesteros) a Juana (Eleonora Wexler), en la telenovela argentina Valientes (218 capítulos) (Multivisión, 3:00 p.m. Lunes a Viernes), cuando escucha por azar, detrás de la puerta, que la susodicha lejos de perder la memoria, trama nuevas patrañas para conquistar a Leo. El bocadillo connota la reacción de un personaje camaleónico, provocador, pero sobre todo hace recordar una máxima del director polaco Jerzy Grotowski (1933-1999), relevante en el teatro vanguardista del siglo XX: “El actor no debe actuar para el público, sino para cada espectador en particular.” Lo consigue la actriz, con una villana implacable, que tiene la doble certeza de lograr su meta, al tiempo de mantener cautivos a telespectadores cómplices, conscientes de que “la mala” tendrá un final infeliz.
Venganzas, enigmas, complicidades, obsesiones, secretos, frustraciones, aderezan el relato, en el cual la inocente heroína y las virtudes de los buenos se revelan para el restablecimiento del universo moral.
Allí está la villana, para trastocar el equilibrio, poner en tensión los principios maniqueos del bien y el mal, vestir disímiles máscaras, liderar en el reino de lo posible, de la sorpresa, que en los personajes-tipos puede llegar al paroxismo emotivo extremo. La actriz Eleonora Wexler incorpora dichos ingredientes, logra el tono justo en el juego de medir fuerzas con adversarios, mediante una destacada caracterización externa, la cual responde a exigencias del género melodramático, en el cual todo se dice, no hay espacio para lo sobreentendido, de hecho Juana obtiene lo que quiere de manera irresponsable, veleidosa.
Pudiera pensarse: las villanas son así, no admiten otros enfoques o diseños. En esta generalidad, cada intérprete aporta cuerpo, voz, emociones para construir lo propio, mediante los consabidos instrumentos del maestro ruso Konstantín Stanislavski (1863-1938): relajación, concentración, memoria emocional, afectiva, a la vez que suministra energías propias, irrepetibles.
Lo demuestran desde peculiares estilos Laura (Vivianne Pasmanter) y Blanca Leticia (Susana Vieira), en Por amor (191 capítulos) y Clara (Mariana Ximenes) en Passione (209 capítulos), telenovelas brasileñas que transmite actualmente la TV cubana, en las cuales seductoras villanas sueltan demonios en demasía, repiten fórmulas establecidas, sin renunciar a suculentos encantos: belleza física, elegancia, atributos que la telenovela explota hasta la saciedad. Según advierte el escritor Luiz Ricardo Leitao (Río de Janeiro, 1960) “los ojos son una condición de alma, nunca mienten. Todo se exhibe, lo real es aquello que se enseña”. Quizás porque el amor está en el ruedo, para bien o para mal.
¿Frecuentan estos personajes-tipos las producciones nacionales? Podría pensarse en la Doris, (Blanca Rosa Blanco) de Casa de cristal (45 capítulos), primera temporada de la serie Bajo el mismo sol. De ningún modo, este personaje es rico, tridimensional, lleno de matices, de complejidades psicológicas; comete un error trágico, el cual no le permite vuelta atrás, ese error, más las circunstancias, desatan la tragedia de forma inexorable. Doris no es una villana, sino un personaje negativo, inquietante desde la concepción y la manera orgánica como la actriz asume el desafío de viajar de forma magistral de la extroversión a la introspección, de la destreza fisonómica al denso mundo de intrincadas emociones.
Por uno u otro camino —entre villanas, personajes positivos o negativos—, la seducción que provoca cada obra depende del planteamiento y la solución de conflictos universales, de la conmoción que produce el arte audiovisual en los públicos.