Todos los días podría recordarse al Maestro Mario Rodríguez Alemán, pero ciertamente, el domingo guarda un especial vínculo con su nombre pues aquel espacio de Tanda del domingo que condujo durante tantos años formó parte de la dinámica de los amantes de la programación cinematográfica televisiva.

Nacido el 12 de junio de 1926, Doctor en Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana, periodista, rector del Instituto Superior de Arte, profesor de Historia del Teatro Contemporáneo, y técnica de la obra dramática, amplio conocedor del mundo de la dramaturgia y otros contenidos afines, este destacado intelectual tuvo la gran virtud de llevar su sapiencia al gran público con natural sencillez.

Generalmente desmontaba las propuestas para ayudar al televidente a decodificar claves que nunca existían por azar en un filme, desde los más elaborados hasta aquellos con más tinte comercial; qué hay detrás de los por qué, constituía uno de los tips de empatía que establecía este Maestro de la comunicación.

Su rostro aparece por vez primera en televisión en 1959 con la inauguración del programa Cine en TV; y en 1991 Tanda del domingo se convierte en uno de los más seguidos de la pequeña pantalla.

Rodríguez Alemán solía expresarse con frases cortas y fáciles de comprender, se acercaba continuamente a las ejemplificaciones con un tono medio, pausado, y solía poner al descubierto el valor del filme que sería presentado en esa jornada. La cita dominical era a las dos de la tarde, horario que hoy Arte siete respeta, de alguna manera, como homenaje a aquel hombre que no faltaba al encuentro semanal, con propuestas diversas que tenían como denominador común el ser concebidas para un público general.

Y ese hurgar en los diferentes filmes, como si fuera un guiño, Alemán lo aprovechaba para insistir sobre criterios estéticos, sobre valores musicales u otras disciplinas que entremezcladas hacen un Todo Incluido de la película que se trate; y es que amén de todos sus estudios, nunca dejó de ser el Maestro de Literatura de la Escuela de Artes y Letras, de ahí su especial sensibilidad para introducir aspectos, incluso teóricos, que pudiera expresar una obra cinematográfica.

Amante de las versiones literarias llevadas al cine, siempre dejaba la puerta abierta para que cada quien se acercara en principio al texto publicado, como raíz de cuanto pudiera crearse a propósito de él.

Próximo a su cumpleaños y en tiempos en los que quedarse en casa obliga a ver en materia cinematográfica cuanto se produce, qué bueno poder recordarlo con beneplácito por lo que aportó al mundo de la enseñanza y la promoción cultural; e igualmente tomar en cuenta sus intervenciones, sobre todo cuando refería lo importante que es recrearse y divertirse aprendiendo. Esa era una de sus tantas propuestas y lo logró cuando cada domingo conocedores y no entendidos veíamos en él al perfecto guía que, desde la televisión, invitaba y enseñaba a disfrutar una película.

 

 

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