A través de los años, las telenovelas extranjeras han ocupado un puesto privilegiado dentro de la parrilla televisiva en Cuba, en alternancia con las producciones de factura nacional. Dentro de estas, las brasileñas han sido las que más han acaparado el gusto de la teleaudiencia, convirtiéndose en las favoritas dentro de los dramatizados foráneos. ¿Cómo las novelas producidas en Brasil lograron calar en Cuba? ¿Desde cuándo? ¿Por qué gustan tanto aquí? Son algunos puntos de interés sobre los que vale la pena indagar.

El 21 de diciembre de 1951, con la salida al aire de “Sua Vida Me Pertence”, emitida en vivo dos veces por semana por la extinta TV Tupi, nacía en Brasil la telenovela como género en la pantalla chica. Para julio de 1963, la extinta TV Excelsior innova con “2-5499 Ocupado”, la primera telenovela de formato diario y en la que la icónica pareja de la teledramaturgia brasileña Tarcísio Meira y Glória Menezes fueron sus protagonistas.

Fue en 1965, durante el nacimiento de TV Globo, que surge “Ilusões Perdidas”, con Reginaldo Faria y Leila Diniz en los roles protagónicos. Ese mismo año también se estrenó “O Ébrio” en el horario estelar de la televisora.

Con la llegada del color, durante la década de los 70, comienza la era dorada de la teledramaturgia brasileña. La telenovela hecha en el gigante sudamericano terminó por convertirse en la producción televisiva más popular allí, y en los años 80 logró conquistar territorios fuera de sus fronteras, hasta alcanzar la fama cosmopolita que hoy tiene; incluso en naciones asiáticas y europeas.

En 1983 llegó a Cuba. “Una mujer llamada Malú” fue el primer culebrón carioca que estrenó la televisión cubana. Ocurrió algo así como «amor a primera vista» de los espectadores con el programa. Tan grande aceptación tuvo que su director Daniel Filho y su protagonista, la acreditada actriz Regina Duarte, realizaron sendas visitas a La Habana al año siguiente.

A mediados de dicha década se inicia la exportación de contenido al mundo, con “El Bien Amado”, siendo lanzada a más de 30 países; y con ella comienza el recorrido de la proyección internacional de la telenovela brasileña. Este camino fue impulsado con el fenómeno de “La Esclava Isaura”, el cual hasta hoy sigue vigente con producciones como “Avenida Brasil”, “Totalmente Diva” y “La Vida Sigue”.

A partir de esa transmisión pionera, la TV nacional mantuvo su apuesta por la novela de Brasil. Entre los exponentes más recordados figuran: “La esclava Isaura” (vendida a más de 80 países y hasta hace poco la más exportada), “Felicidad”, “Roque Santeiro”, “La Sucesora”, “Derecho de amar”, “El pagador de promesas”, “La próxima víctima”, “Amor con amor se paga”, “Mujeres de arena”, “Te odio mi amor”, “El rey del Ganado”, “Señora del Destino”, “Cabocla”, “La favorita”, hasta las más recientes “Avenida Brasil”, “Imperio”, “Rastros de mentiras”, “El otro lado del paraíso” y “Dulce ambición”.

No han sido pocos los personajes populares o las situaciones donde a cualquiera en la calle, según el talante, se le moteara o comparara con Roque Santeiro, Nonó Correia, Doña Bella, Jorge Tadeo, María do Carmo, Suelen y hasta con Valdirene y su “inteligencia pura”.

Sinhorzinho Malta, interpretado por el actor Lima Duarte, es uno de los personajes más recordado de la telenovela Roque Santeiro. (Foto: Tomada de Internet)

Todas estas producciones han acompañado (junto a las nacionales) al pueblo cubano en momentos difíciles, de resiliencia, reconfiguración de paradigmas y búsqueda de soluciones formales y espirituales. Han influido en nuestra percepción del mundo y en la construcción sociocultural de un país telenovelero por excelencia, pues aquí nació el género y aquí continúa moldeando sensibilidades.

Con raíces culturales no tan dispares como pudiera pensarse, la telenovela brasileña nos ha legado momentos icónicos; personajes inolvidables, frases populares, accesorios de moda o ideas de negocios, han traspasado los límites de la pantalla chica e influido en nuestras realidades.

Cuando a inicios de los años 90 la televisión cubana transmitía ese fenómeno tele novelero internacional que fue “Vale Todo”, los barrios de toda Cuba se llenaron de restaurantes y cafeterías privadas a las que nombraron paladares, en alusión a la red de restaurantes “Paladar” levantados por Raquel Acciolli, aquel entrañable personaje interpretado por la inmensa actriz Regina Duarte. En momentos de una alta presión económica producida por el Período Especial, la telenovela brindaba al cubano emprendedor un norte y legitimaba para siempre un modo de negocio.

Por esos mismos años, una planta decorativa adquirió gran popularidad en los hogares: el Anthurium andraenum resultaba un nombre demasiado complicado y largo para el cubano común, que optó por llamar a la planta “Flor de Jorge Tadeu”, ese simpático personaje, digno heredero del realismo mágico latinoamericano, que se robara la atención del espectador en la telenovela “Te odio, mi amor” (también conocida como “Piedra sobre Piedra”). Protagonizada por Lima Duarte y Renata Sorah, la novela se ubicaba en un pueblo ficticio y cuasi-mágico donde los prejuicios, amores y rencillas del pasado condicionaban las actitudes de sus pintorescos personajes. Aunque no tan popular como otras producciones, “Te odio, mi amor” se hizo inolvidable en el imaginario popular gracias a la particular flor y al desvergonzado (y encueruso) Jorge Tadeu.

