Los últimos meses, dentro de la programación de la señal estándar de Cubavisión, han significado un reencuentro con tiempos pretéritos, marcados por las desigualdades sociales, las carencias e injusticias de una república bananera y corrupta, que para los desposeídos solo brindaba la esperanza de que, “para el año que viene” tal vez las cosas cambiarían.

Con guion y dirección general de ese inolvidable hombre de teatro que fue Héctor Quintero, Para el año que viene, su primera y única gran obra para la televisión, ha venido a refrescar las tardes de martes, miércoles y jueves, con personajes pintorescos, situaciones hilarantes, textos muy bien hilvanados y descripciones de una Cuba diferente a la que hoy tenemos, pero que existió; una Cuba con algunas luces, pero demasiadas sombras.

En esta obra, Quintero pone su ojo en historias de personas comunes, con vidas aparentemente intrascendentes, pero que también formaron parte de esa construcción social de lo cubano, de lo nuestro.

En Para el año que viene, se puede identificar con mucha facilidad la figura de la madre cubana de todos los tiempos; la de los sacrificios, los desvelos, la del sufrimiento en silencio, la de las desilusiones. También está el joven soñador y de bajos recursos que ve truncada sus aspiraciones por la necesidad de mantener a su familia.  

 

El argumento de la obra teatral de Héctor Quintero, Contigo, Pan y Cebolla, es usado inteligentemente para seguir en su última fase las vidas de esta familia cubana de bajos recursos en tiempos de la neocolonia.

Tristes realidades como el desempleo, la prostitución, el analfabetismo, también son representadas en esta obra sin sentimentalismos de más, todo lo contrario: hay una intención dramatúrgica clara de utilizar el choteo cubano para construir potables situaciones cómicas. La presencia de personajes arquetípicos, muy usuales en el teatro vernáculo de los años 20 y 30, es marcada en la telenovela, permitiéndoles a muchos intérpretes lucirse con sus caracterizaciones.

Nuestra entrañable Diana Rosa Suárez da vida a Fefita o Fefa, un personaje complejo, entre la comedia y el drama, que pasa por varias fases dentro de la historia.

Para el año que viene fue creada en un tiempo difícil para el país, pleno período especial, y el resultado, pese a evidentes carencias productivas, es bastante digno. Fue una novela necesaria en su momento, y también en este en el que ha sido repuesta; volver al pasado desde la ficción y recordarnos el porqué de nuestro presente, es vital en tiempos de odios, de guerras mediáticas y de intenciones anexionistas.

La urgente necesidad de recrear la historia en nuestros dramatizados es algo que no podemos seguir evadiendo. Para nadie es un secreto las dificultades productivas que atraviesa la televisión junto al país, pero experiencias cercanas como LCB, La Otra Guerra en sus dos temporadas demuestran que, con creatividad y empeño, se puede hacer un producto atractivo y que conecte con el público.

Los dramatizados históricos representan para los actores un importante entrenamiento en la caracterización, el decir, la gestualidad y la adquisición de fogaje y conocimiento para su carrera. Los jóvenes que hoy se forman en nuestras academias muy pocas veces logran toparse con producciones de época, y cuando lo logran, no están lo suficientemente preparados para asumir tal reto.

Cuba está llena de figuras, hechos y momentos históricos dignos de ser recreados desde el arte. Perder la oportunidad de que el conocimiento de la historia marque la ruta del futuro que queremos, no debe ser el camino de una nación en constante lucha ideológica y defensa de su soberanía.

A lo mejor, para el año que viene, logremos interesantes encuentros con la historia desde nuestra televisión y sus dramatizados.

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