Flor de Jorge Tadeu, así se le comenzó a llamar a una planta en Cuba tras el éxito de la telenovela Te odio, mi amor. (Foto: Tomada de Internet)

De la pluma de Benedito Ruy Barbosa (el guionista de los campos brasileños), nos llegó en 1999 “El rey del Ganado”, un espléndido melodrama rural pletórico de hermosas vistas del Brasil profundo, que contaba una vieja historia de injusticias y amores imposibles con un tono reposado, naturalista y bucólico. De esta novela los cubanos recordamos mucho, desde su actor protagónico, el inmenso Antonio Fagundes, dando vida a Bruno Berdinazzi Medzenga, hasta la rivalidad de las dos familias italianas.

Su tema de presentación con ritmos nordestinos aún permanece en el recuerdo sonoro de muchos. Y no fueron pocas las adolescentes de la época que comenzaron a usar en sus cabellos unos pañuelos como los utilizados por Patricia Pillar y a los que denominaron “luanas” en referencia al personaje. Esta telenovela también funcionó como un primer acercamiento masivo al drama de los sin tierras en Brasil, movimiento social campesino aun en plena lucha por cambiar las desigualdades territoriales y la cuestionable estructura agraria del país.

Patricia Pillar interpretó a Luana en El rey del Ganado. (Foto: Tomada de Internet)

Ya en el 2006 llega a Cuba “Señora del Destino”, la desgarradora historia de María do Carmo y su incesante lucha por reencontrar a su hija perdida, Lindalba. Muchos fuimos los que nos estremecimos con los primeros capítulos de esta telenovela, al ver como una joven madre campesina (interpretada por Carolina Dieckmann) era despojada de su hija menor, por la malvada Nazaré Tedesco (caracterizada en su primera fase por Adriana Esteves), y en la segunda fase es Susana Vieira quien le da vida a María do Carmo, logrando una de las interpretaciones más emotivas y recordadas de toda su carrera.

De igual manera, es imposible olvidar a la villana interpretada por Renata Sorah; en su piel Nazaré Tedesco era un ser despreciable, sin escrúpulos, enloquecida por sus propias mentiras y a su vez cómica, carismática y sensual. Como es usual en Cuba, la gripe de temporada tuvo el nombre de Nazaré y más de una cubana suspiró por los atractivos y musculosos hijos de do Carmo.

La telenovela Señora del Destino figura como una de las telenovelas brasileñas más gustadas en Cuba. (Foto: Tomada de Internet)

Otros que hicieron suspirar a nuestras féminas fueron los vaqueros de “Cabocla”; Tobías y Tomé se robaron la atención del público, mucho más que el personaje de Zuca (interpretado por una jovencita Vanessa Giacomo). Ese contraste poético de la civilización contra la barbarie, de lo nuevo tratando de desplazar a lo viejo, nos volvió a conectar con el Brasil de los campos y su historia.

Un gran fenómeno internacional llegó a nuestras pantallas en el 2013 (un año después de estrenado en Brasil): “Avenida Brasil” paralizó a gran parte del país con las maldades de Carmina y la venganza de Nina. En esta novela, Adriana Esteves se consolidó como una gran intérprete, poseedora de un temperamento muy dúctil a la hora de caracterizar a villanas; Carmina fue la primera de sus “malas” y sin dudas la mejor. 

Tiempo después otro gran villano nos sorprendió con lo inusual de su concepción. “Rastros de Mentiras” nos presentaba a Félix, uno de los pocos villanos gays en la historia de las telenovelas. Personaje, además, que protagonizara el primer beso homosexual en un culebrón. “Rastros de Mentiras” marcó sin dudas la carrera de Mateus Solano interpretando a Félix y significó el debut en horario estelar como guionista de Walcyr Carrasco.

Mateus Solano interpretó al villano Félix, en Rastros de mentiras. (Foto: Tomada de Internet)

De Walcyr Carrasco también fue “El otro Lado del Paraíso”, una especie de “Conde de Montecristo” oscuro y retorcido que, como punto de inflexión novedoso, contó con la trasformación inesperada a villano de uno de sus personajes masculinos. Fue este un golpe que pocos nos esperamos y que sin dudas dinamizó la trama, así como el delicado tema de la pedofilia, o el cuestionable tratamiento del enanismo en una mujer joven.

Pero Carrasco es así de polémico, algo que podemos constatar en la actual telenovela que disfrutamos por Cubavisión: “Dulce Ambición”, su novela del 2019. Es una obra populista, entretenida, mas no brillante y con un tratamiento muy epidérmico de los temas. Aun así, disfrutamos de la belleza de su imagen, el colorido de los sabrosos pasteles de María y los hilarantes desatinos del guion.

En este pequeño recuento faltan muchas más obras icónicas de la teledramaturgia brasileña, telenovelas que nos han hecho soñar amar, reír, olvidar por 45 minutos nuestras realidades y encontrar en la ficción caminos de solución y sanación. De esta manera festejamos 70 años de magia, de rigor creativo y de pasión. Brasil aprendió muy pronto a contar sus historias, y a seducir al resto del mundo con ellas.

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